Las lunas de Hatso no eran visibles debido a que el enorme planeta cubría por completo el sol, pero la transformación de Bosthi les hizo saber que todas las lunas estaban en posición para que llegara Uxjua. Pero de nuevo, el tiempo pasó y la bestia no aparecía, los aldeanos celebraban, pero Yich y Chheze no estaban del todo convencidos de que hubiera motivo de celebrar.
―Ya pasó una hora ―dijo la anciana―, supongo que de nuevo no vendrá.
―Bosthi ya no es su prioridad ―dijo Banxu
―¿De qué hablas?
―Debe estar viajando hacia las islas ―dijo ella―, quiere derrotar a su propio hijo.
―¿Es capaz de asesinar a su propio hijo? ―preguntó Bosthi, asombrado.
―Xingu se lo entregó a Ndomi para que lo protegiera ―comentó Chheze―, Uxjua debe sentir su presencia y buscará asesinarlo. El odio de la bestia es tan grande que Hojai no es capaz de proteger a su propio hijo.
―Tenemos que buscar un besia ―dijo Bosthi levantándose―, Uxjua no es tan veloz como para llegar si quiera a la costa en lo que dura la transformación, pero no quiero que encuentre víctimas en las aldeas que están a su paso.
Los cuatro salieron de inmediato hacia las montañas por un besia y viajaron hacia la costa. Desde el cielo oscuro era difícil ver algo entre el bosque, así que se guiaron por el instinto del agrónomo. Media hora después, la piel de Bosthi se erizó por completo.
―¡Están abajo! ―Gritó él señalando dos figuras que apenas se distinguían entre el bosque nevado.
Las aves bajaron en picada, aun no aterrizaban cuando Bosthi saltó en cuatro patas corriendo hacia su hermano. Le dio alcance a los pocos metros y ambos rodaron en el suelo, gruñendo y atacándose mutuamente.
―Xingu, detenlo ―gritó Banxu―, quiere asesinar a tu hijo.
―¡Lo sé! ―chilló Xingu.
―¿Por qué no lo detienes?
―¡No puedo hacerle daño!
Xingu se unió a la pelea, lanzando hechizos. Era difícil decir si defendía a Hojai o lo atacaba, era como si se debatiera entre aniquilarlo y salvarlo de Bosthi.
Bosthi se lanzó con las fauces abierta hacia Hojai, Xingu se interpuso y Bosthi, sin quererlo, hincó sus dientes en su cuello. Cayó en el hielo, gravemente herida.
―¡Xingu! ―aulló Uxjua, lanzó un zarpazo a su hermano y corrió hacia ella―. ¡No! ¡No te permitiré asesinarla!
―¿Aún estás ahí, Hojai? ―gritó Yich―. Tienes que luchar contra esa bestia. Xingu puede morir por culpa de ese zuthu.
―¡Nunca se lo permitiría! ―gruñó la bestia.
―¡Tienes que luchar contra él, Hojai! ―gruñó Bosthi haciéndolo caer de espaldas, se puso encima de él enseñando sus dientes―, Uxjua quiere que mates a tu propio hijo porque significa una amenaza para él, no puedes permitirle que asesine a tu propio hijo.
―¿Mi… hijo?
Fue como si de pronto las facciones de Hojai sobresalieran desde las de Uxjua. La bestia gruñó y lanzó lejos a Bosthi.
―¡No! ¡Nos están engañando! ¡No los escuches!
―¡Lucha contra él, Hojai! ―decía Chheze mientras el sabio y Banxu conjuraban a los espíritus para sanar la herida de Xingu.
―La herida ha cerrado ―dijo Banxu, suspirando de alivio.
―¡Sólo déjame avanzar un poco! ¡Acabaremos con esto! ―gruñía Uxjua.
―¡No! ―se dijo a sí mismo con voz menos gutural―. ¡Deténganme! ¡Ya casi es hora de que la posesión termine! ¡Deténganme hasta que logre transformarme!
Bosthi no dudó en lanzarse encima de su hermano. Tuvo que luchar contra él para evitar que lo hiriera, pero al fin de algunos minutos, ambos se redujeron en tamaño, el pelaje desapareció y quedaron dos mboho, jadeando en el hielo.
Bosthi, Xingu y Hojai se acurrucaban entre el pelaje de los besia mientras Yich encendía una fogata.
―No estaba seguro del todo de que fuera hijo mío ―decía Hojai―, los celos me mataban y eso ayudaba a Uxjua a convencerme de asesinarlo.
―¿Nunca le dijiste que yo no te había tocado desde hacía…? ―comenzó a preguntar Bosthi, pero Xingu negó interrumpiéndolo.
―De ella nunca obtendrás respuestas ―dijo Hojai, mirando a Xingu―, jamás te responderá.
―Xingu, ahora comprendo por qué me traicionaste con mi propio hermano. Él era el amor de tu vida, no yo ―dijo Bosthi―. Xingu, Hojai… yo los he perdonado, sé que soy parte del círculo de protectores, y aunque aun no comprendo cuál es su papel en esta misión, sé que el mal nos ha estado poniendo trampas. Yo ―Bosthi abrazó a Banxu―, he encontrado al amor de mi vida. Eso de los matrimonios arreglados puede nublar nuestra vista, ahora entiendo que fuiste forzada a casarte conmigo, pero el amor verdadero lo tenías en Hojai.
―Lo siento, Bosthi ―mustió Hojai―, yo realmente me sentí destrozado cuando me di cuenta del daño que te podía causar, pero amo a Xingu más de lo que te imaginas…
―Sí, lo sé, si hubiera conocido a Banxu en esos días, yo también me habría visto tentado a abandonar a Xingu. Pero hay algo que me inquieta.
―¿Qué?
―Síganme.
Bosthi se levantó. Hizo a todos subir a los besia y los guio hacia un edificio cercano.
―Esto es la réplica de una prisión ¿Estás seguro, Bosthi? ―titubeó Banxu al ver que se acercaban a un palacio de justicia.
―Tienen que ver esto. Yich, conjura el poder de las almas de los Tuki y ten lista la protección para cuando tengamos que salir.
Debido a su transformación, ninguno de los tres traía ropa lo suficientemente abrigadora para resistir el frío. Tiritando, entraron en la prisión, cruzaron el oscuro umbral, Banxu se abrazaba de Bosthi mientras se escuchaban lamentos en la oscuridad.
―¿Qué son esos lamentos? ―preguntó Xingu, temerosa.
―Sólo esperen un momento, estén alertas, quizá tengamos que defendernos.
No pasó mucho tiempo para que los espectros aparecieran, eran decenas y se veían mucho más enfadados que los del palacio de justicia de Tse. Bosthi ordenó atacar.
Xingu quedó tirada en el suelo, observando a una mujer que vomitaba sangre, diciendo que no entendía por qué su madre no hacía nada por aliviar su enfermedad, a su lado estaba un hombre con la piel carbonizada, chillando de dolor y pidiendo que le liberaran.