Balam jadeaba entre la sorpresa, el temor y un muy mal presagio que llegó a su corazón.
―¡No puedo creerlo! Sobreviviste al incendio… ¿Por qué nunca…?
―¿Te busqué? ―preguntó Alejandro, el padre de Balam―. Es simple, hijo. Tenía que dejarte solo para obligarte a crecer, a hacerte más fuerte. No podía permitir que tu primo se convirtiera en un guerrero más fuerte. Pero tu madre te hacia débil y…
―Tú la mataste, ¿no es así? ―Balam apretó los puños con rabia―. ¡Mataste a todos en la finca!
―¡Era necesario!
―Ahora lo entiendo ―Chava habló desde el otro lado de la reja―. Los chamanes veían un demonio cerca de nosotros. Ese demonio eres tú, ¿no es así?
―Cambiaste completamente porque fuiste poseído por un demonio ―acusó Balam.
―Al principio no podía comprenderlo ―respondió Alejandro―. Fue en una visita de negocios a la Ciudad de México. Me entrevisté en casa de un millonario coleccionista y entre su colección había un macuahuitl muy antiguo y desgastado ―al decir eso, el hombre levantó en su mano el arma mesoamericana―. Algo me llamó en ella y la toqué. Fue como si algo me golpeara en el pecho con tanta fuerza que me dejó aturdido.
―El demonio entró en ti en ese momento ―musitó Balam.
―Fueron años de confusión. Yo sabía que hubo una razón importante para estar en este cuerpo, pero al tener dos memorias, la del hombre vivo y la del espíritu antiguo, olvidaba quién era. Pero había algo que siempre me obsesionó. Mi hijo varón, él tenía que convertirse en el dios guerrero.
―Por eso tan de repente te volviste tan exigente con Balam ―dijo Chava.
―Pero tus padres fueron a llorarle a mi mujer por mis tratos y ella se decidió abandonarme. Yo no podía permitirlo. Si te soy honesto, también tú debías morir, Chava, tus padres eran los únicos que debían permanecer con vida para que entrenaran a Balam mientras yo me preparaba para mi despertar. Pero bueno, no importa, ahora ya él está aquí, y gracias a él tengo los glifos y… ―el hombre levantó la bolsa con los glifos en su mano y la colocó en un hueco en el trono―. Pronto el sol se estará poniendo y, cuando lo haga, la luz entrará de lleno trayendo el alma del dios guerrero hacia este recinto. Y cuando Balam absorba toda la energía del dios, entonces me fusionaré con él… ―dicho esto, Balam fue apresado en el suelo por pesadas cadenas que lo mantuvieron prisionero sobre la piedra fría. Rosa corrió hacia él tratando de liberarlo mientras Alejandro reía y se burlaba de ella.
―En tu ambición ―Chava hablaba con voz desgarradora―, me has quitado lo que más amaba. ¡Te voy a devolver el daño que me hiciste!
―Oh, cómo lo siento ―dijo el hombre en un tono fingido de condescendencia―, pero un sacrificio es necesario para poder fusionarme con el cuerpo de mi hijo.
―Sólo que no fue usted quien hizo el sacrificio, sino Chava ―reclamó Rosa.
―Tienes razón… En ese caso… ―el hombre creció repentinamente mientras sus piernas se transformaban en gruesas garras que se clavaron sobre el cuello de Tapón. El hombrecillo cayó con las manos cubriendo su cuello lleno de sangre.
―¡Mataste a tu aliado! ―Gruñó Balam.
―Es sólo uno de un par de decenas que me han entregado su lealtad. Al parecer, ustedes chiquillos revoltosos, están queriendo cambiar las reglas de sus clanes y eso no los tiene nada contentos. ―Alejando tomó la sangre de su víctima y ungió su propio cuerpo y el de su hijo con ella.
―¡Balam! ―Rosa lloraba―. ¡No puedo liberarte!
―Rosa, escúchame ―Balam intentaba mantenerse en calma―, es el momento en que más debes concentrarte, eres la diosa de la tierra, tú puedes… ―fueron interrumpidos por la sonora carcajada de Alejandro.
―¡Qué ternura! Pero no te preocupes, preciosa. Es sabido que los dioses guerreros deben estar unidos por lazos familiares. Una vez que mi alma quede fusionada en el cuerpo de Balam te desposaré ―el hombre tomó el rostro de su hijo―, y podrás seguir gozando de este bello rostro.
―¿Cómo se atreve? ―Rosa se puso en pie, enfadada―. ¿Cómo se atreve a decidir qué hará de nosotros? ―las trenzas se le iban deshaciendo.
―¡Oh no! Creo que la diosa está enfadada ―el hombre seguía en su gesto de sorna―. ¡Qué pena que no puedas hacerme nada! ―él señaló la gruesa cadena en su cuello―. La única forma de matar a un demonio es cortando el cuello del cuerpo poseído, y esto no permitirá que me hagas daño alguno.
―¿Quiere apostar?
Los ojos de Rosa centellaron en una luz ámbar que iluminó toda la cámara, lanzando al hombre lejos. Ella caminó hacia él mientras sus trenzas se transformaban en serpientes que emanaban también un brillo ámbar de sus ojos.
―Gracias por despertarme al fin ―de la garganta de Rosa parecían salir dos voces―. Ahora veo la reencarnación anterior con claridad, la forma en que traicionaste a tu madre y hermanos por ambición ―otro estallido y Alejandro salió disparado hacia la pared―. Pero esta vez no habrá oportunidad, demonio. Tú tiempo en la tierra pasó y es momento de que regreses al averno donde perteneces.
La luz de sol poniente comenzaba a filtrarse por un pasillo en lontananza. Chava vio cómo iluminaba por debajo del trono.
―¡Cisa! ―dijo en voz baja―, ¡rápido! Toma la forma de tu nagual, cabrás entre los barrotes. Toma los glifos y lánzalos hacia acá y ayuda a Rosa. Yo trataré de desatar a Balam.
Narcisa asintió, tomó la forma de pavorreal y se deslizó sin dificultad entre los barrotes mientras el demonio continuaba siendo golpeado una y otra vez por Rosa. Corrió a tomar el saco con los glifos y los lanzó hacia Chava. Narcisa se reconvirtió y voló hacia el demonio emitiendo un grito ensordecedor que lo terminó de aturdir.
Chava guardó los glifos en su bolsillo y, convertido en jaguar fue hacia Balam. Desde los barrotes era un poco difícil alcanzarlo, pero se las ingenió para rasgar parte de las cadenas, dejando que Balam se lograra sentar.
―Conviértete, Balam ―dijo Chava en un gesto amargo―, no alcanzo el resto de las cadenas, pero convertido en gorila podrás desatarte.