Ximantsi 2. Bajo la luna de Ximantsi

Miel y limón

Banxu llevaba apenas un par de meses en la aldea de los tuki y fue tiempo suficiente para darse cuenta de que los alegatos de los científicos que habían interactuado con ellos estaban completamente equivocados. Ellos decían que los tuki eran seres de inteligencia inferior, huraños, desorganizados y poco civilizados. Pero la única diferencia entre los mboho y los tuki, era que estos seres pequeños de bocas y narices prominentes no tenían el concepto de la propiedad privada ni ambicionaban reconocimiento como la mayoría de los mboho. De hecho, Banxu creía firmemente que esos seres eran mucho más inteligentes, ya que, sin necesidad de asistir a enseñanza especializada, conocían tanto de ciencias, historia y arte como el más sabio de los mboho.

Y más notorio era en Yichijyalho, el más viejo y sabio de los tukis, quien era dirigente de la aldea al que todos llamaban cariñosamente Yich. No había tema del que hablara, que Yich no conociera. Banxu lo admiró desde el día que lo conoció y pasaba horas a diario charlando con él, escuchando las interesantes historias que platicaba sobre el Hemi.

Por el sabio se enteró de cómo sucedió la triple posesión del zuthu, y ese mismo día vio la transformación de Bosthi en una especie de oso. No era peligroso, pero si ya de por sí Bosthi era un gruñón, convertido en oso era aún peor.

Vivía como un ermitaño, en una cabaña de madera en las orillas de la aldea. Parecía no tener interés alguno en socializar con nadie, pero no había almuerzo o cena que no compartiera con los tuki; siempre refunfuñando, dejando salir algún insulto de vez en cuando y sin charlar con nadie, pero simplemente nunca comía solo y por nada del mundo se alejaba de esa aldea.

Yich le había contado a Banxu que alrededor de un año atrás, los mboho crearon un túnel que desviaba la energía del ka con el fin de usarla en beneficio de sus ciudades. Por desgracia este desvío de energía debilitaba los suelos que se alimentaban de ella para hacer germinar los cultivos. Banxu sintió una combinación de enojo y aprensión, quien había aprobado el desvío de esa energía era el consejero Toke, aquel ambicioso sujeto que estuvo a punto de asesinarlas a ella y a Feza con tal de obtener el poder de la hechicera Uthe. Pero fue entonces que el agrónomo demostró que debajo de esa fachada gruñona, había un mboho justo y lleno de bondad, había dedicado todos sus conocimientos para crear fertilizantes biológicos que ayudaron a las cosechas, quizá no tanto como lo hacía la energía del ka, pero al fin y al cabo salvó a los tuki de la carencia.

El sabio, entre muchas de sus habilidades, era un vidente. No podía ver muy a futuro, sólo las cosas que sucederían a lo mucho un par de días después, pero todas sus predicciones eran totalmente acertadas. Él predijo la llegada de Banxu, y ahora ella, comprendía la angustia que su amigo Ndomi vivió por años, Yich decía que Banxu había llegado con el fin de ayudar a Bosthi a vencer el mal que les acechaba y Banxu sintió que esa era demasiada responsabilidad para ella, tal como debió ser para Ndomi la responsabilidad de develar los secretos de la isla de Uthe y con el problema adicional de cargar con su amiga embarazada.

Pero el agrónomo era escéptico al respecto, consideraba a Banxu una debilucha llorona y lo peor era que Banxu era tan frágil que bastaba con que le levantara la voz para que los ojos se le humedecieran.

Extrañaba mucho a Ndomi, él siempre le ayudó a defenderse de quienes la molestaban, todo el tiempo que estuvo cerca de él, nadie la hizo llorar, pero ahora que él estaba lejos, simplemente no podía controlar el llanto.

Una tarde, Banxu ayudaba a la anciana Chheze, prima del sabio, a recoger leña para la cena, caminaba de regreso con un montón de troncos en sus manos que le impedían ver lo dónde caminaba y pisó algún objeto cilíndrico que la hizo dar traspiés, cayó de sentón sobre la tierra, regando todos los troncos a su alrededor. Bosthi estaba frente a ella con los ojos inyectados en sangre.

―¿Tienes que ser tan torpe? ―gruñó.

―Perdón, no veía por donde pisaba y…

―¡Mira lo que hiciste con mis retoños!

Banxu observó una serie de retoños de maíz aplastados por sus troncos. Volteó a ver a Bosthi musitando una disculpa.

―No sé a qué demonios viniste si no a causar más problemas de los que ya…

―Mejor no enfadarse, agrónomo ―dijo calmadamente la anciana Chheze―, ella tropezó con eso. ―Señaló una jarra de madera―. Esa jarra es tuya y como de costumbre, la dejaste tirada descuidadamente en el suelo. En otras palabras, lo que pasó a tus retoños fue culpa tuya.

Bosthi le lanzó una mirada inquisidora a la anciana, pero ella no se inmutó en lo absoluto. Banxu comenzó a levantar los leños con los ojos empapados en lágrimas.

―¡Y no me veas con esos ojos de tercera dimensión! ―regañó la anciana―, reconoce tu culpa y quítate ese corajito de una vez por todas.

Bosthi apretó los dientes y se alejó de ellas musitando algunos insultos en lo bajo. Banxu terminó de recoger toda la madera, llegó hasta el centro del pueblo, dejó caer los leños y enjugó sus lágrimas dejando su rostro lleno de lodo. Chheze rio.

―¡Querida!, pareces una cría, ve nada más cómo dejaste tu carita entre la tierra y las lágrimas.

―¿Por qué es tan malo conmigo? Yo nunca le he hecho nada.

―Desde que conocemos al agrónomo siempre ha sido así de corajudo. Los investigadores que llegaron a venir al Hemi no interactuaban mucho con nosotros y ,cuando lo hacían, solían ser groseros y muy fríos. Si no fuera por ti, nos hubiéramos quedado con la idea de que todos los mboho tienen muy mal carácter.

―Él es el mboho más gruñón que he conocido en mi vida.

Las aldeas de los tuki eran tan pequeñas que las familias acostumbraban a reunirse en el centro de la misma para compartir los alimentos todos los días, por lo que los víveres eran todos almacenados en troncos huecos que había alrededor de la hoguera principal. Chheze sacó un limón de uno de esos troncos y un tarro de miel de otro, fue hasta una mesa de madera e invitó a Banxu a sentarse con ella.




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