Ximantsi 4. El libro de los elegidos.

La condena

El asistente Ueki revisaba los informes del consejo de guardianes cuando tocaron a su puerta. Un guardia se cuadró en la entrada y pidió permiso para ingresar.

―Pase ―dijo Ueki invitándolo a sentarse.

―Un golpe de suerte ―dijo un guardia de nombre Hyote―. A mis manos ha llegado información importante de los rebeldes. ―El guardia dio dos palmadas y unos hombres entraron con una nave voladora de madera del tamaño de un juguete además de un nogo encerrado en una jaula.

―¿Qué es esto?

―Aparentemente los anarquistas usan esta nave para intercambiar información, en ella hay planos detallados de una nave muy avanzada, una carta que menciona una isla secreta que el arquitecto Ndomi creó aún más cerca del Made y algunos documentos que develan el secreto de la isla de Uthe.

―El arquitecto Ndomi develó los secretos después de todo. ¿Cómo la obtuvieron?

―Esa pequeña nave llegó a la isla de Kutsi, pareciera que alguien la envió hacia nosotros intencionalmente.

―Entre los rebeldes debe haber un espía que desea traicionarlos ―dijo Ueki, complacido―, quizá busca notoriedad o algún beneficio de la república. Es importante encontrarlo. ¿Qué es lo que dice la carta?

―Dice: ―el guardia tomó una hoja y la leyó en voz alta―. “Ndomi, te mando los planos que solicitaste. Si quieres construir nuevas naves, el diseño que Mbanga propuso a Hojai funcionó perfectamente, estas naves son tan rápidas que ni Mbanga ni Feza pueden igualar su velocidad. Hemos incinerado los huesos como nos pediste, pero nos intriga mucho de quién es esa osamenta. La república aún no sabe nada de la isla que creaste cerca del Made, así que no te preocupes por nada. Todos aquí estamos a salvo.”

―¿Y eso a qué se refiere?

―Estamos trabajando en ello ―dijo Hyote―, como la nave fue encontrada en la isla de Kutsi, nos hace pensar que el arquitecto podría estar oculto en esa isla.

―Pero nadie de los protectores está en Kutsi ―musitó el capitán Nunane.

―¿Qué dijiste, animal? ―preguntó el guardián, desdeñoso.

―¡Traidores! ¡Hay traidores en el reino!

―¿Qué pasa? ―preguntó Ueki―, ¿qué hace este nogo aquí?

―¡Exijo ser liberado! ¡El reino está en peligro!

―¡Llévenselo! ―ordenó Hyote. Los hombres sacaron al animal quien se fue vociferando.

―¿Qué pasa con ese nogo?

―Era otro de los asuntos que queríamos tratar ―dijo el guardia―, es el antiguo capitán Nunane. Él ayudó a los anarquistas a escapar de la isla de Uthe, fue detenido hace unos días. No sabemos qué hacer con él, sabe mucho de los rebeldes, pero delira, la edad le ha vuelto loco. El consejo de guardias lo iba a sacrificar, pero yo creo que tiene información valiosa que nos será útil.

―Pero si ya tiene locura senil no servirá de mucho ―dijo Ueki―, apliquen tortura para sacarle la verdad. Si no obtienen nada de él, sacrifíquenlo.

―Como ordene. ¿Entonces?, me gustaría presentar personalmente al canciller Zatemxi el hallazgo…

―El canciller sabrá de lo valioso de su hallazgo, guardia Hyote ―interrumpió Ueki―, deje por favor los planos y los documentos.

―Como ordene.

Hyote salió enfadado de la oficina. Conociendo al zalamero Ueki, lo más probable era que presentara ese hallazgo como suyo, pero se vio obligado, la única forma de llegar al canciller era por medio de Ueki. Sin embargo, él se previno, no le dio los documentos completos, se había quedado con la parte más importante de esos planos: el punto de energía. Cuando los arquitectos intentaran hacer pruebas con las naves, la protección de las mismas disminuiría conforme se adentraran en el mar, entonces Zatemxi exigiría resultados y ahí sería cuando el guardián entraría en acción, le daría personalmente la respuesta.

Salió hacia el puerto aéreo y regresó a la isla de Kutsi. Llegó directo al castillo de esa isla y caminó hasta una mazmorra oculta en el sótano.

―¿Pudieron hacer hablar al prisionero durante el viaje? ―preguntó Hyote.

―No ―respondió uno de sus subordinados―, el animal cree ser un rey y exige su liberación.

―Pobres patéticas criaturas, siempre lo he dicho, darles inteligencia a los animales es condenarlos al sufrimiento. Tarde o temprano anhelarán el poder de los mboho, pero nunca tendrán la inteligencia suficiente para llegarnos a los talones.

El guardián entró en la mazmorra. El nogo se levantó en sus cuatro patas y exigió ser liberado.

―Con gusto, su real majestad ―se burló Hyote―, haré que le escolten hacia los jardines de este palacio.

―¡Ya era hora! ―refunfuñó el nogo. El animal estaba por salir cuando fue abatido por un fuerte golpe en su lomo, el nogo chilló de dolor y cayó de costado.

―Ahora hablarás, maldita criatura. Por tu propio bien, espero que guardes al menos un poco de lucidez para que hagas menos prolongada tu agonía.

Tres días después, en la isla de Banxu, Feza pescaba junto con algunos badas infantes que jugaban entre peces de colores. De repente sintió una energía siniestra, una energía que había aprendido a detectar hacía tiempo.

―¿Qué sucede, Feza? ―preguntó uno de los bada.

―Un zuthu ―dijo ella―, se está acercando muy rápido.

―Iré a buscar a Mbanga ―dijo otro de los Bada.

Feza se quedó atenta, olisqueando en el aire. En lontananza vio la energía oscura deslizarse por encima del mar, no esperó a su amigo, simplemente voló hacia el zuthu y se posó frente a él impidiéndole el paso.

―No te puedo dejar pasar ―dijo ella―, pero antes de terminar contigo, tengo que saber qué es lo que te hizo llegar, eres muy grande como para haber venido por un pecado menor.

El zuthu gruñó, se hizo hacia atrás. En ese momento otra energía similar, pero en humo amarillo llegó junto con el zuthu. Feza estaba confundida, jamás había visto un zuthu amarillo, de hecho, era casi imperceptible, se camuflaba con el color champaña del mar.




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