Ximantsi 2. Bajo la luna de Ximantsi

La isla de Banxu

Habían pasado diez días desde la muerte de Banxu y toda la comunidad estaba congregada en la isla, cenando al aire libre como lo acostumbraban los Tuki. Bosthi se sentía menos deprimido, charlaba con su hermano y su cuñada sobre vivencias pasadas y planes del futuro con sus hijos.

Ndomi estaba en el malecón, observando cuatro de las lunas brillando en el cielo, Feza se acercó a él llevándole un plato de pescado frito.

―Toma, papá ―dijo con una sonrisa―, lo hice yo misma.

―Gracias, amor, te lo agradezco. Ven, siéntate conmigo. ―Feza y Ndomi se sentaron sobre la madera y comenzaron a cenar.

―¿Te puedo hacer una pregunta, papá?

―Dime.

―¿Por qué nunca te casaste?

―¿La verdad? ―dijo él sonriendo―, ni yo mismo lo sé. Creo que me siento mejor estando solo.

―Sé que Banxu en realidad no era mi madre biológica, pero aun así siento a sus hijos como mis medios hermanos. Aunque quisiera saber lo que se siente ser parte de una familia completa.

―¿De qué hablas? ―Ndomi le empujó la frente con su dedo índice―, tienes decenas de padres, madres, abuelos y hermanos en esta isla.

―Lo sé, pero… ―la jovencita rio―, es que no me gusta verte solo. A veces quisiera llegar a una casa donde estés tú con una mujer a la que yo pueda llamar mamá, y que…

―Mi vida, estoy bien ―Ndomi le dio un beso en la frente a su hija―, lo único que yo lamento es haber convivido tan poco contigo en tus primeros años de vida. Yo no puedo sentirme solo mientras mi pequeña esté conmigo.

Feza sonrió, Ndomi continuó comiendo, observando hacia el mar. En realidad, le había mentido a Feza. Él nunca hablaba al respecto, pero en su corazón, lo que más deseaba era encontrar a una mujer que le hiciera sentir lo que vio en aquel sueño, un sueño que, posiblemente, haya sido el recuerdo de alguien más, quizá el chico de aquella foto que , posiblemente, amó a la hechicera Uthe con toda el alma. A veces pensaba que estaba loco, nadie podía enamorarse así de un sueño, pero algo le decía que ese sentimiento era real, y que algún día en su vida, podría encontrar a alguien que lo enamorara de esa misma forma e iniciar con ella la vida que tanto había deseado desde aquel sueño. En esos años, él mismo había imaginado una y mil posibilidades de lo que ocurriría cuando al fin la encontrara. Pero los años pasaban y no llegaba absolutamente nadie que lo hiciera sentir de esa forma.

―¡Ha florecido! ¡El árbol de mamá ha florecido! ―gritó uno de los hijos de Banxu.

Todos corrieron de inmediato a la casa de Kuamba, en efecto, aquel framboyán estaba lleno de flores blancas entre sus flores naranjas. Bosthi se acercó con una sonrisa de dolor, arrancó una de las flores y la inhaló con fuerza.

―Ella dio su vida por todos nosotros, no me extraña que floreciera en tan poco tiempo.

―Banxu dio la vida por nosotros, tal como dices ―dijo Kuamba―. Nosotros siempre nos referimos a este lugar simplemente como “nuestra isla”. Nunca hemos hablado de bautizarla. ¿Les parecería bien si en honor al sacrificio de mi nieta, la bautizamos como la isla de Banxu?

La comunidad intercambió miradas, sonriendo y asintiendo. La cena continuó en los alrededores del árbol y, terminando, Bosthi se recargó en el tronco del árbol con una sonrisa relajada, volteó a ver las flores y sonrió.

―Sé que no fue una despedida ―dijo en lo bajo―. Me aseguraré de que Mbanga, Feza y Ndomi cumplan su destino, y cuando me reúna contigo, no me separaré de ti, jamás.




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