Ximantsi 4. El libro de los elegidos.

El portal

Tras recibir el mensaje de Feza, el grupo entero salió hacia Notse, determinados a detener a Zatemxi. Pero justo al cruzar el Made, se dieron cuenta de que era tarde, Zatemxi había llevado a cabo las ejecuciones. En el mar quedaban cerca de diez zuthus peleando entre sí por el derecho de continuar, y Zatemxi estaba parado en la proa de una nave, recibiendo al primero de ellos.

―¡Tenemos que acabar con los otros! ―gritó Xingu sacando su báculo. La turquesa brilló en la punta de su arma, envolviendo a uno de los zuthus y aplastando su corazón. Pero un segundo zuthu entró en el cuerpo de Zatemxi, mientras los demás eran rodeados por centenares de guardias que llegaban en naves calza, apuntando con armas. Lo único que podían hacer era cubrir a Xingu, pues sin Mbanga y Feza, ahora ella era la única con el poder para enfrentar al poseído Zatemxi. Hojai volaba por encima de la flota, derribando algunas naves enemigas y evitando que sus aliados fuesen blanco de sus tiros.

Con las gemas que Ndomi les envió desde el pasado, Xingu y Hojai cobraron un poder que no habían tenido nunca, pero, aun así, un tercer zuthu entró en el cuerpo del canciller, quien se transformaba en una enorme bestia deforme, llena de patas, ojos y tres cabezas diferentes.

Xingu se posó frente a la bestia, amenazando con su báculo, de donde logró emanar una energía azul que rodeó su propio cuerpo, protegiéndose de la inevitable embestida de aquella criatura que cabalgaba vertiginosamente hacia el Made. Ella intentó enviar un hechizo tras otro, pero nada funcionaba, Zatemxi era demasiado fuerte.

―¡Retirada! ―gritó Hojai cuando Zatemxi fue tragado por el Made― ¡Xingu, recuerda lo que Ndomi te dijo! ¡Recuerda quién eres!

Xingu concentró el total de su energía en el agujero central de la luna, las naves de la república eran atraídas por un remolino que lanzaba cada una de las naves hacia el espacio, en donde la falta de gravedad las hacía flotar a la deriva. Xingu entonces atrajo la energía del portal hacia su báculo, atrayendo a Zatemxi de regreso. Cuando la bestia cayó en el mar, Xingu hizo que toda esa energía hiciera estallar al Made. El agua en el remolino entraba con más violencia, cubriendo por completo hasta cerrar por completo el Made.

―Ríndete, criatura inmunda ―Xingu flotaba por encima de Zatemxi―, gracias a ti, he podido cerrar el Made, jamás podrás regresar a Hatso para llenarte de poder.

―¿Eso crees, mujer? ―Zatemxi recobraba su forma, pero su tamaño seguía siendo enorme―, al igual que tú, creía que esa energía estaba en Hatso, pero no es así. Es energía atrapada en el Made, y yo ya me he beneficiado con ella.

―¡Xingu! ¡Sal de ahí! ―gritó Hojai.

―Ya no hay forma de que otros seres vivos, zuthus o mbohos se atrevan a pelear contra mí. ¡Esta luna me pertenece! ¡Tal como me pertenecerá el universo entero! ¡Imperaré con mano de hierro!

Dicho esto, Zatemxi hizo emerger dos alas negras de su espalda, y voló hacia Xingu con las fauces abiertas. Hojai disparó hacia él repetidas veces, lo que permitió que Xingu pudiera escapar. Las naves rodearon a Zatemxi, pero antes de que pudieran disparar, él se dejó caer en el agua y se perdió por completo.

―¿Ahora qué? ―preguntó Noho desde su comunicador.

―Debemos buscar a Feza y a Mbanga. ―Hojai vio a lo lejos a sus otros hijos―. Ni el poder de todos juntos podrá con Zatemxi, él no ha exorcizado a los zuthus, se ha hecho uno con ellos, Feza y Mbanga son nuestra única esperanza.

El grupo ya no podía regresar hacia el Hemi, pues el agujero del Made había quedado completamente cubierto por el agua. Se separaron para evitar ser detectados, algunos buscarían a Feza y a Mbanga y otros regresarían al Hemi para trazar nuevos planes.

Feza y Mbanga estaban en el colegio de Tse, era de noche y no había un alma en el lugar, aun así entraron sigilosamente, procurando no llamar la atención. Llegaron hasta el aula donde Ndomi vio aquel símbolo de Uthe años atrás, y bastó con que ellos entraran para que el símbolo brillara en la pared.

―¿Tienes el mapa del colegio? ―preguntó Feza.

―Sí ―Mbanga sacó un aparato que emitió en el aire, un plano en tercera dimensión―, estoy marcando el lugar donde está este símbolo.

Recorrieron el resto del colegio, encontrando un total de ocho símbolos que marcaron en el mapa. Al terminar, Mbanga sacó un lápiz digital con el que creó líneas que unieron todos los símbolos.

―Las líneas convergen en este punto ―señaló.

―Es la oficina del rector. Según la abuela Kuamba, desde la era de mi madre se decía que en ese lugar había una habitación oculta.

―Quizá tu papá dio con ella y nos dejó la respuesta ahí.

Ambos caminaron hasta la oficina del rector, en donde revisaron meticulosamente paredes, techo y piso, hasta detectar una tenue luz que formaba una trampilla. Mbanga jaló de la trampilla y esta dio paso a una escalera. Abajo, estaba una cámara vacía con otro símbolo más, resplandeciendo en la pared y debajo del símbolo estaba un pequeño cofre de baquelita.

Feza lo abrió y tuvo que entrecerrar los ojos, un montón de gemas refulgían en su interior.

―Son gemas como las que mandó tu papá ―comentó Mbanga―, pero son mucho más brillantes.

―También hay un papiro muy viejo, una carta y varias fotografías.

Mbanga desenrolló el papiro, en donde estaba el escrito de un poema muy antiguo. En cuanto lo leyeron, ambos sonrieron, supieron quiénes eran, quiénes eran sus padres, los recuerdos de su primera vida, una vida de felicidad y tranquilidad llegaron a sus mentes.

―¿Por qué nosotros? ―preguntó Feza―. Nuestros padres fueron los que arriesgaron sus vidas para vencer a los ejércitos de la era de la monarquía, e cambio nosotros jamás estuvimos en guerra alguna en nuestra primera vida, ¿por qué somos nosotros los elegidos?

―Algo es seguro, nosotros tenemos un poder que ni nuestros padres juntos tienen.




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