Ximantsi 3. El amante de la sacerdotiza

La lista de Dumui

Uthe y Zoni, que eran sacerdotisas, se encargaron de hacer emanar la energía del cementerio acuático hacia la isla; Toho, quien era aprendiz de botánico se encargó de sembrar la semilla de la vida; los zoólogos ayudaron atrayendo animales de la zona continental y los geólogos ayudaron a crear ríos y lagos de agua dulce. La isla aún se veía estéril, pero al menos una cascada en forma de cola de caballo le daba algo de vida. Esa misma tarde abordaron el barco para ir de regreso a Kutsi.

Ya sin preocupación, Dumui comió abundantemente y, tras confiar la navegación a los animales, se quedó profundamente dormido en un camastro en la cubierta. Kuhu salía de la zona de camarotes y se acercó a él en silencio, no dijo nada, simplemente se quedó sentada a su lado, mirándolo con atención. Zoni, Toho y Sefi se acercaron a ella.

―¿Qué estás…? ―Pero Kuhu les chitó indicando que guardaran silencio.

―No quiero despertarlo ―dijo en lo bajo e hizo una seña de que se alejaran.

―¿Qué tanto le mirabas? ―preguntó Sefi.

―Nada, simplemente me preguntaba si debería poner a Dumui en mi lista thati.

―¿Estás considerarlo incluirlo?

―¿Qué tendría de extraño?

―Todo él es extraño ―dijo Daye.

―Yo pienso incluirlo ―dijo Zoni con timidez.

―¿Qué? ―gruñó Toho―, ¿y por qué querrías agregarlo?

―No es atractivo, pero es un buen amigo ―argumentó Zoni―, lo que no sé es en qué prioridad ponerlo.

―¿Te gusta Dumui? ―preguntó Sefi con un gesto de escepticismo

―Es la única persona que me ha ayudado a defenderme, me gustaría casarme con alguien capaz de protegerme.

―Esa no es razón para amar a alguien ―dijo Toho, enfadado―, es razón para admirarlo, pero no para amarlo. Además… yo también podría protegerte.

―Quizá Toho tenga razón ―Kuhu distrajo con su comentario a las demás, mientras Zoni observaba a un sonrojado Toho, boquiabierta―, mi prioridad será Dañu, es mi mejor amigo y desde que nos conocemos nos gusta pasar el tiempo juntos. Pero no sé si agregar a Dumui, no sé si estaré confundiendo el amor con el agradecimiento.

―No niego que Dumui es todo un héroe, pero es que aparte de raro ―Daye se estremeció―, está todo amarillo.

―En efecto, no es nada atractivo ―dijo Zoni―, por eso estoy dudando en qué prioridad ponerlo.

―Si estás dudando, simplemente no lo pongas ―rugió Toho.

El barco llegó a la isla de Kutsi poco antes de la puesta de sol. Los alumnos desembarcaron en la isla, pero Uthe y Dumui se quedaron en el barco, pues debía ser regresado al puerto de Tse.

Tanto Uthe como Dumui habían dormido casi toda la mañana, por lo que no sentían cansancio alguno. Ella estaba en la proa, observando en el cielo a tres de las lunas hermanas de Ximantsi, dos blancas y una rojiza, perderse ligeramente cerca del planeta gaseoso.

―¿Le gusta observar las lunas, profesora? ―Dumui se acercó a ella, recargando su espalda en la baranda.

―Me gusta observar el cielo en general.

―Haho es muy bélica ―dijo Dumui señalando la luna roja―, siempre está molestando a sus hermanas. Tukuru en cambio es muy pacífica, es la mediadora cuando hay conflicto entre ellas. Pero tsanue ―ahora señaló a la luna más pequeña y opaca―, es la más solitaria. Su órbita es tan abierta que por meses se pierde lejos de las demás, no encaja tan fácilmente y prefiere irse sola que lidiar con quien no la comprende.

―Pero ―Uthe observó a Dumui intentando ocultar una sonrisa―, bien que mal regresa de vez en cuando y se une con las otras, tiene la esperanza de ser aceptada después de todo.

―Le gusta la compañía de vez en cuando, pero sabe que no es como las demás, el resto siempre está en grupos, nunca están solas. Tsanue es muy diferente, no importa si las otras han aceptado su compañía, ella siempre será diferente y por ende las otras nunca la aceptarían completamente.

―Quizá le sorprendería saber que hay algunas que quieren su compañía eterna ―Uthe sonrió y remarcó―, quizá te sorprendería saber que quieren eternamente tu compañía. De hecho, me parece que la persona que va a encabezar tu lista está pensando en ponerte en la suya. ―Al escuchar esto, Dumui se hizo hacia atrás con un gesto de asombro.

―¿Quiere decir…? ―Dumui se había ruborizado.

―Así es, mi niño. Kuhu te pondrá en su lista. Aún está dudando, pero estoy casi segura de que teminará decidiendo agregar tu nombre.

Dumui bajó la mirada frunciendo los labios. Uthe se sorprendía de la capacidad de ese chico para ocultar sus emociones, había pasado de un esperanzador rostro de asombro a su frialdad habitual en un instante. Sin decir nada, Dumui caminó hacia la cabina. Uthe no hizo por hablar más, conociéndolo como lo conocía, era muy probable que necesitara tiempo a solas para digerir aquella maravillosa noticia que recién le había dado. Como sea, ella tampoco se sentía muy animada, por primera vez se topó con la idea de que Dumui en algún momento dejaría de ser su alumno, se casaría y formaría su propia familia, cosa que lo alejaría para siempre de ella. Se había acostumbrado tanto a su compañía que sabía que lo extrañaría tanto como a su amigo fallecido, como a sus dos amigos que no veía en años, pero saber que Dumui sería feliz era suficiente aliciente para ella.

Durante el trayecto hacia la zona continental, Dumui la pasó muy callado y pensativo. Ñah, el boquiflojo mixi, había intentado una y otra vez hablar con Uthe, y ella se lo impedía. Cada hora el mixi comenzaba con la misma frase:

―En su historia, el capitán está perdidamente enamorado de una mujer que…

―No, Ñah, por enésima vez, no quiero saber. Dumui es muy reservado al respecto y estoy segura de que se enfadará contigo si sabe que quieres delatarlo.

―Pero es que, para él, Kuhu…

―Mira Ñah, si no cierras el pico te juro por los espíritus que te cortaré los bigotes.

―¡Usted no deja platicar nada! Convenceré al capitán de que él se lo diga.




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