Ximantsi 3. El amante de la sacerdotiza

El artista

Un pequeño y destartalado barco llegaba al puerto de Tse. El sol había quedado oculto detrás del enorme planeta gaseoso de Hatso y el clima invernal comenzaba a sentirse en toda su potencia en la luna que era Ximantsi. Ese sería el último barco de la temporada, ya que el mar de Yothi comenzaba a congelarse y sería imposible navegar en él en los siguientes meses.

La sacerdotisa Uthe bajaba del barco con su mejor amiga, la vidente Bete, ambas frotando sus manos para generar un poco de calor.

―Pues henos aquí ―exclamó Bete resoplando vaho caliente entre sus manos―, en el mundo real, luego de ocho largos años.

―Behe estará complacido de saber que su diseño resistió tanto tiempo tan cerca del Made ―Comentó Uthe―, sólo espero que el consejo Bamhña me apruebe otros cinco años.

―¿Ya presentaste tu propuesta?

―Lo haré hoy. Tengo una cita en la tarde con el consejero Jutsi y no quitaré el dedo del renglón, avancé mucho con mi investigación y no pretendo dejarla sólo porque el consejo tiene prisa en casarme.

―Sí, esa imposición apesta, pero ¿qué quieres?, yo ya me resigné.

―A mí no me van a convencer de hacer la dichosa lista. ―Uthe chasqueó la lengua―. Ya tengo el mugroso haki, ¿no? No entiendo por qué no me dan la autorización de permanecer como célibe.

―¿No tienes el más mínimo interés en el matrimonio?

―¡Te lo he dicho mil veces! ―Uthe entornó los ojos, frustrada―, aun cuando no tenía el haki no me interesaba contraer matrimonio, ahora que lo tengo puesto, menos.

―Bueno ―Bete rio―, es que cuando cumplimos los dieciséis aún estaba esa ley de los matrimonios arreglados. Y los candidatos que nos habían elegido… ¡bueno! Eran una pesadilla.

―Qué afortunados fueron Behe y Roha el poder casarse en secreto, sin que el consejo se diera cuenta. No entiendo por qué no dejan a la gente elegir pareja por amor, como se hacía antaño.

―Menos mal que nos aceptaron el proyecto de investigación cerca del Made o ya estaríamos casadas con el señor “llorón” y el señor “creo-saberlo-todo”.

―Al menos cuando hice mi primera solicitud, aún vivía el guardia Romui ―Uthe suspiró―, él no dudaría en autorizarme esta prórroga que necesito.

―Pero él ya no está, amiga, y Jutsi es un hueso duro de roer, así que sé muy fuerte.

Uthe y Bete rieron mientras se encaminaban por las calles de Tse. Se burlaban del sistema, del gran fallo que fue el programa de matrimonios arreglados y del futuro incierto que le veían al nuevo sistema del Consejo Thati. Ellas como sacerdotisa y vidente, sabían que difícilmente se podría encontrar lo que llamaban “pareja ideal” asesorados por un grupo de videntes. El amor era el sentimiento más complejo que podría haber entre cualquier mboho y que los arrogantes miembros de un consejo pensaran que podrían ayudarles a elegir las parejas ideales era un proyecto demasiado ambicioso.

Se instalaron en unos apartamentos cercanos a la zona comercial de Tse. Ambas ingresarían como profesoras en el colegio superior unos días después. Uthe se puso un vestido verde esmeralda y encima una capa blanca con botonadura verde, en esos días ya se permitía que las mujeres usaran pantalones, pero era considerado informal y ella quería verse lo más sobria posible para su reunión con el consejero Jutsi.

Uthe tenía cabello, labios y ojos negros, una combinación muy común en su mundo, tanto que no llamaría mucho la atención de no ser por su piel tan blanca que parecía hecha de porcelana. Por momentos sentía un poco de envidia de que su amiga tuviera siempre tanto éxito entre los chicos, pues Bete era muy atractiva.

Pero para Uthe había algo más, no había conocido a nadie con quien imaginara pasar el resto de su vida, podría tener cien candidatos en su lista, pero estaba segura de que ninguno sería el indicado. Si tan solo el consejo le permitiera quitarse el haki y dejar que su corazón eligiera…

Uthe sacudió su cabeza, tratando de quitarse esa idea, no le gustaba pensar en cosas que jamás sucederían.

Se encaminó con paso firme hasta las oficinas del consejo y pacientemente esperó a ser llamada por el consejero Jutsi. Una vez que la asistente le indicó que podía ingresar, Uthe inhaló con fuerza e ingresó con un gesto de total seguridad.

―Adelante, sacerdotisa ―el consejero señaló una silla invitando a Uthe a sentarse―, ¿cómo le fue con sus investigaciones en el Made?

―Excelente. De hecho, la revisión de mis resultados me ha hecho llegar a la conclusión de que hay grandes oportunidades de sintetizar un poder que mantendría vivas las estructuras de forma permanentemente cerca del Made.

―Sí, algo leí en su informe ―el consejero se echó hacia atrás en su sillón abriendo un escrito que tenía en mano―, pero hay algo que ha mantenido escépticos al consejo Bamhña. Lejos del continente no hay forma de concentrar la energía de los espíritus que usted menciona en su informe, ¿cómo puede obtener…?

―No hay energía de espíritus mboho cerca del Made ― interrumpió Uthe. El consejero no pareció tomar a bien el ser interrumpido de ese modo ―, pero hay energía de otros espíritus, los seres de agua tienen cementerios muy cerca del Made y sus almas mantienen un aura de gran poder en esa zona.

―¿Los gimfi? Sacerdotisa, ―el consejero rio con sorna―, los gimfi son criaturas inferiores, sus almas jamás podrían emanar tanto poder como para ser usado en las estructuras que usted menciona en su informe.

―¿Seres inferiores? Quizá podrían reconsiderar un poco ese concepto, le recuerdo que aún el más poderoso de los videntes es incapaz de predecir con tanta precisión como…

―Sí, muy precisos quizá. Pero con tan poca inteligencia que son incapaces de expresarlo claramente, sólo se la pasan con sus cánticos incoherentes, burlándose de que no entendemos una palabra de lo que dicen.

―Tal vez entendemos poco de ellos ―Uthe comenzaba a molestarse y no podía ocultarlo, el tono de su voz se hacía severo―, pero es justamente porque nunca nos hemos dado a la tarea de entablar relaciones diplomáticas con ese pueblo, su lo hacemos tal vez nos daríamos cuenta de que no son tan inferiores como se piensa.




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