Xilam Balam

Fobias

Desde esas vacaciones en Cancún, la rivalidad entre Balam e Ixchel cayó en una tregua. Esta vez Balam se comportaba muy diferente. Era mucho más aplicado en los estudios, entrenaba con más ahínco, ayudaba a sus amigos en los entrenamientos y estaba muy atento a la producción de su pequeño terreno cafetalero.

Habían terminado el cuarto semestre del bachillerato y se habían reunido en casa de Balam, comparando promedios y hablando de los retos de esos últimos seis meses cuando de repente el ambiente se tornó denso y extraño. La piel de Balam se erizó por completo al inhalar un aroma a copal y aceites herbales.

―Buenas tardes ―Se escuchó una lúgubre voz femenina. De un salto, Balam quedó sobre los brazos de Chava, ambos con un gesto de susto. Ixchel y Rosa también se abrazaron al ver en el umbral a la recién llegada.

Era una mujer de piel apiñonada, grandes ojos negros y una larga cabellera negra que casi cubría su rostro. Estaba vestida con ropas holgadas de color blanco, ceñidas con un cinturón tejido rojo, una cinta también roja sobre sus sienes y portando un montón de collares con figuras de la muerte y conchas formando dijes humanoides. Era evidentemente muy hermosa, pero todo el conjunto realmente aterraba. Entraba muy lentamente, como si flotara en lugar de caminar.

―¿Es aquí la casa de Balam Troncoso? ―su mera presencia hacía que el cálido lugar se congelara. Ixchel y Rosa señalaron hacia donde estaba Balam, sin dejar de abrazarse.

―E… Eugenia ―Balam rio con nerviosismo bajando de los brazos del asustado Chava―. ¡Qué gusto verte! ¿Cómo me encontraste?

―Mis muertos me llevan a donde debo llegar ―dijo ella con esa voz extraña―. Pero no te preocupes, me hicieron saber lo que pasó aquel día. No soy yo la elegida, ¿no es así?

―Este… No es culpa de nadie, son los dioses ―Balam dejó salir una risita―, y ya sabes que cuando los dioses dictan sus designios…

―Entiendo ―ella se sentó a la mesa hablando con voz calmada―. Tengo sed, ¿puedo tomar algo de café?

―¡De inmediato! ―Chava desapareció y reapareció en seguida con una taza de café caliente. Todos la observaban en silencio mientras ella tomaba tranquilamente su café.

―Necesito usar tu baño ―dijo limpiando su boca con un pañuelo―. ¿Puedo…?

―Pasando la sala ―dijo Balam―, a un lado del estudio.

La joven se levantó con calma y salió del comedor, de nuevo, como si flotara en el aire. Todos dejaron salir un aliento de alivio cuando desapareció.

―¿Es esa… la otra prometida? ―preguntó Rosa, temerosa.

―Ahí no es que la eligiera o no ―dijo Balam―. Es hija del brujo mayor del xilam-wáay de Catemaco. Tenía la impresión de que, si no le daba el glifo, me sacrificarían ahí mismo.

―No te voy a negar que da miedo ―expresó Ixchel―. Pero se está tomando con demasiado calma la noticia de no ser la indicada.

―Sí… y eso da más miedo ―dijo Balam con voz temblorosa.

El pelo se les erizó a todos cuando ella reapareció en el umbral con su cabello haciendo sombra sobre su cara.

―No voy a tomar un lugar que no me corresponde ―dijo con voz calma, agachando su cabeza―. Te devuelvo tu glifo, lo he dejado en el estudio que está a un lado del baño. ―Ella levantó la cabeza y a todos se les erizó el cabello por completo al ver sus ojos brillando entre la sombra que hacía su cabello en su rostro―. ¡Atrévete a ir por él! ―agregó con una voz gutural y flotando salió de la casa. Todos intercambiaron miradas.

―¿Así de fácil? ―preguntó Rosa.

―No creo que fuera tan fácil ―Balam tragó saliva y miró a Chava con gravedad―. ¿Debo atreverme a ir por el glifo?

―Iré yo ―Ixchel se levantó decidida. Todos corrieron tras ella, Ixchel entró al despacho que se había tornado tan oscuro como si afuera se hubiera nublado. La puerta se cerró en un chirrido tras ella y de repente….

―¡¡Aaaaaaaah!! ―Ixchel salió completamente pálida, el pelo erizado y de un brinco paró en los brazos de Chava, temblando como gelatina.

―¿Estás bien, Ixchel? ―preguntó Rosa.

―¡Aléjenlo! ¡Hagan que se vaya! ―Ixchel lloraba con los ojos cerrados, abrazando fuertemente a Chava.

Miraron hacia el interior del estudio. Una sombra lúgubre flotaba en la entrada, era la silueta de un hombre de avanzada edad, traslúcido que señalaba a Ixchel mientras la puerta se iba cerrando.

―¿Un… fantasma? ―preguntó Rosa.

―El fantasma de mi abuelo Chencho ―Ixchel tiritaba mientras Chava la ayudaba a sentarse en el sofá―. Él estaba muy avergonzado de que yo me rebelara y cuando falleció hace 4 años, se apareció en mi casa, atormentándome todo el tiempo. A la arquidiócesis le llevó casi un año exorcizarlo. ¡Seguro regresó con esa bruja del demonio!

―¿Fantasmas? ―Balam dejó salir una risita―. Yo no le temo a los fantasmas. ―Se levantó y decidido fue al despacho. La puerta se cerró lentamente tras él y lo mismo:

―¡Aaaaaah! ¡Quítenmelas!, ¡quítenmelas! ―Balam salió sacudiéndose, cubierto de arañas negras con un extraño símbolo rojo en su lomo. Asqueada, Rosa lo ayudó a sacudírselas con un sombrero. Chava tomó una de las arañas, observándola.

―Arañas del inframundo ―Chava chasqueó la lengua―. Recuerdo que cuando superé a Balam en un entrenamiento contra insectos venenosos, mi tío llevó a Balam a una pirámide mística para enfrentarse con los bichos del inframundo. Salió cubierto de arañas del bajo astral. Se la pasó años teniendo pesadillas con eso. ―Chava volvió a mirar a la araña―. Pero son animales de otra dimensión que sólo cruzan por portales místicos. Me pregunto cómo entraron a la casa.

―¿Son peligrosas? ―preguntó Rosa.

―No, pero su veneno produce un efecto alucinógeno y paralizante. No te picaron, ¿o sí, Balam?

―No, creo que no ―dijo Balam manoteando en el aire con cara de bobo, como su atrapara alguna mariposa invisible.

―Es muy raro. ¿Qué pasará en ese estudio? ―Chava estaba por ir hacia allá cuando llegó el tío Lacho caminando a grandes trancos.



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En el texto hay: fantasia, romance juvenil, situaciones comicas

Editado: 17.11.2025

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