Tata Saguaro estaba sentado a un lado del río, con los ojos fijos en una fogata cuando llegaron Regina y su abuelo.
―Tata, los visitantes han llegado ―El abuelo Rodolfo señaló a la abuela Hortensia y a la chamana Petra, quien entregó los glifos a Balam. Iban acompañados de otras dos personas, un hombre de piel muy arrugada vestido con ropas wixáricas y una mujer de rasgos endurecidos, con su cabellera entrecana cayendo por su cara y montones de collares y pulseras con figuras lúgubres.
―Hortensia, Petra, Hermenegildo y yo somos aliados de hace décadas ―dijo Saguaro con voz severa―. Pero tú, María, reina de la hechicería, creo que estás de más en una reunión de este tipo.
―Sé que mi clan se ha alejado del resto en nuestra búsqueda constante del poder y el control ―dijo la mujer en lúgubre voz―. Pero esto sobrepasa cualquier rivalidad. ―Ella alargó una tablilla de jade con extraños grabados en ella.
―¿Qué es?
―Una tablilla del xilam-wáay muy antigua. Algún brujo de nuestra secta debió dejarla hace siglos ―la bruja señaló la tablilla―. Es una tabla de las memorias, un objeto muy valioso en nuestro clan.
―¿Qué es exactamente una tablilla de las memorias? ―preguntó el chamán wixárica.
―Si lo ponemos en términos modernos, es como una especie de grabadora que guarda momentos específicos de la historia ―explicó María―. Nuestro líder la encontró en un viaje a la Ciudad de México, y creo que tiene que ver con la profecía del dios guerrero.
―Si es un artilugio de hechicería ―tata Saguaro se la devolvió―, no tiene nada qué ver con nosotros.
―Tiene qué ver, y mucho. Saguaro, la era del regreso del dios guerrero es la que vivimos hoy, y entre otras cosas, se dice que él volverá a unir a los clanes. ―La mujer miró al cielo y chasqueó la lengua―. La edad nos hace ver nuestros propios errores… ¿Por qué esperar a que él nos una? Todos sabemos que la oscuridad ha nublado nuestra visión desde hace siglos, ¿por qué no unirnos para develar parte de esta oscuridad?
―¿Cómo sabes que esto nos desvelará esa oscuridad? ―preguntó Petra.
―Nadie sabe más de oscuridad que yo ―respondió la bruja―, y créanme, esto guarda un secreto muy oscuro.
Tata Saguaro inhaló con resignación. Ordenó a Regina preparar todo para el aquelarre. Ella llegó con una suerte de sortilegios extraños, desde trozos de cuarzo hasta grandes copas metálicas con cenizas en su interior. Los objetos fueron colocados alrededor de la hoguera hasta formar una estrella de cinco picos. Cada chamán se colocó en una de las puntas de la estrella.
―Que sea la voluntad de los dioses la que impere y no la nuestra ―tata Saguaro gritó elevando un báculo hacia el cielo―. La claridad llega a través de nuestros ancestros, de sus recuerdos, de su historia, de su sabiduría. ―En ese momento, la bruja lanzó la tabilla de jade al fuego.
―Los secretos guardados en estas memorias han de ser revelados hoy ―gritó la bruja―. Pido a los dioses el poder y la visión para poder disipar la oscuridad y ver la verdad en ella.
Una serie de figuras sombrías emergieron de la flama, flotando alrededor de ellos, emitiendo lamentos tan dolorosos que erizaban la piel.
―Por lo sagrado de mi tierra ―gritó el chamán wixárica―, yo pido a los dioses el poder para vencer a la oscuridad.
―Que los dioses nos entreguen la fuerza para vencer el mal ―la abuela Hortensia habló con fuerza y repentinamente su voz se descompuso en un chillido de ira, amenazando al cielo con el puño―. ¡Y mejor váyanse, porque cuando tenga el poder les voy a patear tan fuerte sus oscuros traseros que no podrán sentarse en siglos!
―En la luz de esta hoguera, entregada por nuestros dioses ―continuó la abuela Petra―, yo ordeno… ¡sean atrapados en la luz!
Una suerte de vasija de luz se formó en el cielo, atrapando a las cuatro figuras lúgubres que flotaban en el aire. La vasija se redujo hasta quedar como una pequeña botella que tata Saguaro tomó en su mano.
―Decidan. Nos ayudan a ver los secretos en esa tablilla, o los enviamos de vuelta al infierno.
―¡Oh, no por favor! ―uno de los espectros juntó sus manos a modo de súplica―. Nuestro amo nos ordena proteger esta tablilla.
―Si lo desobedecemos ―dijo otro con voz chillona―, nos va a golpear con el látigo de fuego.
―En ese caso, muéstrenme el secreto y los mantendré aquí, trabajando para mí mientras los ayudo a encontrar su luz.
Las cuatro figuras intercambiaron miradas. Se abrazaron cuchicheando entre sí, volteando de vez en vez a mirar a los chamanes y volviendo a su team-back.
―¿Entonces? ―insistió Saguaro.
―Trato hecho ―dijo uno de los demonios levantando el pulgar.
En ese momento la tierra se sacudió y los cinco chamanes aparecieron en una casa de madera y adobe. Una mujer muy hermosa, vestida con falda hecha de tiras de tela, preparaba la comida en cazuelas de barro.
―Madre ―una jovencita de alrededor de quince años le llamó―, mi hermana y su familia han llegado.
―Diles que pasen, hija, por favor.
Una joven muy parecida a su madre entró con dos niños pequeños y un hombre en vestimentas de guerrero.
―¿Pasa algo, madre? ―dijo la joven.
―Hija ―la mujer se dirigió a su hija menor―, lleva a tus sobrinos a jugar afuera, por favor.
La jovencita salió a donde estaba otro adolescente muy parecido a ella, llevando a los dos pequeños con ella.
―¿Qué pasa? ¿A qué vinieron mi hermana y su marido? ―preguntó el muchacho.
―No lo sé. Mamá me ordenó no entrar. ―Ambos se miraron y una mirada pícara se dibujó en ambos rostros.
―¿Vamos a espiar?
―¡Vamos!
Ambos adolescentes se acercaron espiando entre los huecos de los troncos.
―… y su fuerza al fin fue revelada ―decía la mujer―. Los trece glifos llegaron a ella esta mañana y reaccionaron a su presencia.
―Entonces, ¿mi hermana pequeña es la diosa guerrera del sol? ―expresó la joven con asombro.
―Los cuatro dioses decidieron encarnar en esta familia, y ya es sólo cuestión de colocar los glifos a la bendición del sol poniente y entonces, nuestros poderes serán entregados. ―La mujer habló con orgullo―. Tú, hija mía, como la diosa de la luna; tu esposo como el dios comandante de las estrellas y yo, la diosa tierra. Tu hermana ha sido señalada como la diosa guerrera suprema, ella será la líder y guiará a los clanes. Hijo ―la mujer se dirigió a su yerno―, según las visiones de los chamanes, invasores de tierras lejanas vendrán en un par de siglos. Nosotros, como dioses terrenales, viviremos mucho más que eso, pero no debemos confiarnos, como dios comandante de las estrellas, tu misión es reclutar a los mejores guerreros de los xilam para que reciban la fuerza de los dioses y estén preparados cuando eso suceda.