Ximantsi 4. El libro de los elegidos.

El consejo de guerra

El consejo de guardias de la ciudad de Danda había tenido una reunión urgente. La hechicera Uthe había atacado al menos a treinta mbohos en el último año, dejándolos en estado de locura, todos ellos culpables o sospechosos de haber cometido algún delito grave, pero a final de cuentas, esa mujer ejercía justicia de propia mano y ya había grupos que la idolatraban, lo que podía llevar a una anarquía. Después de su posesión, ella había adquirido un poder tan vasto que se hablaba de ella ya no como una sacerdotiza, sino como una hechicera.

Y unos días antes hubo algo más grave. Testigos aseguraron haberla visto salir de casa del psicólogo Bepate el día de su asesinato. Uthe, por primera vez en un año, había asesinado a alguien aparentemente inocente, y lo peor era que su esposa, la guardiana Ugi, no aparecía por ningún lado.

El capitán Behe, quien ahora era parte de la nueva fuerza aérea de su ciudad, salió directo hacia el puerto. Tomó su nave voladora personal y voló hacia el centro de Ximantsi.

Uthe estaba en su castillo, haciendo ajustes a su máquina del tiempo. Vestía pantalones ajustados y una playera holgada, llena de grasa.

―Es tan raro verte desaliñada ―dijo el capitán, entrando al castillo.

―No voy a usar ninguno de mis vestidos cuando estoy usando grasa mineral ―dijo ella apretando algunas tuercas en el aparato―. ¿Y? ¿Ya te has decidido venir a vivir a la isla?

―¿Ya te enteraste de lo de mi madre?

―Ya ―Uthe dejó la máquina y tomó una franela para quitarse la grasa de las manos―, los seres de agua me lo dijeron, no sabes cómo lo siento.

―Estaba muy triste desde que papá murió ―el capitán suspiró con una sonrisa triste―, no me dolió tanto verla partir, sabiendo que ahora está con él.

―¿Entonces? ¿Vendrás a vivir a la isla?

―Aún no. He sido llamado a ser parte de la nueva fuerza aérea ―respondió él mientras Uthe limpiaba la grasa entre sus dedos―, y ahí me he enterado de que hay supuestos grupos subversivos, gente que te busca y que quiere liberarse de las imposiciones de la república. Uthe, llevo más de año y medio buscando gente de corazón puro, y he encontrado varios. Quizá tus plegarias han sido escuchadas, y esa gente está reuniéndose para buscarte, para muchos eres una heroína.

―No lo hago por ser una heroína. Siento a los zuthus cuando vienen a nuestra luna ―dijo ella caminando hacia la sala principal―, creo que es mi deber como sacerdotisa evitar que sigan haciendo daño. A veces pienso que mi destino fue guiado por los espíritus, desde que me volví hechicera, siento que la maldad ha aumentado entre los mboho, percibo al menos un zuthu poderoso al mes.

―Sí, pero ahora se habla de que hace unos tres meses asesinaste a un inocente, a un psicólogo de la ciudad de Danda.

―¿Bepate? Bueno, ni era inocente, ni lo asesiné yo. Él era un pervertido que seducía jovencitas y luego las llevaba al suicidio sólo por el gusto de satisfacer sus deseos con ellas. Y quien lo asesinó fue su mujer.

―¿La guardiana Ugi? ―dijo Behe con asombro.

―Sí. Él registraba sus fechorías en un diario, ella lo leyó y no lo soportó, le quitó la vida.

―¡Qué increíble! ―exclamó Behe―, Ugi era considerada un prodigio, había tenido logros que ningún otro guardián tuvo en siglos.

―Sí, pero no podía brillar demasiado de cualquier forma. ¿Sabes en qué basó sus últimas investigaciones? En mis actos de justicia. Claro que ella nunca pudo aceptar que me tomaba como modelo o la habrían catalogado como rebelde.

―¿Ella te lo dijo? ―preguntó Behe―, ¿sabes dónde está?

―Está aquí en la isla, conmigo. Está muy asustada por lo que hizo ―dijo Uthe―, no tuve corazón para negarle ayuda. ¿Qué te puedo decir?, es la primera vez que siento compasión desde que el zuthu me poseyó.

―Uthe ―el capitán se sentó en una silla y la invitó a sentarse a su lado―, me siento bastante inquieto. Esto del consejo… están hablando de tenderte trampas, atraparte, acusarte de herejía. Están formando ejércitos, algo que no se veía desde la monarquía.

―Quiero ver que lo intenten.

―Lo intentarán, tenlo por seguro ―Behe tomó las manos de Uthe―, Uthe, tú eres la única amiga que me queda, no vendré a vivir a la isla hasta tener el ejército que te prometí. Si algo te pasa…

―No me pasará nada, Behe ―Uthe le palmeó las manos y las retiró―, no te pedí ese ejército para acabar con los mboho sino con las imposiciones de la república. Los mboho después de todo son…

―Traidores ―interrumpió Behe―, ve lo que nos hicieron. No vendré a vivir aquí hasta asegurarme que estaremos a salvo. De momento, cuando vayas a la zona continental, quiero que me prometas que tendrás mucho cuidado.

―Te lo prometo, Behe ―Uthe se levantó, le dio un beso en la frente―, no me voy a detener hasta tener a Roha y Dumui de nuevo con nosotros. ¿Gustas cenar? Ugi prepara una comida deliciosa.

―Claro, será un honor acompañarlas.

Uthe presentó al capitán con Ugi. La chica de sólo diecinueve años era muy introvertida y callad, se quedó en la cocina terminando la cena mientras Uthe se retiraba para asearse. Uthe se había puesto un vestido rojo de estilo antiguo, con pechera y mangas blancas, el capitán la observó atentamente.

―Nunca te he preguntado ¿por qué los vestidos antiguos? ―le preguntó. Uthe suspiró

―A Dumui le gustaba que vistiera de este modo. Vas a decir que estoy loca, pero siento que él aún está conmigo, y quiero que me vea así… como a él le gustaba.

―Lo entiendo perfectamente ―el capitán sonrió―, a mí también me gustaba mucho cómo se veía Roha cuando había ceremonias en las que usaba ese tipo de vestidos. Para mí, ella, era mi princesa.

Ugi salió de la cocina con una cacerola de sopa, tímidamente comenzó a servir y se sentó a comer con ellos. Behe y Uthe charlaban de los recuerdos que tenían de sus respectivas parejas y Ugi sólo se limitaba a escuchar.




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