Ximantsi 4. El libro de los elegidos.

El abeto desnudo

Uthe pasó todo el día siguiente evadiendo a Ndomi. Le dio sólo un par de horas para contarle su versión, sin embargo, encontraba tantas cosas extrañas en su historia, que no quedaba del todo convencida. Ndomi al fin la acorraló en la cocina y le insistió en que le escuchara.

―No me convences en nada. ¿Engendraron una hija de la nada, sin tocarse, por medio del contenido de un frasco? ―dijo ella, enfadada―, ¡pero aun así se parece a ti!

―Sé que parece inverosímil ―dijo él―, pero así fue. Ni yo mismo sé qué es lo que sucede, ellos siempre me dijeron que había más cosas que debían revelarme, pero cuando les preguntaba al respecto, todos me salían con evasivas. Me hablaron de unos documentos que debía leer para comprender… pero Hojai dijo que aún no era tiempo de que conociera su contenido.

―¿En verdad piensas que me voy a creer que el hijo de una relación de adulterio es algo así como un mesías? Ese Hojai y su mujer… ―Uthe puso los ojos en blanco―, y eso de que el marido aceptó la traición tan tranquilamente porque “encontró al amor de su vida”, tampoco me convence en absoluto.

―Yo no sé qué es lo que pasó ―gruñó Ndomi―, lo único que sé es que mi hija y su amigo han sido poseídos y…

―No hay alma tan pura entre todos los mboho como para evitar ser dañados por tantos zuthus, por débiles que sean los demonios. Mucho me temo que tu hija va a morir, una de mis alumnas fue poseída por un zuthu débil que se fortaleció en ella, y la enfermó casi hasta la muerte…

―¿En serio? ―preguntó Ndomi― ¿o sea que mi hija puede estar gravemente enferma por esa posesión?

―Estoy segura de que es una condena a muerte ―dijo Uthe―, otro amigo mío, el guardia Romui murió por esa misma causa. Quizá tus otros amigos se salvaron de ese destino ya que el zuthu se dividió en tres cuerpos… Pero cerca de veinte zuthus en el cuerpo de unos niños… Cariño, no creo que lo logren.

―¡No! ―dijo Ndomi con gravedad― ¡Oh por los espíritus! ¡Tengo que encontrar cómo regresar y avisarles! ―Ndomi volteó de un lado a otro―. ¿Cómo hago para ver si ellos abrieron la conexión? Quedamos en que siempre la abrirían desde la sala del tercer piso…

―¿Vas a…? ―Uthe frunció el entrecejo―, pues… sólo debes estar en el momento exacto en esa sala y mantener la máquina encendida, pero no es algo seguro, la hora es una especie de capricho de esa máquina pues aún no está calibrada. Pudieron abrirla y ver años atrás, o años adelante. No necesariamente será hoy.

―¡Oh no! ―se quejó Ndomi― ¿ahora cómo les digo que la vida de mi hija está en peligro? ¡Tengo que regresar! Pero…. ¿cómo?

―Por primera vez desde que llegaste me convenciste al menos de una cosa: en verdad estás preocupado por tu hija. Estaré atenta también, no sé cómo son las habilidades de los hechiceros de tu era, pero ¿conoces a alguien capaz de meter palabras, imágenes o incluso ideas completas en la mente de alguien?

―¿Meter ideas? ―preguntó Ndomi, confundido―. Mbanga tiene ese poder, pero aún con ese poder no logró exorcizar a los zuthus.

―Serviría de mucho que ese chico logre dominar ese poder por completo ―Uthe esbozó una discreta sonrisa―. En toda la historia de Ximantsi sólo conocí a una persona capaz de lograrlo.

―¿Para qué se necesita a alguien así?

―Hace tiempo yo te respondí de cómo derrotar a un zuthu. Debes convencerle de que le harás daño, pero cuando un zuthu ha poseído a una persona, es más difícil, se sienten invencibles. Sólo alguien capaz de penetrar su mente sería capaz de engañarlo para hacerlo salir.

―¿Un psicólogo, quizá? ―dijo Ndomi, esperanzado.

―No. Los psicólogos pueden penetrar en la mente de una persona, pero para sacar sus pensamientos y usarlos ya sea a favor o en contra de esa persona ―respondió ella―, la habilidad de la que yo te hablo es al revés, no sacas los pensamientos, los metes. Yo tengo esa habilidad, pero porque viajé a Hatso. Dumui en cambio, la tenía de nacimiento.

―¿Dumui? ¿Quién es Dumui?

―Por ahora no puedes conocerlo, él se ha ido. Ven, te llevaré al árbol donde descansa su alma, quizá con una plegaria tuya ayude a tu familia en el futuro.

Uthe y Ndomi caminaron fuera del castillo, yendo a una colina, durante el camino, Ndomi le platicaba a Uthe lo que la historia contaba sobre ella en su época.

―La última vez que te vi me contaste que la historia dice que engendré varios hijos. ¿Es así?

―Sí, eso es lo que dicen.

―¡Vaya! ― Uthe sonrió. Si la historia decía que ella había tenido hijos, quizá significaba que lograría, después de todo, cambiar el pasado, y muy en el futuro, habría un chico que heredará el don de Dumui: Mbanga. Eso quería decir que Dumui regresaría para poder heredar ese don a generaciones futuras.

―Lo que no se sabe, es con quien se casó usted.

―No, supongo que nadie sabrá porque nadie debe saber que él volvió desde… ¿Qué demonios…?

Uthe frunció el entrecejo. Observó el abeto donde vertió las cenizas de Dumui, todas sus flores habían caído al pasto, sólo quedaban sus hojas de aguja.

―Pero… ¿por qué? ―Uthe se inclinó, tomando algunas de las flores, confundida.

―¿Este es el árbol de ese Dumui?

―Sí, pero… ¿por qué ha perdido todas sus flores?

―Es muy extraño ―dijo Ndomi poniendo su mano en el tronco―, ha pasado de nuevo.

―¿De nuevo? ―preguntó Uthe poniéndose de pie―. ¿O sea que en el futuro pasará esto otra vez?

―Pasó justo el día que yo nací, ese día este abeto dejó de florecer y…

―¿Por qué tuviste que venir? ―chilló Uthe dejándose ir contra Ndomi a golpes. Él con trabajos podía evadir los manotazos de ella―. ¡Este abeto era todo lo que me quedaba de él! ¡Sólo llegaste para…!

―Lo siento ―decía Ndomi sosteniendo con fuerza las muñecas de Uthe para controlarla―, lo siento, en verdad no pensé…

―¡Me lo has quitado todo!

Uthe dobló sus rodillas y cayó al suelo llorando amargamente. Ndomi se inclinó con ella, intentando abrazarla, pero lo único que logró fue obtener fue un empujón. Uthe se levantó y caminó hacia el castillo a grandes trancos. Un mixi beige con las puntas de pata y cola café se acercó.




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