Xilam Balam

Entrenamiento

Facundo llegaba a casa de Balam completamente malhumorado, acompañado por una mujer de aspecto elegante.

―¡Por favor, mamá! ―reclamaba―, yo me voy a dedicar a la danza, ¿no te lo he dicho? No quiero participar en combates que arruinen mi bello rostro.

―¡Tú eres un guerrero xilam y como tal vas a entrenar! ―Entraron a la casa y al ver a Balam y Chava, sus ojos se humedecieron.

―¡Oh, mis niños! ―ella los abrazó a ambos―. Todo este tiempo no tuve valor de acercarme a ustedes. ¡Me siento tan culpable! No llegué a tiempo para poner en alerta a mi querida prima.

―No te preocupes, tía Lala ―dijo Chava―, mi madre me contó todo, me dijo que tú lograste salir con vida, pero mi tío no salió a tiempo.

―¡Una verdadera tragedia! ―la mujer dejó el tono de drama y se mostró segura y valiente―. ¡Pero una tragedia que no volverá a ocurrir! Por orden de los chamanes, he venido a instruirlos en el arte del xilam-ookot, el arte de la danza que es base en toda pelea.

―En eso temo que yo les llevo mucha ventaja ―dijo Facundo con total arrogancia―, pero no se preocupen, procuraré no adelantarme demasiado…

―¡Tú también pon atención! ―su madre le dio un coscorrón―, ¡que aún estás muy atarantado! Bueno, todos han sido instruidos en los movimientos básicos del xilam, ¿cierto?

―Sí, ―dijeron a la par.

―Por ejemplo, la pose del venado ―dijo ella levantando una de sus piernas con gracia―, del oso, ―levantó una mano con los dedos caídos―, el jaguar ―ahora ambas manos lentamente hacia arriba―, el pavo ―estiró su cuello elegantemente―, el coyote ―se hizo hacia atrás como agazapándose para levantarse extendiendo ambos brazos―, el águila o ―levantó una pierna hacia atrás―, el lagarto. Y como esos, los movimientos de muchos otros animales.

―Conozco todos esos movimientos ―dijo Ixchel―, pero en combate, no en danza. Por ejemplo, el del oso ―ella levantó la mano igual que la mujer, pero de manera tosca―, es para atacar de un zarpazo como lo haría un oso, o el del lagarto―, hizo la pierna hacia atrás viéndose ridícula―, para lanzar la patada como los lagartos atacan con su cola.

―Sí, pero la importancia de la gracia es hacer creer a tu oponente que todo es frágil, sutil ―ella fue levantando la mano lentamente―, como si más bien fueras a acariciarlo, y cuando está más distraído ―ella soltó la bofetada hacia su hijo, quien chocó con Balam, a su vez él con Rosa y así cada uno de los demás, cayendo como fichas de dominó.

―Entiendo ―dijo Narcisa levantándose y sobando su cabeza―. Es la parte que más me agrada del entrenamiento, pero mi familia no le daba nunca mucha importancia. ¿Nos va a enseñar entonces?

El entrenamiento comenzó en seguida, entre danzas, coreografías y pasos que parecían sutiles pero que terminaban en algún golpe imprevisto.

Tras tres días de entrenamiento, la mujer felicitó a todos, a excepción de Ixchel y Balam.

―Mis hijos, no dudo que apliquen muy bien las técnicas y sus golpes sean letales pero… ¡por el amor de Dios! Tienen la gracia de un hipopótamo.

―¿Qué? Pero si yo he estado en danzas y nunca he recibido queja alguna ―gruñó Balam.

―A mí ni me vean, yo aprendí viendo, nadie nunca me enseñó ―reclamó Ixchel.

―Quizá para ustedes lo mejor sea una danza de mayor fuerza ―dijo la tía Lala―. Vamos con danzas de concheros.

La mujer les enseñó un par de coreografías de las danzas aztecas con pasos más intensos, entre saltos altos, caídas en cuclillas, brincos en giro cayendo lo más abajo que sus piernas les permitieran para volver a saltar y caer en una rodilla sin golpearla.

El entrenamiento les llevó al menos cuatro horas y terminaron cansados y sedientos.

―Bueno, esto estuvo mejor ―dijo viendo a Ixchel y Balam―. Es todo lo que les puedo enseñar, el resto queda en ustedes, deben practicar al menos un día a la semana. Con esta danza irán cobrando gracia y coordinación y pronto tendrán la sutileza que todo xilam necesita.

Cansados, fueron a la plaza a comprar comida para llevar y se fueron juntos a comer a casa de Balam, platicando.

―No tengo idea de por qué los chamanes de repente tuvieron tanta urgencia de que aprendiéramos de danza ―dijo Rosa acomodando todo en la mesa.

―Se dice que las técnicas de danza son la base para todos los movimientos del xilam ―respondió Facundo―. No es de extrañarse que nos quieran diestros en ese arte.

―Pero ¿por qué a nosotros seis? ―preguntó Balam mientras todos tomaban una silla para sentarse―, ¿acaso será que…?

―¡¡¡AAAAAGGGH!!! ―todos, a excepción de Facundo, soltaron tremendos alaridos de dolor al doblar sus piernas.

―¡Mis muslos! ―chilló Narcisa―, ¡no puedo ni sentarme!

―No puede ser, apenas entrenamos hace media hora ―se quejó Ixchel―. ¿No deberían dolernos los músculos hasta mañana?

―Nunca habían bailado concheros, ¿verdad? ―preguntó Facundo, que era el único que pudo sentarse.

―No en realidad ―dijo Chava apretando los dientes por el dolor. Facundo echó a reír.

―¡Y lo que les espera! Si creen que hoy duele, esperen a mañana. Les costará sentarse, pararse, subir o bajar escaleras… ¡y hasta cuando tengan que ir al baño! Sobre todo, en los de la escuela que tiene mamparas muy frágiles y no pueden sostenerse tan fácil.

Y Facundo no exageraba. Al siguiente día en el colegio parecía un grupo de robots sin rodillas, con las piernas tiesas para subir o bajar escaleras, sosteniéndose dolorosamente de la paleta del pupitre para sentarse o levantarse. Incluso era muy notorio cuando alguno de ellos entraba al baño, ya que se escuchaban sus quejidos por todo el pasillo y casi siempre terminando en un chapoteo porque terminaban dejándose caer.

Tardaron cerca de 5 días en poder recobrar la movilidad en sus músculos cuando recibieron una visita inesperada. Eran Gerardo y Nelli, los padres de Chava.

―Por orden de los chamanes, hemos venido a entrenarlos en el arte del xilam-pixán ―dijo la madre de Chava―, el combate con la fuerza de los espíritus.



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En el texto hay: fantasia, romance juvenil, situaciones comicas

Editado: 17.11.2025

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