Ximantsi 4. El libro de los elegidos.

El portal del tiempo

Feza y Mbanga estaban en cuclillas, rodeados del resto de los niños protectores. Se fueron incorporando lentamente.

―¡No se transformaron! ―gritó el mismo guardián que les había pedido su ayuda.

―¡Herejía! ―gritó un consejero desde la sala superior―. ¡Aniquílenlos! ¡Aniquílenlos a todos!

Los guardias apuntaron sus armas contra el grupo de jóvenes, pero los otros chicos crearon un halo de energía que evitó que la metralla llegara a ellos.

La nave de Hojai se posó justo encima, entre el caos no se escuchaba nada, pero en la escotilla se veía a Ndomi, gritando y haciendo señas de que subieran. Feza y Mbanga intercambiaron miradas y observaron a la sala donde estaba el consejo bamhña.

―¡Vayan a la nave! ―ordenó Mbanga al resto de los niños―, nosotros iremos en unos momentos.

Los jóvenes elevaron el vuelo hacia la nave, pero Feza y Mbanga no fueron hacia allá, sino hacia la sala donde estaba el consejo. El total de veinte consejeros intentaron huir cuando las puertas se cerraron de golpe. Los ojos de ambos chicos brillaban y sus cabelleras flotaban, viéndose como dos aterradores espectros.

―Fueron ustedes ―dijo Feza, con decepción―, ustedes cometieron genocidio para atraer a los zuthus y ponernos una trampa.

―Están conscientes de que nosotros estamos aquí para proteger Ximantsi ―dijo Mbanga―, pero temen que nuestro poder les quite el control de este mundo.

―¡Guardias! ¡Guardias, aniquílenlos! ―gritaba un consejero, histérico.

―¿El castigo de Uthe? ―preguntó Feza.

―No nos dejan otra.

Feza levantó su arco, tomó la mano de Mbanga y un halo verde salió de ellos cubriendo a los consejeros. Uno a uno, los consejeros cayeron en cuclillas con rictus de terror.

―Mejor vámonos ―dijo Mbanga apretando aún más la mano de Feza―, no quiero estar aquí un momento más.

La protección de Feza emanó cubriendo la nave mientras volaban hacia allá. Hojai elevó la nave que se perdió en lontananza.

―¿Qué fue lo que pasó? ―preguntó Ndomi una vez que estuvieron fuera de la vista del continente.

―Fue el consejo ―dijo Mbanga, confundido―, ellos ordenaron un ataque masivo, asesinaron a todos los tuki de una aldea cercana al Ka.

―Ellos estaban conscientes de que eso atraería a cientos de zuthus ―dijo Feza―, y a su vez les ayudaría a atraparnos a nosotros. Nos tendieron esa trampa para acusarnos, hacernos ver como peligrosos y asesinarnos… ¡Te lo dije, papá! ―Feza estalló, sus ojos se tornaron rojos y su cuerpo se transformó ligeramente en un felino― ¡Te dije que debíamos atrapar zuthus menores para detectar a quienes querían cometer…!

―Feza, cálmate ―dijo Ndomi con calma, pero con un gesto de aprensión.

―¡Si me hubieras dejado…! ¡Seguro que en cuanto lo planearon varios zuthus menores llegaron a Ximantsi! ¡Si me hubieras dejado…!

―Sí, tienes razón cariño, es todo culpa mía ―dijo Ndomi abrazando a su hija―, ahora cálmate, por favor.

―¡Es que terminaron con miles de vidas en el Hemi! ―Mbanga parecía a punto de llorar―, y no les importó que los zuthus asesinaran mbohos, lo único que les importaba era culparnos a nosotros y así tener pretexto para matarnos. ―Mbanga se notaba con facciones de hiena―. ¡Ellos asesinaron a miles para…!

―Mbanga, hijo ―Xingu tomó a Mbanga por los hombros―, mírame, todo va a estar bien. Es una prueba, es una dura prueba que debemos vencer.

―Pero…

―Mi vida, hay al menos unos veinte zuthus en tu cuerpo, no sé cómo puedes controlar tanta maldad, pero de algún modo lo estás haciendo ―Xingu controlaba el llanto al hablar, pero aun así su voz se quebraba―. No dejes que la ira te gane, o los zuthus se aprovecharán de ella para controlarte.

―Hace siglos la hechicera Uthe encontró que el amor es el peor enemigo del mal ―comentó Hojai―, y por eso el mal buscará destruir al amor. Ustedes dos son el amor más puro que ha llegado a esta luna, no deben dejar que los derroten.

La nave se alejó hacia la isla de Banxu, y durante todo el trayecto, Xingu intentó exorcizar a los demonios, pero estos estaban demasiado arraigados. Ella volteó a ver a Hojai.

―Cariño, tú tienes más información que nosotros ¿qué es lo que debemos hacer?

―Es Ndomi quien decidirá ahora ―dijo el navegante.

―¿Ndomi? ―pregunto Xingu.

―La única persona que fue poseída por un zuthu y se liberó de él luego de que se arraigara fue la hechicera Uthe. ― Ndomi frotó su barbilla, pensativo―. Quizá sea el destino, pero justo acabo de encontrar cómo llegar a ella… Tengo que llegar con ella.

―¿Cómo lo harás? ―preguntó Bosthi.

―Ndomi ya tiene la respuesta ―dijo Hojai―. ¿No es así, Ndomi?

Los otros intercambiaron miradas. Ordenaron a los jóvenes esperar en otra sala, en cuanto salieron, Bosthi se acercó a Ndomi.

―Amigo, hay varios documentos antiguos que tienen las respuestas completas de porqué estamos aquí. Todos los hemos leído, excepto tú.

―¿Qué documentos? ―preguntó Ndomi.

―Aún no es tiempo ―dijo Hojai―, aún no debe saber…

―Pero querido, ―intervino Xingu―, si él sabe cómo buscarla…

―Avisen a Noho y Kuamba ―interrumpió Hojai―, digan que vamos hacia la isla de Uthe, Ndomi tiene que buscar personalmente a la hechicera.

Llegaron a la isla de Uthe en la madrugada y entraron por uno de los tantos pasajes secretos hacia el castillo, en donde Noho y Kuamba les esperaban.

―Escuché lo de la posesión en el radio, ¿qué es lo que pasó? ―preguntó Kuamba, alarmada―, ¿cómo están los muchachos?

―Están bien, pero temo que, si algo les altera, esas bestias tomarán control de ellos ―dijo Xingu

―Intenté hablar con el fantasma de la profesora hace un rato ―dijo Noho―, pero categóricamente me ignoró.

―Es muy desconfiada ―dijo Hojai―, no nos hará caso, pero algo me dice que Ndomi ya ha encontrado la respuesta. Hojai volteó a ver a Ndomi.




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