Ximantsi I. Los secretos en la isla de la hechicera

El cementerio

El frío se hizo menos intenso y la navegación se reanudó en la isla. El arqueólogo regresó con un humor aún más negro del que ya de por sí solía tener y pronto Ndomi supo por qué.

―Hablé con el consejo de arquitectos. ―El arqueólogo caminaba de un lado a otro de su despacho―. ¿Es cierto que usted mencionó haber charlado directamente con un bada?

―Sí, con un niño.

―Cuando lo mencionó en su primer informe, creí que se refería a uno de sus cantos inútiles… pero me dicen que le habló sin enigmas… ―Noho gruñó―. Y ¿se atreve a mencionar que necesita la ayuda de los Bada para hacer su trabajo?

―¿Qué le preocupa?, ya me lo prohibieron, ¿o no? ―dijo Ndomi con total seguridad, pero un tanto enfadado.

El arqueólogo tomó un documento de su escritorio y lo puso frente a la cara de Ndomi.

―¡Exactamente! Por decisión de Consejo Bamhña, se le prohíbe rotundamente buscar ayuda de los Bada

―Pero nunca explicaron por qué ―reclamó Ndomi.

―De una vez le advierto ―el arqueólogo se acercó a Ndomi con un gesto de furia―, que, si acaso se atreve a mencionar algo de los Bada en sus informes, haré que lo saquen de esta isla de inmediato.

―¡Yo no me iré de esta isla hasta encontrar lo que busco! ―Ndomi se levantó de la silla poniéndose frente al arqueólogo, jamás se había sentido tan enfadado como en ese momento―. Y ningún racista logrará hacer que me valga de los medios de que necesite para llegar a mi objetivo. ¿Se atreve a amenazarme?, pues le digo esto: una vez que encuentre los secretos de esta isla, mi siguiente tarea será hacer que lo echen de aquí, ¡para siempre!

Ndomi salió hecho una furia, el arqueólogo sólo lo observaba, absorto e inmóvil. Para su sorpresa, jamás hizo por responder a tal desplante de insubordinación. Pero aun con eso, Ndomi no podía dejar de sentir ese enfado que ahora se convertía en valentía, sentía la plena seguridad en sí mismo, no paró hasta llegar al puerto, donde los animales estaban listos para reintegrarse a la tripulación.

―Ode ―gritó―, necesito tu ayuda.

Si ya estaba convencido de soslayar ese decreto, este nuevo enfrentamiento lo hizo decidirse más que nunca a pedir ayuda a los bada. El sol ya se asomaba por el otro lado del planeta, lo que significaba que los seres acuáticos ya estarían despertando de su sueño invernal, esa misma tarde se embarcó en una nave pequeña junto con Ode y los cachorros. Planeaba ir primero hacia el punto de energía que marcaban los planos y después a buscar alguna criatura acuática para pedirle su ayuda.

Llegaron a ese punto a los pocos minutos de haber salido del puerto. Ahí había un banco de arena que casi salía como isla a la superficie. Ndomi se colocó unas botas impermeables y se acercó junto con los animales en una pequeña balsa y se dejó caer en el agua que apenas llegaba a sus rodillas.

―No parece haber nada en este lugar ―dijo observando todo alrededor.

―Pero se siente una energía muy extraña ―uno de los cachorros se asomó por la orilla de la balsa―, es….

―Tristeza ―dijo Ode―, combinada con una pureza increíble, la misma que emanan los árboles sagrados que guardan el alma de los que murieron siendo niños.

Del agua emergió una serie de figuras sombrías. Era un grupo de Badas que nadaban llevando una estructura hecha de corales, encima de ella, descansaba un Bada muy viejo, con los ojos cerrados.

―¿Qué es esto? ―preguntó Ndomi. Los Bada comenzaron a cantar

El sabio Ko ha partido,

dejando atrás su legado.

Su alma descansará con otros,

que a él se han adelantado

Su alma pura dará energía

a quienes su protección necesiten.

Protegiendo a todos por igual,

incluso a los que le discriminen

 

―Espera un momento ―Ndomi señaló al anciano―, esto es un funeral. ¡Este lugar es un cementerio!

Los Bada continuaron su canción, el altar de coral fue bajado lentamente, se hicieron hacia atrás y Ndomi dio un respingo al ver una serie de tentáculos salir por entre la arena y el agua rodeando al anciano y este se fue hundiendo poco a poco, acompañado por el cántico de los suyos.

―¿Qué fue eso?

Uno de los Bada volteó a ver a Ndomi con un gesto de tristeza, se dejó caer en el agua y se acercó a él, nadando.

―Eres uno entre un millón ―le dijo―, de los pocos elegidos que han logrado hablar con nosotros.

―Lo sé, me lo dijo uno de sus niños.

―Nosotros sabemos cuándo un mboho merece nuestras palabras ―dijo el bada con una sonrisa triste―, es por ello por lo que te responderé a tu pregunta. Lo que viste es un ñato, una criatura que habita bajo la arena. Tiene la misión de deshacerse del cuerpo mortal, guiar a las almas al más allá, y mantener la conexión entre nuestro mundo y el de los muertos para que su energía nos proteja.

―Entonces es eso ―Ndomi sonrió―, este es el centro de energía de la isla de Uthe, las almas de los Bada son tan puras que son las únicas capaces de mantener en pie una estructura tan cerca del Made.




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