Ximantsi 3. El amante de la sacerdotiza

Las ruinas de Kutsi

Los últimos dos meses de clases fueron un tanto estresantes para los alumnos de último grado. Aparte de sus exámenes, tuvieron que hacer los trámites necesarios para iniciarse como practicantes lo que los obligaba a presentar sus solicitudes, ya sea en el mismo colegio, o en instituciones de la república.

Dumui había sido aceptado por completo por sus compañeros de clase, sin embargo, el joven era tan ermitaño que no se permitía a sí mismo pasar demasiado tiempo en convivencia con nadie. La mayoría había pedido hacer sus prácticas en el colegio medio y Dumui optó por pedir ser asistente de la profesora Uthe en el colegio superior. Ella no dudó en autorizar su petición en seguida.

El periodo vacacional de verano se acercaba y los alumnos aprovechaban esos últimos días en el colegio para planear la visita a la isla de Kutsi. Sólo ellos sabían que el proyecto que propusieron era un acto de rebeldía disfrazado, ayudarían a la profesora a avanzar en la investigación que había dejado trunca un año atrás. Esa sensación de estar rompiendo las reglas mantenía a todos con la adrenalina elevada.

El único fuera del grupo que sabía todo era el practicante Toho, y era uno de los que estaba más entusiasmado con la idea. Como botánico, había comenzado a planear una estrategia completa para que, en caso de lograrse la isla, llenarla de vegetación en poco tiempo.

El día de clausura llegó en una tarde lluviosa. Uthe fue llamada por Dañu para tomarse junto con ellos una fotografía grupal, el chico había recibido una cámara fotográfica como regalo por su graduación y deseaba que su primera fotografía fuera con todos sus compañeros.

Después de la foto, los alumnos jugueteaban entre los charcos que se habían entibiado por la luz radiante del sol que de vez en vez se asomaba entre las nubes y que mantenía a Ximantsi en una temperatura muy agradable. Uthe encontró a Bete regañando a algunos de ellos por haber manchado sus ropas con lodo. Sonrió y continuó su camino, ella misma vio a otros alumnos haciendo el juego de jalar la cuerda rodeando un charco de lodo, pero no les dijo nada, los dejó divertirse a su modo. Dumui estaba sentado sobre la balaustrada observando divertido a sus compañeros.

―¿Por qué no estás jugando con ellos? ―preguntó la profesora.

―No soy de los que juegan.

―Pero te divierte verlos.

―Bueno ―Dumui sonrió aún más―, será más divertido cuando vea la cara del profesor Yomi al verlos llegar con sus trajes de gala llenos de lodo.

―Sí ―Uthe rio―, tienes razón, eso será aún más divertido.

El grupo de la izquierda terminó por jalar hacia el charco de lodo al grupo de la derecha. Los ganadores aun sostenían la cuerda desternillándose de risa.

―Vea esto ―dijo Dumui con una sonrisa maliciosa. En ese momento, el equipo perdedor jaló con fuerza la cuerda haciendo que los demás también cayeran en el lodo. Dumui comenzó a reír.

―¿Qué hiciste? ―preguntó Uthe en tono regañón, pero con una sonrisa.

―Sólo les di la idea de jalar la cuerda al mismo tiempo y a los otros les di la idea de apretar la cuerda en ese mismo instante.

―Eres, después de todo, un chamaco maldoso como todos tus compañeros. ―Uthe dio un ligero golpe en la nuca de Dumui, él sólo se agachó riendo.

―Seré el único con la ropa limpia ―Dumui bajó de la balaustrada de un salto. Uthe observó que él llevaba un traje muy antiguo, raído de color azul marino.

―Te ves bastante bien. Qué lástima que estas ropas antiguas sólo se usen en celebraciones como esta.

Dumui observó a la profesora, ella llevaba un vestido verde esmeralda con un ligero escote, entallada en la cintura y una falda y mangas amplias que terminaban en una cinta plateada.

―Es una lástima que no hayamos vivido en la antigüedad, en los primeros días de la república.

―¿Por qué lo dices?

―Usted está de acuerdo conmigo, profesora, eso de los matrimonios arreglados, honestamente… Creo que las cosas eran mejores en tiempos pasados, cuando la tecnología no estaba tan avanzada. Tener la libertad de buscar el amor por cuenta propia es lo mejor que nos podría suceder, en tiempos pasados no había tantos zuthus como los hay ahora, los sabios culpan al amor de los zuthus porque no quieren darse cuenta que el materialismo y esa hambre de controlar todo por medio de la ciencia nos ha hecho ambiciosos, no quieren aceptar que esa codicia es la que atrae a los demonios y no el amor.

―Vaya Dumui, eso fue profundo. Pero mira, vivimos en una sociedad y por mucho que no nos guste, debemos apegarnos a las reglas.

―Eso ―Dumui carraspeó―, viene de la boca de la profesora que nos llevará a una isla a quebrantar un montón de reglas.

―Bien, jaque mate ―rio Uthe―, pero romper la regla de celibato y atreverse a enamorarse sin autorización del consejo es condenarse a sí mismo a la infelicidad. ¿Sabes lo que pasaría si te vas con alguien sin que el consejo lo apruebe?

―Sí, que me separarían de ella, nos apresarían a ambos y nos mantendrían en claustros sin dejarnos volver a vernos jamás. ―Dumui suspiró―. Pero yo estaría dispuesto a arriesgarme, una sola noche con la mujer que amo valdría mucho más que toda una vida con una mujer con quien me obligan a casarme.

―Eres un romántico, ¿no es así? Siempre creí que el romanticismo se había perdido con la invención del haki.

―Eso viene del corazón, y el haki jamás podrá congelar el corazón de alguien que sabe amar. ―Dumui observó atentamente a la profesora, ella sonrió con amargura.

―Creí ser la única a la que le gusta la historia antigua ―le comentó―, después del error que fue el sistema monárquico, fue una época de paz y romanticismo.

―De hecho, es usted a la única persona que conozco que podría entender esto: Haber coincidido en este mundo, fue para mí la más grande bendición que me pudieron dar los espíritus. Por ti daría la vida, por ti daría la muerte, y si la muerte ha de alcanzarme en juventud, mi último deseo sería llevarme el recuerdo de haberte amado ―Dumui habló en una lengua antigua que, en efecto, Uthe comprendió.




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