Uthe se sentía pesada, escuchaba la voz de Ndomi que la llamaba a gritos desde la luz, a la cual llegó con muchos trabajos, pero al cruzar ese umbral, toda pesadez desapareció.
―¿Ndomi?
Él estaba esperándola al otro lado, recibiéndola con un abrazo. Ambos voltearon la vista hacia el lugar donde se encontraban, era un enorme valle lleno de grama amarillo brillante, con lagos de aguas color naranja con un cielo rojo y amarillo que se movía como la lava ardiente.
―Estamos, en el mundo de los espíritus ―dijo Uthe―. Ahora puedo recordar lo que pasó después de que morí como Tso. Nosotros cuatro enfrentamos al mal en esa primera vez que invadió Ximantsi, y por eso al morir, nos convertimos en seres de luz… en enxes.
―Enxes, sí, es en eso en lo que todas las almas privilegiadas nos convertimos al morir. Criaturas de luz y energía que pueden dejar parte de sí mismos en Ximantsi, en una conexión que nos permite proteger a nuestros descendientes.
―La energía que viene de Hatso no es energía pura, sino energía maligna. Pero las partes de los enxes que quedan en el mar de Yothi se encargan de desviar toda esa energía por el centro de la luna y la expulsan por el canto, por eso el Ka es tan destructivo.
―Excepto cuando el sol le da de lleno ―Uthe miró el cielo de lava―, porque los enxes venimos a vivir al sol. Las culturas antiguas tenían parte de razón al adorar al sol, pero es que los soles no son dioses, son lugares a donde van a vivir las almas puras.
―En cambio, la energía negativa, la energía de maldad se dispersa en la galaxia, lo que los astrónomos llaman “materia oscura” son las almas malignas, atrapadas en su propio infierno, intentando opacar la luz de los soles, ya que esa energía es la que les envía el castigo que merecen.
―Los mboho perversos sintieron amenaza en el amor, y por eso, al igual que el rey de Hogamui, intentaron acabar con esa energía, porque es la energía de amor la que más daño hace a esa energía maligna.
―Y esa energía ya invadió Hatso, está demasiado cerca de nuestra luna, por eso somos más vulnerables, la energía maligna de Hatso quiere expandirse a Ximantsi. Nosotros nos dimos cuenta de eso ―continuó Ndomi―, y estuvimos dispuestos a regresar a la vida para evitarlo. Este no es el lugar de descanso final de las almas, Uthe. Aún aquí debemos purificarnos más, y eso sólo se logra con sacrificio. En cuanto vimos que el amor comenzaba a ser limitado en nuestra luna, todos estuvimos de acuerdo en regresar para evitarlo, y sabíamos que eso sería un gran sacrificio, ya que el mal nos estaría cazando de por vida.
―Nosotros que derrotamos al mal años atrás, nosotros que fuimos enxes, tendríamos ese poder único que es el amor puro, pero debíamos unir esa energía en dos seres: nuestros primogénitos, Mbanga y Feza, ellos heredarían el poder de nosotros cuatro, y así vencerían al mal.
―Sí, pero Roha y yo fuimos vencidos antes de que ellos pudieran nacer ―Ndomi se acercó a Uthe―, ahora puedo recordarlo, yo morí como Dumui, pero mi alma no regresó a este mundo, me quedé en mi urna, a tu lado, creyendo firmemente en que lograrías regresar al pasado y salvarme. Pero entonces vi a aquel hombre del futuro, era un hombre con otra fisonomía, pero fue como verme en un espejo, era yo. Entonces supe que podía engañar al mal, él nos buscaría en esa era, y yo regresaría del futuro para reencontrarme contigo.
―Fue entonces que aquel ser de agua me pidió liberarte.
―Sí ―Ndomi tomó sus manos y las besó―, yo no vine nunca aquí, yo me fui directo al futuro, a nacer allá para poder regresar contigo.
―Ahora lo recuerdo, Ndomi. Cuando crucé hacia Hatso, el Made no estaba en un ángulo directo a ese planeta, casi era invierno y el último halo de luz del sol entraba por el Made. Eso fue lo que nos dio a ese zuthu y a mí la energía para sobrevivir el viaje, la luz directa de este sol.
De la nada, un grupo de enxes aparecieron, acercándose a ellos.
―¿Uthe?
Uthe no veía el rostro de quienes le hablaban, eran sólo siluetas de luz, pero en su corazón sabía que eran Behe y Roha, sus amigos de toda la vida.
―¡Roha! ―Uthe la abrazó con fuerza.
―No pudimos hacer nada ―dijo Behe―, vimos que Dumui logró vencer a la muerte reencarnando y regresando del futuro, pero ya no entendimos lo que sucedió. Ustedes pretendían engendrar a Feza de nuevo, pero ¿para qué? Sin Mbanga no tendría caso. Además, ya no tendría caso, Uthe, por un error del mal, tú obtuviste tanto poder que estabas logrando dominar a los seres malignos, los elegidos ya no son necesarios.
―Feza no nacerá en esta era ―dijo Ndomi―, reencarnará en unos siglos, cuando el mal emerja de nuevo, y todos ustedes regresarán para protegerla. Behe, Roha, ustedes reencarnarán para engendrar a Mbanga y heredarle sus poderes.
―Pero no deben regresar al mismo tiempo, deben separarse en años ―dijo Uthe―, así al mal le costará más trabajo encontrarlos.
―Lo bueno de ser un enxe, es que podemos dividirnos indefinidamente ―dijo Ndomi―. En esta primera reencarnación dejamos un fragmento de nosotros en uno de mis poemas, esperando que nuestro instinto nos llevara a él, y al leerlo, ese pedazo de alma regresara a nosotros con nuestros recuerdos intactos. Antes de reencarnar, harán lo mismo. ¿Recuerdan la libreta en donde yo escribía sobre todos ustedes?
―¿Cómo no recordarla? ―dijo Kuhu―, nos aterrabas con ella.
―Pues en esa libreta dejarán un pedazo de sus propias almas para que cuando la lean, todos recuerden quiénes eran.
―En ese caso ―la profesora Mpadi se acercó a Uthe―, creo que seré la primera en regresar. Mi instinto aumentará ahora que podemos acercarnos al Made, y sé que me llevará a encontrar esa libreta.
―Ustedes dos han muerto ―dijo Dañu, triste―, su hija jamás los volverá a ver en el futuro.
―No hemos muerto, Dañu. Los enxes de los animales, badas y mbohos que fueron sepultados en el mar protegen nuestros cuerpos ―dijo Ndomi―, Uthe les pidió su ayuda y ellos nos guiaron hacia el hñato para que nos trajera aquí con vida.
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Editado: 05.06.2022