Los profesores del colegio entregaron calificaciones del primer bimestre y Balam había encontrado al fin un pretexto para estar cerca de Rosa: Necesitaba ayuda para estudiar ya que había obtenido un promedio muy bajo.
Pero no le era fácil, después del viaje a Chiapas, ella e Ixchel habían reforzado una amistad con la que era difícil encontrarla sola, además de que Ixchel, convencida del odio de Rosa hacia Balam, se había autodenominado una especie de perro guardián que le gruñía cada que se acercaba a ella.
Una tarde, después de la hora de la comida, Balam fue a casa de Rosa e inhaló con enojo al ver a Ixchel de nuevo con ella.
―Oye, enano ―susurró Balam cuando Jacinto entró por la puerta―, necesito un favor.
―Y yo necesito un helado ―dijo el niño. Balam resopló con indignación.
―Bien ―le dio un par de billetes―, pero pide a Ixchel que te acompañe a comprar el helado y asegúrate de que sólo vaya ella.
El niño no lo dudó, susurró algo al oído de la pequeña Violeta, quien sonrió y fue directo con Ixchel.
―Ichel, helalo ―dijo la niña.
―¡Oh, ternura! ―Ixchel la abrazó―. ¿Quieres un helado?
―Conozco un lugar donde venden los mejores helados de Valladolid ―Jacinto la jaló de la mano―, vamos, te diré dónde.
―¡Maldito mocoso! ―musitó Balam―. Seguro hará que Ixchel le pague el helado y se quedará con mi dinero.
Pero al menos estaba feliz de que al fin lo dejaran a solas con Rosa. Le pidió ayuda para estudiar y, pretextando que dejó sus libros en su casa, la convenció de ir con él, así evitaría que Ixchel la acaparara cuando regresaran. Pero apenas iban saliendo cuando llegó Chava.
―Un favor, señorita Rosa ―le dijo―, ¿cree que me pueda prestar sus apuntes de historia?
―Claro, Chava ―dijo Ixchel. Balam refunfuñó en lo bajo cuando ella se encaminó de regreso a casa―. Dame un momento, ahora te los traigo.
―Y aprovechando, ¿cree que me pueda explicar lo de las etapas de la revolución francesa?
―¿Qué haces? ―gruñó Balam cuando Rosa entró a la casa.
―Pedir ayuda, ¿qué no ves?
―¿Por qué no le pides ayuda a tu noviecita? ¿No se supone que ella es muy buena en clases?
―La señorita Ixchel justo me pidió algo de ayuda con eso y quiero estar bien preparado. Y no es mi noviecita… ―Chava suspiró―. A ella no le gustan los hombres, así que mejor que no te escuche decir eso.
―¡Vete! ―ordenó Balam.
―¿Qué?
―Toma las notas de Rosa y vete, me estorbas.
―Balam ―Chava sonrió―, ¿acaso buscas pretexto para estar a solas con Rosa?
―¿Eh? No, yo no le… bueno sí, y me estorbas.
Rosa tomó sus apuntes y regresó a los jardines en donde encontró a Balam y Chava en una acalorada discusión. Estaba por acercarse a ponerlos en paz cuando de repente…
―¡No me importa! Ya sé que eres su esclavo y que tienes que obedecerla, pero eso no…
Rosa inhaló con frustración cuando el sonido de la burbuja rompiéndose resonó y las voces fueron cambiadas por chillidos y maullidos.
―¡Basta, Balam! ―Rosa tomó al mono por la piel de la nuca―. No puedo creer que seas tan humillante, Chava no sólo es tu primo, es tu mejor amigo.
Balam chilló manoteando mientras el gato le enseñaba la lengua. Ixchel regresó en ese momento con los niños y sus ojos se tornaron vidriosos al ver al gato.
―¡Oh!, ¡qué hermoso! Se parece al que salvé en el cenote.
Violeta vio al gato y con una enorme sonrisa corrió hacia él. Chava sólo vio las pequeñas manos llenas de helado amenazando con atraparlo y por inercia saltó a los brazos de Ixchel. Ella, asombrada, tomó al gato entre sus manos.
―No puede ser… ¡No puede ser! ¡Saltaste a mis manos por propia voluntad! ¡Lo sabía! ―ella lo abrazó con cariño y de repente miró al cielo levantando un puño―. ¡Vencí tu maldición, viejita!
En ese momento, otro gato pasó caminando por la barda. Contenta. Ixchel corrió a tratar de abrazarlo, pero este siseó asustado, soltó varios rasguños a la cara de la chica y echó a correr.
―No lo entiendo ―Ixchel levantó de nuevo a Chava―, ¿por qué este no escapa de mí?
―¿Qué es lo que pasa? ―preguntó Rosa.
―Es una maldición que me lanzó mi bisabuela paterna ―Ixchel explicó―. Yo amo a los gatos y siempre tuve alguno de mascota. Pero hace un año ella fue a buscarme a mi casa en Cancún, con la misión de convencer a mi papá de que dejara de mantenerme para que me viera obligada a casarme. Cuando le dije entre burlas yo tenía mi propia empresa de buceo y ya no necesitaba de mi padre se enfureció tanto que me lanzó esta maldición. Ningún gato permite que lo toque, todos me rasguñan y huyen de mí… excepto este… ―Ixchel de repente comenzó a besar al gato―. ¡Es perfecto! Lo adoptaré y al fin podré tener un gato.
―Este… Ixchel ―Rosa habló un poco preocupada―. Oye, sabes de la maldición de Balam ―dijo Rosa señalando al mono.
―Ah sí… ¿Ahora qué hizo el malcriado este? ―el mono comenzó a chillar reclamando.
―Bueno, es que… sabes que esa maldición afecta a toda su familia… ―pero el gato comenzó a manotear como negando con sus patas.
―Sí, ¿y?
―No… nada.
―Iré a casa a instalar una camita para mi nuevo gato ―e Ixchel salió corriendo, feliz.
―Bueno ―Rosa miró a Balam―. Creo que aún convertido en mono podemos empezar a estudiar. Vamos a tu casa.
De algún modo, aún entre chillidos, Balam se dio a entender con Rosa y fue más perfecto de lo que pensaba, con el pretexto de ver bien las notas, Rosa parecía olvidar que se trataba de Balam y permitía que el mono subiera a sus piernas. Minutos después, volvió a su forma humana y permaneció con ella por un par de horas más.
Acompañó de regreso a Rosa a su casa y al volver a la suya vio a Chava en la entrada.
―¿Cómo te fue con la loca? ―se burló Balam―. ¿Qué hizo cuando te vio convertirte?
―No me vio, logré escapar a tiempo, pero… ahora ella está muy triste porque cree que el gato escapó ―Chava jaló su cabello y se sentó en cuclillas―. ¡No sé qué hacer! Odio verla triste, pero no puedo admitir que el gato soy yo.