Ximantsi 4. El libro de los elegidos.

El reencuentro con Uthe

Noho revisaba algunos mapas en la habitación principal del castillo de Uthe cuando alguien tocó a su puerta.

―Pase. ―La puerta se abrió y Noho se levantó de un respingo, en el umbral estaba Ndomi―. ¡Ndomi! ¡Pero qué ocurrencias, muchacho! ¿Qué haces en la isla? ¡Alguien puede verte!

―No es temporada vacacional así que no hay mucha gente en las calles ―respondió el arquitecto―, de noche todo está muy oscuro y conozco las entradas secretas del castillo, así que no tuve problema en llegar.

―De cualquier forma, te arriesgaste demasiado, debiste llamar, yo hubiera ido a la isla de Banxu para lo que sea que necesitaras.

―Lo que en realidad necesito desde hace algún tiempo, es estar en este castillo. Esperaré a la hora de cerrar ¿Crees que puedas mantener a los guardias fuera?

―Sí, por eso no hay problema. Pero ¿qué es lo que necesitas?

―Algo que he querido hacer desde que partí al Hemi ―Ndomi suspiró―, quiero revisar de nuevo los recovecos ocultos en el castillo. De hecho, yo sé que le prometí no volver a buscarla, pero quisiera intentar buscar al fantasma de Uthe una vez más.

―Sí, yo creo que es buena idea ―dijo Noho de inmediato.

―¿Buena idea? ¿Por qué piensas que es buena idea si ni siquiera te he explicado…?

―Eh… no, me refería a… ―Noho comenzó a titubear. Sonrió y dio un manotazo en el aire―. No me hagas caso, palabras que se me vienen a la boca de repente.

―Hay algo extraño en ese fantasma ―dijo Ndomi―, he visto muchos de los espectros que moran en el Hemi y ninguno es como Uthe. Los del Hemi siempre visten la misma ropa, están llenos de odio, y el color de su piel y ropas se ve opaco, como detrás de una cortina gris.

―Bueno, de entrada ―respondió Noho―, los espectros del Hemi son de personas malignas. En este lado de la luna se quedan los espectros de gente buena, y Uthe…

―Sí, es extraño ¿no? ―interrumpió Ndomi―, los libros de historia hablan de que ella era perversa y por eso atrajo a un zuthu, pero si su fantasma se quedó de este lado de la luna quiere decir que era un alma bondadosa.

―¡Pero claro que lo era! ―exclamó Noho―, si se quedó como fantasma, quiere decir que sus restos nunca fueron incinerados. Debió ser sepultada, o de lo contrario no estaría aquí penando.

―Sí, pero eso me intriga más ¿De quién era el alma que moraba en el árbol sagrado que se creía que era de ella?

―Pues… de un alma muy pura ―Noho suspiró frunciendo los labios―, también sentí curiosidad cuando supe del espectro. He leído testimonios de otros fantasmas benignos que han aparecido en Notse, se habla que son un poco más lúcidos, pero igualmente, les describen opacos y siempre llevando, aparentemente, la ropa con la que murieron.

―Uthe se ve traslúcida como el resto de los espectros, pero sus colores son vivos. ―dijo Ndomi, ensoñador―, cambia de ropa, aunque siempre usa vestidos del milenio pasado. Se le ve tan triste…

―Ndomi ―Noho frunció el entrecejo―, ¿por qué sentiste tan de repente la necesidad de saber de ella?

―¿Yo? ―Ndomi frunció los labios―. ¿Puedo contarte un secreto?

―Claro, dime.

―Me ha intrigado desde siempre, pero de una forma casi enfermiza. Yo se los dije una vez, si encontré los secretos de esta isla no fue porque me interesara replicarla. ―Ndomi volteó a ver el vitral―. Lo que siempre quise encontrar, es por qué ella sigue morando en este lugar, por qué siempre está tan triste. Cuando atacó el zuthu mis prioridades cambiaron, pero ahora que las cosas están más en paz, esa curiosidad me está carcomiendo de nuevo.

―Te entiendo ―dijo Noho con tristeza―, pues bien, espera a que den las nueve de la noche y serás libre de salir por el castillo.

Noho salió de la habitación dejando a Ndomi en espera de que llegara la hora de cerrar. Hojeó los mapas que Noho estaba revisando, casi todos ellos eran de la isla de Uthe, aquellos que él encontró años atrás, cuando vivió en esa isla. De todos, encontró una hoja de papel muy viejo y maltratado con un mapa hecho a mano, seguramente por Uthe, pero tenía anotaciones evidentemente hechas por él, pues era su letra, pero no recordaba haber tenido ese mapa en sus manos.

Dieron las nueve y el salió llevando ese mapa en su bolsillo. Colocó su mano en una de las rocas del exterior para absorber la energía del símbolo de Uthe y regresó a los aposentos, donde lo primero que hizo fue poner su mano encima del vitral. Sintió de inmediato un viento cálido, seguía siendo de noche, pero en un punto de la habitación desaparecieron los muebles y en su lugar quedó una cama con dosel. Ndomi sintió más curiosidad que nunca, en esa cama estaba el fantasma, leyendo una libreta. Estaba muerta ¿cómo es que su alma podía inventarse notas que no existían? No dijo nada, simplemente la observó atentamente por varios minutos, como hipnotizado.

El fantasma dejó caer su mano con las notas, con la cabeza agachada, derramaba lágrimas, en un llanto silencioso. Ndomi ya no pudo resistir más, se acercó a ella.

―¿Qué es lo que te tiene tan triste? ―preguntó. Uthe se sobresaltó a escucharlo.

―¿Qué demon…? ―Uthe se levantó de la cama―. ¡Rayos! creo que dejé… ―Uthe se levantó y comenzó a buscar algo. Ndomi se puso frente a ella.

―Dime ¿qué puedo hacer para que tu alma descanse? ―insistió. Uthe volteó a verlo directo a los ojos.

―¿Tú de nuevo? ―dijo casi sin aliento― ¿Cuánto tiempo ha pasado? Te ves algo mayor de la última vez que te vi.

―Trece años. Yo tenía sólo diecisiete cuando te contacté por primera vez.

―¿Qué pasó con tu esposa y tu bebé? ―preguntó Uthe, continuaba buscando en un armario.

―Mi hija está bien por ahora ―Ndomi se sentó en la cama observándola―, mi esposa… ella murió hace algunos meses. ―Uthe se detuvo y volteó a mirarlo.

―Lamento escucharlo. ¿De qué murió?

―Se sacrificó a sí misma para salvar a nuestra hija de un zuthu ―respondió Ndomi―, es una historia larga… y supongo que no estás como para largas historias.




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