Ximantsi 4. El libro de los elegidos.

El zuthu dorado

El viejo capitán Nunane se había recuperado del maltrato del que fue víctima, y aunque por la edad estaba muy débil, tomó posesión de la isla de Banxu como su reino. A otros animales les parecía divertido seguirle la corriente por lo que le improvisaron un castillo hecho de los restos de su viejo barco y un trono de piedra. Fue suficiente para que Mbanga se relajara y olvidara aquel odio del que fue presa unas semanas atrás.

Pero las cosas no mejoraban en Ximantsi. Zatemxi declaró abiertamente la guerra contra todo aquel que mostrara simpatía por Feza y Mbanga, había una cacería de brujas y muchos mboho estaban siendo condenados por cosas tan simples como hablar a favor de ellos. Se rumoraba que se había iniciado la construcción de naves que resistirían el poder del Made y escudriñarían el mar en busca del escondite de los forajidos.

―Creo que nunca había visto la llegada de tantos zuthus ―comentaba Bosthi―, mis hijos y el resto de los muchachos pelean al menos con uno al día, cada uno más poderoso que el anterior.

―Pobres de los muchachos ―exclamó Xingu―, mi hijo no puede enfrentarse con ellos hasta que no le pase del todo la depresión por lo que le hicieron a Nunane. Y sin él, Feza no es lo suficientemente fuerte para pelear contra tanta criatura. Termina exhausta.

―¿Qué habrá de cierto en lo que dice el nogo? ―pregunto Hojai― ¿En verdad alguien nos habrá traicionado y le habrá dado los planos a la república?

―No ―dijo Kuamba de inmediato―, ninguno de nosotros haría tal cosa. Debió ser un error nuestro.

―¿Tanto confías en tus amigos, Kuamba? ―preguntó Xingu.

―No los conoces como los conozco yo. Y por ahora…

Pero el sonido de una hélice la distrajo, por la ventana entraba una nave de madera en miniatura.

―¡Si! ―exclamó Hojai y corrió de inmediato hacia la nave― ¡Sabía que Ndomi respondería!

Hojai abrió el compartimento principal y salió una carta. Kuamba la tomó de inmediato y sus ojos se llenaron de lágrimas.

―Es la letra de Ndomi ―dijo enternecida―, recibió nuestra carta.

―¿Qué es lo que dice? ―preguntó Bosthi.

―“Queridos amigos. He recibido lo que me enviaron, siento escuchar que ya no tienen acceso a la isla de Uthe. Voy a intentar ajustar el temporizador para que sea más exacto y abriré una conexión en el mes diecisiete de su era, en esa fecha habrá una alineación planetaria y creo que la energía me permitirá abrir el portal a cualquier parte de la luna. Procuren ese día estar en la réplica de la isla de Uthe, así no habrá peligro de que la república los atrape. Díganle a Feza que la amo”

―Será mejor que avisen a Feza que su padre respondió ―dijo Hojai―, yo revisaré la nave para ver si no envió nada más.

Kuamba y Bosthi salieron dejando a Hojai con su esposa. Él dio un golpe ligero en la nave y se abrió un pequeño compartimento en la proa.

―¿Hay respuesta? ―dijo Xingu

―Debe haberla ―confiado, Hojai metió su mano y sacó una carta del interior.

Era pleno verano y los adolescentes se refrescaban en el tibio mar color champaña. Feza nadaba rodeada de peces de colores y Mbanga la observaba con una sonrisa, sentado en un arrecife saliente. Feza sacó la cara, inhalando.

―¿Por qué últimamente te persiguen tanto los peces? ―dijo riendo―, de hecho, todo tipo de animales te rodean desde que fuimos a salvar al capitán.

―¡Feza! ―gritó Kuamba desde la orilla―, ¡Feza, ven!

Feza se echó a nadar hacia la orilla. Mbanga estaba por seguirla cuando un Bada salió del agua.

―Vendrá otro zuthu el día de hoy ―dijo la criatura.

―Bueno, eso ya no es nuevo ―dijo Mbanga suspirando con resignación.

―Y de nuevo no irás a cazarlo, en cambio, nadarás hacia aquel arrecife. ―El Bada señaló unas rocas que sobresalían en lontananza.

―¿Para qué? ―preguntó Mbanga. Pero la criatura no le respondió, sólo se echó a nadar perdiéndose en el reflejo del sol.

Mbanga estaba acostumbrado a que los Bada fueran tan misteriosos por lo que no le prestó demasiada atención. Fue hasta la costa en donde Feza leía con una amplia sonrisa la carta de su padre. Faltaban pocos meses para que se cumpliera el plazo que les daba Ndomi para abrir la conexión, y Feza sentía la total seguridad de que volvería a ver a su padre. Los adultos regresaron a sus casas y Mbanga observó a Feza con una sonrisa chueca.

―Yo conozco esa mirada ―dijo la chica―, me dirás algo que no quiero escuchar.

―Viene otro zuthu, y de nuevo, no podré ayudarte con él.

―Ya es muy cansado ―dijo ella exhalando―, pero es lo mejor, necesitas relajarte para evitar que te pase lo que en Kutsi.

―No es sólo eso, un bada me dijo que tengo que estar en uno de los arrecifes en el momento en que el zuthu llegue.

―¿Para qué?

Mbanga encogió los hombros. Esperaron pacientemente hasta que uno de los hijos de Bosthi dio la señal. Un zuthu aparecía a algunos kilómetros de la isla, Feza como siempre, se adelantó volando, pues era más rápida que los demás.

Resignado, Mbanga se echó al mar y nadó hasta el arrecife. El sol se ponía y el chico se sentó en una de las rocas salientes, observando su planeta nodriza perderse en el azul del cielo. Tuvo la sensación de ser observado, pero no había nadie alrededor. Pensando que podría tratarse de algún Bada, se inclinó y metió la cabeza en el agua, buscando.

Se quedó muy quieto, observando una criatura hecha como de luz amarilla flotaba dentro del agua, observándole atentamente. El chico sacó la cabeza del agua y la criatura salió flotando muy lentamente.

―¿Eres un zuthu bueno? ―preguntó Mbanga.

La criatura, que era como un nogo de nariz afilada, olisqueó en el aire acercando su hocico cada vez más a él. De pronto y sin que él lo esperara, el zuthu amarillo entró en su cuerpo.

Mbanga sintió volver a ser él mismo, todo rastro de enojo que pudiera quedar en él había desaparecido por completo. Seguro de sí, levanto el vuelo fue en busca de sus amigos.




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