Xilam Balam

El patito feo

El tiempo pasó demasiado rápido. El segundo semestre se dio por concluido y ya en casa, Balam revisó el calendario que tenía en su recámara. Estaba a un par de semanas de cumplirse un año de que llegó a Valladolid y no sentía haber logrado mucho. Apenas tenía 4 de los 13 glifos y con Rosa asediada por Ixchel en todo momento, peor estaba el asunto. Fue a casa de Ixchel a buscar a Chava.

―Necesito hacer que esto avance ―comentó―. Al menos recuperar un glifo más. ¿Recuerdas de otras chicas a las que les di el glifo? Necesito viajar para recuperar al menos uno más y ampliar mi ventaja.

―Está la bruja de Catemaco ―dijo Chava contando con sus manos.

―Bueno… esa quizá debemos dejarla para el final. Esa mujer da mucho miedo.

―La hija de la empresaria regiomontana ―Chava continuó el conteo.

―No, esa… dijo que tendría todo preparado para que me case con su hija en cuanto vuelva a pisar Monterrey.

―¿Qué tal la chica huichol? La que yo te ayudé a elegir.

―Ah sí, la… de aspecto peculiar ―Balam rascó su cabeza―. Sí, ella estuvo siempre a la defensiva, creo que con ella podría recuperar el siguiente glifo sin mucho problema.

Balam intentó tener su viaje en secreto y pedir sólo a Rosa que lo acompañara, pero al pedírselo, fue escuchado por Narcisa, que a su vez lo dijo a Facundo, quien preguntó por el viaje a Ixchel y al final, todos terminaron viajando al estado de Nayarit.

Del aeropuerto tomaron un autobús en un pesado viaje por las montañas hasta llegar a la sierra del Nayar, en donde fueron recibidos por una familia humilde de artesanos.

―Bienvenido de vuelta Balam ―un hombre de rasgos algo toscos salió de la casa, saludando a Balam y se presentó con sus amigos―. Somos la familia Ecatsie, del clan del xilam-yaah, guardianes del amor. Por favor, pasen a su humilde casa.

―¡Oh! ¡Qué belleza! ―Narcisa observaba las bellas artesanías de arte huichol en el interior―. ¡Qué ganas tenía de venir a este lugar! Quizá me puedan enseñar a fabricar estos adornos.

―Por supuesto, hija ―la esposa le mostró un corazón cubierto de coloridas chaquiras―. Nuestro arte ancestral no deja mucha ganancia, ya que se lleva meses, incluso años, y no muchos están dispuestos a pagar lo que valen, pero para nosotros no es sólo la artesanía, sino la paz que nos da meditar mientras colocamos chaquira por chaquira.

―No tenemos mucho para ofrecerles, pero si no les importa comer algo sencillo, tenemos sopita de verdura y unos ricos frijoles de olla que mi mujer prepara.

Todos quedaron sorprendidos de la amabilidad de esas personas. Aunque no tenían mucho, les convidaron de su mesa, les mostraron su trabajo y con paciencia, les enseñaron a hacer algunas de sus artesanías.

―Ahora sí, a lo que has venido, Balam ―el señor Ecatsie habló con solemnidad―. Estamos conscientes de que mi hija no fue la indicada.

―¿Lo saben? ―preguntó Balam, asombrado.

―Sí, el chamán de esta comunidad wixárica nos lo hizo saber, pero tú te habías ido y mi hija, Carlota, no pudo devolver tu glifo. No te preocupes, ella está con su abuelo, de viaje en Tepic, vendiendo algunas de nuestras artesanías, pero regresará hoy mismo y…

―Padre, hemos vuelto ―se escuchó en la puerta.

―Oh, justo, acaban de llegar.

Todos respingaron al ver a la joven que entró, pero no por su aspecto, sino por la fiera mirada de odio que dirigió a Balam cuando lo vio. No era nada agraciada, tenía las cejas sumamente pobladas, algo de vello sobre sus labios, pestañas muy grandes, pero tan caídas que casi tapaban sus ojos y unos labios demasiado gruesos.

―Carlota, Balam ha regresado por…

―¡Buena suerte! ―dijo la joven y volvió a salir.

―Tienen que perdonarla ―dijo la señora Ecatsie―. Ella estaba realmente entusiasmada con la idea de estar comprometida al fin. Cuando el chamán le hizo saber la realidad… ¡bueno! No lo puede superar.

Esa noche, todo el grupo se encargó de comprar la cena en los negocios locales. No había mucho qué adquirir, era una comunidad demasiado pequeña y realmente limitada.

―Carlota no ha regresado a casa ―refunfuñó Balam después de cenar―. Pensé que sería fácil recuperar el glifo.

―Me sorprende en realidad ―comentó Facundo―. No imagino cómo pudo estar la otra pobre criatura como para que eligieras a Carlota.

―En realidad, la otra era muy bonita ―dijo Balam, y después miró a Chava con un gesto iracundo―. Pero algún metiche me convenció de que la más fea era la indicada.

―¡No la llames fea! ―reclamó Ixchel.

―¡No la elegí por eso! ―gruñó Chava y en seguida se calmó―. Es que… ¡sólo miren a esta familia! Son un amor de personas. No tienen mucho, pero aun así están dispuestos a compartirlo todo. Por eso estaba convencido de que Carlota era la indicada.

―Ella se ve muy llena de rencor ―comentó Rosa agachando la mirada―. Es posible que se sintiera muy poca cosa y que eso la llenara de odio… tal vez por eso… Bueno, sólo estoy suponiendo.

Balam miró a Rosa y recordó aquel día en que la vio por primera vez. En efecto, sus ojos se posaron en la bella Narcisa de inmediato, pero cuando se dio cuenta del tipo de persona que era comparada con la sencilla y tierna Rosa, ya no tuvo duda. Parecía que Rosa entendía perfectamente a Carlota, sintiéndose tan opacada por la falta de belleza, aunque en Rosa, Balam era capaz de ver una belleza muy superior en sus ojos.

―Creo que lo correcto es disculparme adecuadamente con Carlota ―dijo Balam―. Esta vez no fue culpa de nadie, las cosas sólo pasaron.

―Debe sentirse muy miserable ―comentó Chava―. Qué tan poco atractiva se puede considerar si hasta el mismo Chebo se negó a venir a aprovecharse de su decepción.

―¡Ella no es fea! ―reclamó Ixchel―. Sólo necesita darse cuenta de lo que vale como persona.

―Además de algunos consejos de belleza ―agregó Narcisa―. Estoy segura de que con una depilada y algo de maquillaje…

―¡Ese no es el punto! ―reclamó Ixchel.



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En el texto hay: fantasia, romance juvenil, situaciones comicas

Editado: 17.11.2025

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