Ximantsi 4. El libro de los elegidos.

El castillo de Njahui

Estaban a un día de partir hacia la isla de Kutsi para que Uthe entrevistara al grupo rebelde de Behe. Había ocupado todos esos días en construir la máquina temporizadora que les permitiría viajes al pasado, pero lo había hecho sola, ya que Ndomi se había vuelto frío y distante.

Ella estaba en la terraza de sus aposentos terminando de atornillar el dispositivo a su máquina del tiempo. Abajo, cerca del mar, estaba Ndomi. Su actitud captó la atención de Uthe, estaba cabizbajo, completamente serio, ella frunció los labios y con un gesto sombrío, continuó trabajando.

―Ndomi parece bastante triste, ¿no te parece? ―el capitán Behe entraba a la terraza.

―No quiere ni hablarme.

El destornillador cayó de las manos de Uthe, ella gruñó con frustración. Tomó el destornillador con furia y al intentar usarlo de nuevo, volvió a caer y ella lo tomó y lo lanzó hacia la pared, furiosa.

―¿Ese destornillador está pagando por algo en específico? ―dijo el capitán agachándose a levantarlo.

―No es eso. Es que… Ndomi se comporta exactamente igual que como lo hacía Dumui cuando estaba triste.

―Y ¿eso te molesta?

―No es que me moleste, es que… ―Uthe se levantó y miró de nuevo a Ndomi―, me incomoda.

―¿Por qué?

―No lo sé ―dijo ella tomando el destornillador de la mano de Behe

―Creo que yo lo sé ―dijo el capitán― Uthe, yo no te volví a ver sonreír desde que murió Dumui, pero cuando llegó Ndomi, recuperaste esa sonrisa.

―¿Qué insinúas?

―No insinúo nada, Uthe ―dijo el capitán, condescendiente―, tú quieres más que nada en el mundo regresar el tiempo para salvar a Dumui ¿No es así?

―Sí, eso es lo que quiero.

―Bien, pues espero que termines esto ―dijo Behe―, pero recuerda que partimos hacia Kutsi en cuatro horas.

―Estaré lista, sólo quiero dejar colocado este… endemoniado aparato ―respondió ella apretando los labios intentando que el instrumento no resbalara.

Behe sonrió. Entró a los aposentos de Uthe, dejándola a ella concentrada en su máquina. Miró un buró de madera apolillada que estaba a un lado de su cama, volteó para asegurarse de no estar a la vista de Uthe, y sigiloso abrió los cajones. Sus manos tomaron una libreta que guardó por dentro de su chaqueta y salió rápidamente de la habitación.

Abajo, Ndomi estaba sentado en flor de loto, observando el horizonte. Una voz suave y dulce lo sacó de su ensimismamiento.

De la pobreza y el abandono tu alma emerge

Llevando dentro la soledad y la tristeza

Pero dentro de donde tu corazón se enciende

El amor de antaño crecerá con fuerza

El mundo te temerá, como no ha temido a ninguno

Pero esa fortuna será por tu propia voluntad

El mundo que creías odiar con el alma

Es el mundo al que amabas sin igual

Pero tu presencia aquí es una de las más importantes

Para de los mboho iniciar el camino a la grandeza

Aquella raza de la que tanto has renegado

Tarde o temprano defenderás con fiereza

Y aunque la soledad parezca eterna

No es algo que te acompañará por siempre

¿Qué es lo que cantas? ―preguntó Ndomi sin bajar la mirada. Un Bada varón, muy joven, emergió del agua.

―La canción favorita de Uthe ―dijo la criatura.

―¿Es la canción que ustedes le cantaban a Dumui? Estoy comenzando a fastidiarme. Al principio hablar de él me ayudó a que Uthe confiara en mí, pero… ―Ndomi chasqueó la lengua―, todo el tiempo es Dumui esto, Dumui aquello… y no solo ella, todo mundo en esta isla parece tener una enajenación enfermiza por ese sujeto.

―Tú nunca verás nada extraordinario en él ―dijo el Bada―, para ti siempre será un tonto soñador.

―Para mí siempre será… ―Ndomi frunció los labios agachando la mirada―, el hombre por el que no podré tener a la mujer de mi sueño.

―Estás enamorado de un sueño ―el Bada se acercó aún más, nadando―, de un sueño que se volvió real.

―Quiero su felicidad ―la voz de Ndomi se quebró―, si su felicidad es que ese sujeto regrese, la ayudaré pase lo que pase, pero entonces sentiré que mi mundo carecerá de sentido. Pasé años esperando que la mujer de mis sueños fuera real, y ahora que lo es… su corazón pertenece a otro.

―¿Cómo sabes que ella es la mujer de tu sueño?

―Porque ― Ndomi enjugó una lágrima discretamente―, la amo.

―Así de simple es el amor, sin explicaciones, sin un por qué. Ella amó a alguien que partió, pero…

―Pero ¿qué? ―El Bada no respondió, le dedicó una sonrisa y se fue cantando.

La felicidad se encontrará en una bifurcación

Y esa felicidad protegerás con temple

Tus manos han de forjar la espada

Que proteja la vida de quien será tu amor

El poder que esa espada llevara en su seno

Es el amor que llevas en tu interior

Cuando sólo seas un sueño, ella te conocerá

Cuando seas capitán, ella verá tu corazón

Cuando seas un héroe, ella se enamorará de ti

Cuando seas un gran arquitecto, se entregará a ti sin condición




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