Durante la siguiente semana, Ixchel, Chava y Balam hicieron los trámites necesarios para inscribirse en el nuevo bachillerato de Valladolid. La escuela era nueva, ellos serían la primera generación así que el boxeador hizo una generosa donación, algo que ayudó a que ellos tres se inscribieran a pesar de que ya hubiera pasado el periodo de admisiones.
Balam estaba de visita en casa de los Flores con el pretexto de comprar algunas flores ornamentales para su predio cuando llegó un autobús del cual bajaron dos niños, un varón de 7 años y una pequeña de 4. El niño de inmediato fue a abrazar a Rosa.
―¿Cómo les fue en Mérida? ―preguntó Rosa.
―¡Muy bien! El tío Crisanto te manda saludos.
―¿Quiénes son estos pequeños? ―dijo Balam agachándose para quedar a su altura.
―Son mis hermanitos, Jacinto y Violeta.
―¿Tú quién eres? ―preguntó Jacinto, desconfiado.
―Es Balam ―quien respondió fue Narcisa―. Pretende casarse con Rosa. ―El niño evaluó a Balam con la mirada.
―No.
―¿Qué? ―Balam reaccionó―. ¿Cómo de que no?
―Está muy feo.
―¿Cómo te atreves, mocoso?
―¡Balam! ―Rosa reaccionó alarmada cuando Balam amenazó con darle un golpe.
―Este… digo, ¡qué niño tan gracioso! ―Balam comenzó a acariciar la cabeza del niño, cada vez más fuerte hasta que discretamente le dio un golpe.
―¡Oye!
―Entonces, Rosa ―Balam tomó al niño por la boca impidiéndole hablar―, ¿me puedes surtir mi pedido?
―Sí, te lo traigo en seguida. ―Rosa se fue hacia los invernaderos y Balam tomó al niño por la solapa viéndolo frente a frente.
―Escucha, mequetrefe, necesito conquistar a tu hermana y no quiero que una pulga como tú me estorbe así que…. ―Balam sacó su cartera―. Cien pesos.
―Que sean doscientos ―el niño le arrebató la cartera, sacó un billete de esa denominación―. Pero eso cubrirá sólo el día de hoy. Mañana, quién sabe.
―¡Pequeño tramposo! ―pero el niño se echó a correr. Entonces Balam miró a la pequeña Violeta, que lo observaba con un gesto inocente.
―Tú no me irás a rechazar como cuñado, ¿o sí? ―se agachó hacia ella―. Realmente me gustaría conquistar a tu hermana.
―¿Dushe? ―preguntó la niña con su aguda voz.
―¿Dulce? También me vas a sobornar, ¿no es así? Ven, te llevaré por un dulce ―Balam levantó a la niña en brazos cuando de la nada recibió un golpe en la cara.
―¿De dónde te robaste a esta niña, maldito secuestrador? ―Ixchel le arrebataba a la pequeña.
―¡No la robé de ningún lado, loca de remate! Es la hermanita de Rosa.
―¿Hermanita de Rosa? ―Ixchel la levantó en sus brazos y sonrió―. ¡Oh, pero si es la versión pequeña de Rosa! ¡Eres una ternura! Ven, te llevaré a comprar dulces.
―¡Oye, yo la iba a llevar!
Pero Ixchel no lo escuchó, salió de la casa con la niña. Rosa llegó en ese momento con una carretilla cargada de floridas macetas.
―Ya está tu pedido.
―Gracias, Rosa ―Balam titubeó―. Este… en dos días ya entramos a clases y yo me preguntaba… ¿Crees que pueda pasar por ti?
―¿Por mí?
―No pienses mal ―dijo Balam de inmediato―. Es que no conozco bien el pueblo y… Bueno, no quiero perderme. ―Rosa negó con la cabeza, sonriendo.
―Está bien, ven por mí antes de las 7.
―Y… ¿crees que puedas ayudarme a plantar estas flores?
―No abuses, Balam ―regañó Rosa y entró a la casa.
Balam llegó a su casa con la carretilla de Flores y una sonrisa tonta en su rostro.
―¿Funcionó tu treta de comprarle flores? ―preguntó Chava al verlo en la entrada.
―Al menos ya me dio luz verde para ir por ella para acompañarla a la escuela. El problema es… ¿Tienes idea de cómo sembrar tanta flor?
Balam se las ingenió para sembrar las flores entre los jardines de su terreno y a los dos días, entusiasmado, se levantó temprano, se aseó y corrió a la casa de Rosa. Sin embargo, su enorme sonrisa se borró cuando vio que antes que él, habían llegado Chava e Ixchel.
―Hola, chicos. ¿Listos para el primer día de clases?
―¿Qué hacen aquí? ―musitó Balam hacia Chava.
―La señorita Ixchel insistió en que viniéramos por ella para ir juntos al colegio.
―¡Váyanse! Me estorban.
Chava encogió los hombros. Tomó la mochila de Ixchel y se adelantó a grandes trancos.
―Chava, no ―Ixchel reclamó, molesta―. Yo puedo con mi mochila, no creas que por ser mujer…
―El feminismo no tiene nada qué ver en esto, señorita ―dijo Chava galantemente―. Un verdadero caballero no tiene problema en ayudar a una dama. Además, su bienestar es mi responsabilidad.
Ixchel se detuvo en seco mientras Chava seguía caminando, volteó a mirar a Rosa y señaló a Chava.
―¿Puedes creer que existan hombres así? ―y echó a correr para alcanzarlo. Balam quiso imitar a Chava y ayudar a Rosa con su mochila, pero justo cuando estaba por tomarla, se atravesó Narcisa entre ellos.
―¿Por qué no me avisaron que ya venían a la escuela? Tuve que correr para alcanzarlos y saben que odio venir sudada.
―Cisa, ¿no iba a pasar un amigo por ti? ―preguntó Rosa.
―Iba. Pero el muy idiota salió con que saliendo de la escuela me iba a invitar a comer al puesto de quesadillas… ¡puesto de quesadillas! Además, me enteré de que su auto es un Tsuru de hace 10 años. No voy a salir con un pobretón como ese, tengo mejores opciones.
―Como venir a estorbar entre nosotros ―dijo Balam con sarcasmo.
Pero Narcisa hizo caso omiso de su comentario, continuó el camino con ellos hablando de todas las razones por las que ninguna mujer debería aceptar a un hombre sin automóvil del año.
Llegaron al colegio y fueron separados en grupos diferentes. Los únicos que compartían misma aula eran Chava e Ixchel, y Balam con Narcisa, así que no había forma de que Balam pidiera a alguien una permuta para estar en la misma clase que Rosa.
Su primera clase fue con el profesor Gustavo Herrera, su orientador y profesor de historia, quien revisó los expedientes de cada uno de sus alumnos.