La primavera había llegado a Valladolid con temperaturas tan altas que los profesores solían dejar a los jóvenes salir 15 minutos antes de cada clase para poder salir a refrescarse.
Después de clase, Balam y Chava hacían fila para el puesto de nieves, justo detrás de Facundo. En ese momento, un grupo de jovencitas corrieron hacia allá, sonriendo entre risitas tontas.
―¡Pobres niñas! ―Facundo habló con total arrogancia―. Deben haberme visto y ahora quieren que les invite alguna nieve. Ojalá tuviera para todas, pero… ―Facundo se interrumpió a sí mismo al ver que las chicas continuaron su camino hasta llegar a un hombre muy alto, rubio y de ojos claros que las recibió firmando algunos autógrafos.
―¿Quién es ese? ―refunfuñó Facundo.
―Yo sé quién es ―Narcisa llegó junto con Rosa e Ixchel―, es Ronald Parker, el famoso actor de películas de artes marciales estadounidenses.
―¿No estás yendo a pedir su autógrafo? ―preguntó Balam, asombrado.
―No soy muy fan de ese tipo de películas. Además, un guerrero xilam no tiene por qué mezclarse con gente de otros tipos de artes marciales.
―Vaya, ¿quién iba a pensar que tienes filtros? ―comentó Balam.
―Es porque hace un par de años vino a vacacionar a Valladolid y la ignoró por completo ―intervino Rosa.
―¡Cállate! Nadie te preguntó.
―¿Viene a vacacionar seguido a Yucatán? ―preguntó Chava.
―Sí, parece que la península es su lugar favorito ―explicó Rosa―. Además de que es coleccionista de objetos prehispánicos y parece que estos lugares le atraen mucho por esto.
El joven extranjero posó sus ojos en Chava y dejando a las chicas con las manos estirando sus libretas, se acercó a él. Chava frunció el entrecejo cuando él tomó un medallón de oro que llevaba colgado de una cadena.
―Oro forjado a mano ―el joven habló en acento estadounidense―, forma rústica, diseño antiguo ―lo abrió dejando ver dos fotografías en su interior.
―¡Oye! ¡No se toca! ―Chava arrebató con enojo.
―Seguro una reliquia. Dime, joven, esa joya tuya, ¿es prehispánica?
―Es un regalo de mi madre, ha estado con mi familia por siglos.
―Ya veo. ¿Cuánto por él?
―No está en venta ―Chava habló con severidad.
―Oh, ¡una pena! ―exclamó el extranjero. En ese momento vio el glifo colgando en el pecho de Balam.
―Ah, otra pieza de esas ―sacó una lupa y la observó, incomodando a Balam―. Tallado en hueso, antigua, muy antigua.
―Oye, amigo ―reclamó Balam―, invades mi espacio personal.
―Yo tener una idéntica ―el joven sacó un glifo que también colgaba de una cadena―, mi primer objeto de colección, yo encontrar en pirámide hace 4 años.
―¿Qué? ―Balam e Ixchel reaccionaron―. ¿Tienes un glifo?
―¿Tú vender tu dije? Yo comprar a buen precio.
―Al contrario ―Ixchel se interpuso―¸ yo estoy interesada en comprar el tuyo.
―¿Comprar mío? Oh no, no. Yo no vender mi colección, única forma sería pelear por él, pero yo sólo pelear con artistas marciales.
―Pues este es tu día de suerte, amigo ―Balam se puso en guardia―, aquí tienes a un artista marcial.
―Pero antes pelearás conmigo ―Ixchel también se puso en guardia.
―Interesante, karatecas indios.
―¿Qué? ―Ixchel reclamó―. India sí, y a mucha honra, pero… ¿karateka?
―Si no ser karateka…
―Olvídalo ―dijo Balam―. Tú pon el día y la hora y ahí estaré para apostar el glifo.
―Yo también estaré ahí ―dijo Ixchel.
―¿Tú tener algo valioso qué apostar?
―Oh sí, ―Ixchel rio―, júralo que sí.
―En ese caso yo también apostaré ―Facundo dio un paso al frente.
―Interesante, tres adversarios. Haremos un torneo, el vencedor se queda con todos los premios. ―Miró a Chava―. ¿Qué hay de ti?
―Yo no apuesto nada ―Chava apretó su dije fuertemente en su mano―, olvídalo.
―Cobarde, no es extraño entre latinos.
―¿Qué dijiste? ―Ixchel se interpuso―. Oye, maldito racista…
―Oh, oh. Tú guardar tu ira para mañana.
―¡Qué tipo más arrogante! ―exclamó Rosa cuando el extranjero se alejó.
―Más que Balam ―agregó Ixchel―, y mira que ya es mucho decir.
―¡Oye!
Al día siguiente, todos estaban reunidos en la plaza principal. Balam se puso al frente y habló con el resto.
―Vamos a hacer algo, en el torneo, no vamos a apostar entre nosotros, vamos a ir juntando los trofeos. El que gane al final se quedará con el glifo del gringo odioso y regresará a los demás sus tesoros. Así no nos cansaremos ni lastimaremos, las primeras peleas nos servirán de calentamiento para poder ir con todas nuestras fuerzas contra él, ¿les parece?
―Hecho ―dijeron a la par.
―Bien ―Balam sacó una bolsa de tela―, dejen aquí sus trofeos.
Ixchel fue la primera, dejó una figura tallada en piedra. Balam frunció el entrecejo.
―¿No apostarás alguno de tus glifos?
―¿Por qué haría algo tan tonto? ―reclamó Ixchel―. Claro que no, yo apostaré esta figurilla que me dio mi abuela paterna.
―¿Es valiosa? ―preguntó Rosa.
―Para mí es basura ―Ixchel la levantó, era el tallado de lo que parecía una mujer inclinada, ofreciendo maíz en sus manos―. Es una figura antigua de mi clan, simboliza la sumisión de las mujeres. ¡Claro que no me importa apostar algo tan ofensivo!
―Yo tengo esto ―Facundo dejó una caja de madera tallada a mano―. Es un tallado que dejaron mis ancestros en la familia, es algo inservible, pero cuenta como antigüedad.
―Yo dejo esto ―Narcisa dejó caer una figurilla de jade muy maltratada―. Me la regaló un pretendiente. Creí que era valiosa, pero me dicen que como está deforme por el tiempo, no tiene mucho valor así que…
―Narcisa, ¿tú entrarás al torneo? ―preguntó Rosa, asombrada.
―Ixchel me pagó 20 mil por el glifo de Cassandra ―respondió Narcisa―. Si gano este lo subastaré entre ella y Balam.
―¡Maldita interesada! ―gruñó Balam― ¿Acaso soy el único que está apostando algo realmente valioso?
―El gringo sólo busca vejestorios ―Ixchel encogió los hombros―, nada nos obliga a dejar algo verdaderamente valioso.