Ximantsi 4. El libro de los elegidos.

La carta

Uthe optó por alejarse de Ndomi por el resto del día. Se sentía inquieta y bastante nerviosa por aquella confesión, y no era porque le molestara, sino al contrario. Aún recordaba claramente el primer día que lo vio, el portal del tiempo se había abierto y por un segundo Uthe pensó haber visto a Dumui, su corazón latía con fuerza, pero al acercarse a él toda esa emoción se convirtió en decepción. No era que fuera del todo parecido a Dumui, Ndomi era mucho más alto y corpulento, con el cabello color rosa y labios azules, pero esos ojos verdes y su gesto de asombro eran idénticos a los de Dumui.

Ndomi apareció un par de veces más ante ella, del algún modo la inquietaba, quizá de la misma forma en como Dumui la hacía sentir cuando ella se negaba a aceptar su cariño. Por eso le pidió que no la buscara más, ella no quería perder de vista su objetivo y sabía perfectamente que Ndomi sería una tentación que ella no quería tener.

Pero ¿y si ella no lograra hacer regresar con Dumui? La historia decía que ella tuvo varios hijos, y generaciones después, ese chico Mbanga heredaría ese don de Dumui de entrar en las mentes de otros, lo que la había convencido de que lo lograría. Sin embargo, Ndomi tenía también ese don, ella lo supo cuando él le contó sobre cómo venció al zuthu. Ndomi no estaba consciente de que lo poseía, pero era muy seguro, también tenía esa habilidad, sólo que aún no sabía explotarla del todo. Por un momento tuvo la loca idea de olvidarse de Dumui y continuar su vida con Ndomi, después de todo, ¿qué tanto podría cambiar el futuro? Eso la mantuvo despierta casi toda la noche, además, en su canto los bada le dijeron que debía ver hacia el futuro, en una felicidad que regresaría cuando el abeto dejara de florecer.

Por la mañana decidió que no forzaría al destino, ni de una forma ni de otra, simplemente continuaría con sus planes y dejaría que el tiempo le dijera qué hacer.

El capitán Behe regresaba a la isla luego de unas cuatro semanas de ausencia. Bajaba de su nave cuando un pequeño barco de madera se posó frente a él, era una nave muy parecida a su diseño del barco volador, pero en miniatura, que abrió una compuerta donde había una extensa carta.

Él la leyó detenidamente, frunció el entrecejo y tras guardar la carta en su bolsillo, se quedó varios minutos sentado sobe una roca, taciturno y distante. Inhaló con fuerza y caminó hacia el castillo con el barco flotando tras él.

Uthe y Ndomi llegaban caminando desde la vereda que va hacia el bosque. Llevaban algunos roedores y aves para la comida de la semana. Uthe había prestado a Ndomi la espada de Dumui para que le ayudara en la cacería.

―¿Cómo aprendiste a usar tan hábilmente esa espada? ―preguntaba Uthe.

―Por intuición ―decía él―, cuando encontré la espada en tu castillo de algún modo sentí que podría usarla.

―Eres casi tan diestro como Dumui ―dijo ella sonriendo―, en verdad me sorprendes.

―Y no has visto a Mbanga, es aún más hábil que yo.

―Hola Uthe ―saludó el capitán Behe―, veo que esta vez tuviste un compañero de cacería. ¿Ya le has perdonado por lo del abeto?

―No se lo recuerdes, por favor, no se lo recuerdes ―dijo Ndomi haciendo reír a Behe.

―¿Cómo vas con lo de tu grupo de rebeldes? ―preguntó Uthe.

―A eso es a lo que vengo, te daré los detalles durante la cena. ―El capitán Behe volteó a ver a Ndomi―. De momento quisiera hablar con Ndomi.

―Claro, iré con Ugi para preparar la cena.

―¿Para qué me necesitas?

―No tuve mucho tiempo para saber de ti cuando llegaste ―dijo el capitán―, los seres de agua me hicieron saber un poco de tu vida. Ellos también hablan conmigo ¿sabes?, y lo hacían más con mi difunta esposa.

―Ellos confían en quien sabe amar.

―Me dicen que has venido con la misión de ayudar a Uthe.

―Me dijeron lo mismo―comentó Ndomi―, qué raro, se supone que mi misión principal es ayudar a mi hija y a mi gente, pero hay cosas que aún no puedo desentrañar. En mi era, todo mundo veía a al fantasma de Uthe en el castillo. Nadie sabe dónde se vertieron sus cenizas, por lo que yo supuse que su cuerpo nunca fue cremado, o de lo contrario no se habría quedado como fantasma. Tiempo después encontré un osario con una nota de agradecimiento, no me preguntes cómo o porqué, pero yo supe de inmediato que ese agradecimiento era para mí, yo debía regresar no sólo a salvar a mi gente, sino a encontrarme con Uthe.

―¿Qué es lo que decía la nota? ― Preguntó el capitán

―Daba gracias a un arquitecto por haberle ayudado a encontrar el amor y tener una vida plena. Corroboraba mi teoría de que Uthe jamás fue incinerada.

―Hay algo que no cuadra en tu historia ―dijo el capitán―, que lo que viste de Uthe nunca fue un fantasma, era la proyección de su máquina del tiempo, y dudo que ninguno de los que estamos con ella le negaríamos la cremación para que su alma pase a otro plano.

 Ndomi se quedó callado por unos segundos. Era obvio que no había considerado ese detalle, quizá esa nota en el osario no era para él después de todo.

―No sé… quizá… Bueno, creo que lo mejor es no sacar conjeturas ―Ndomi chasqueó la lengua―, Uthe es una mujer maravillosa que merece la felicidad que tanto necesita y si está en mis manos ayudarla a que Dumui no muera, así será ―Ndomi bajó la voz con tristeza―, aunque eso signifique que yo seré infeliz por el resto de mi vida.

―La amas, ¿no es así?

―Tanto que soy capaz de dejarla ir con la felicidad que busca, en lugar de quedarme con ella por mi propia felicidad.

―El destino decidirá, amigo, el destino lo decidirá. Ahora quiero ir a la sala de astronomía a preparar los instrumentos para unas observaciones que quiero realizar por la noche. Te veré en la cena. Pero antes…

El capitán puso los dedos por debajo de la pequeña nave flotante y la acercó hacia Ndomi. Él lo observó, interrogante.

―Algo me dice, que esto es para ti.




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