Ximantsi I. Los secretos en la isla de la hechicera

El zuthu exorcizado

Ndomi sintió de momento la necesidad de obedecer a la súplica del arqueólogo, no era que Noho le exigiera alguna orden absurda, él realmente se lo había pedido como si estuviera preocupado por él.

Estaba en la cubierta del barco, observando las luces de las estrellas nocturnas y el halo azul de Hatso perdiéndose en el horizonte. Banxu estaba sentada sobre un camastro cerca de él, pensativa y apesadumbrada, el vientre de ella ya estaba muy abultado, Ndomi había estado tan absorto en su necedad por develar los secretos de Uthe que había olvidado por completo el importante hecho de que su primogénito nacería a lo mucho en un mes. Se acercó a ella sentándose a su lado.

―No te preocupes ―le dijo, sonriente―, no hicimos nada malo, como estamos yendo por nuestra voluntad, no nos expondrán ante el zuthu, encontrarán que no somos los amos, y nos dejarán libres.

―Eso no es lo que me preocupa ―Banxu observó a Ndomi con tristeza―, estuve revisando los registros del zuthu, en efecto, su primera aparición fue a los pocos días de lo que pasó entre nosotros. Nos ha estado rastreando, buscándonos en cada ciudad que hemos estado.

―¿Y?

―Alguien más ha estado con nosotros todo este tiempo ―Banxu inhaló con fuerza―. Mi abuela, ella ha estado en los mismos lugares que nosotros, estuvimos con ella el día que todo comenzó.

―¿Acaso sospechas que tu abuela…?

―El bada te dijo que alguien nos hizo esto por propósitos egoístas ―a Banxu se le descomponía la voz―. ¿Sabías que mi abuela vivió en la isla de Uthe por dos años en su juventud?

―Sí, lo sabía. ―Ndomi continuaba sin entender―. De hecho, hizo investigaciones con el mismo Noho.

―Lo que no sabes, es que ha hecho cosas extrañas desde que llegamos a la isla ―continuó Banxu―. De entrada, rara vez la veo llegar a casa, y cuando despierto, por lo general no está, me dice que llega muy tarde y se va muy temprano, pero en estos días que el bebé no me deja dormir bien, me he dado cuenta de que hay noches en las que no llega a dormir. Y hay algo de lo que no me enteré sino hasta hoy: después de estar en esta isla, año con año ella hizo solicitud de residente controlado. Un residente controlado es aquel que puede permanecer en la isla hasta cinco años. Dejó sus antiguos papeles en la credenza, entre los documentos que ha sacado del castillo, todos eran solicitudes rechazadas, año con año, hacía su solicitud.

―Y ¿por qué quería permanecer en la isla si su familia vivía en Tse? ―preguntó Ndomi―. ¿Acaso quería alejarse de ellos?

―Ndomi… ¿Qué tal si ella me hizo embarazarme para obligarme a casarme contigo? Tú tenías preaprobada tu residencia permanente desde pequeño, y ella siempre me insistió que quería que yo fuera quien se hiciera cargo de ella en su vejez. Quizá como siempre fuimos muy unidos estaba convencida de que consideraríamos ser pareja, cuando se enteró que no estabas en mi lista…

―Vamos, Banxu ―interrumpió Ndomi―, es Kuamba, la mujer más dulce del mundo, ella es incapaz de hacer algo incorrecto.

―Es que… ¿Por qué pasa tanto tiempo en el castillo?, ¿qué es lo que pretende? Ella me decía que quería retirarse porque ya estaba muy cansada y ahora se la vive en el castillo. A excepción de los días en que Noho estuvo de viaje, en esos días, se la pasaba en la casa... No lo entiendo.

―En eso tienes razón―dijo Ndomi―, desde el primer día, ella pasó en el castillo más tiempo que yo. Pero…

―Ndomi ―Banxu le interrumpió―, ¿sabes por qué comencé a sospechar de ella? Porque en cuanto le dije que el consejo nos requería para ser interrogados, en seguida y de la nada se sintió enferma. Me pidió una disculpa por no poder acompañarnos, pero… cuando el barco pasó cerca del castillo, la vi ahí, con Noho, en la terraza de su habitación. ¿Si se sentía tan enferma, por qué estaba en el castillo con él?

Ndomi tuvo que admitir que eso fue bastante sospechoso, pero no quería ni pensar en eso. Kuamba era como su propia abuela, nunca había pensado en ella como una persona egoísta capaz de hacer daño a nadie por motivos oscuros.

Pero de momento, lo primero era enfrentar al consejo, seguramente verificarían que el zuthu no se acercaría a donde estuvieran ellos y con eso sería suficiente para que les dejaran en paz. Él sabía perfectamente que nunca fue un acto de lujuria como le acusaban, por lo que no tenía miedo en absoluto.

Llegaron a Kutsi muy temprano al día siguiente y fueron dirigidos de inmediato al castillo principal, en donde un grupo de guardias los observaban morbosamente.

Entre los consejeros estaba el sabio Toke quien los miraba con su acostumbrada frialdad. No hubo juicio, ni siquiera un interrogatorio, Toke simplemente dio la orden y la pareja fue llevada a la explanada, donde había dos estructuras de madera en cruz. Antes de que pudieran hacer nada, Banxu fue atada de pies y brazos a una de ellas.

―¿Qué hacen? ―gruñó Ndomi cuando quisieron atarlo también.

―El zuthu será atraído hacia ustedes ―dijo el consejero Toke―, sólo así sabremos si ustedes son sus amos o no.

―No tienen de qué preocuparse ―dijo uno de los guardias―, no es un zuthu poderoso, el consejero Toke es voluntario para recibir al zuthu, es un hechicero muy poderoso, si el zuthu lo posee, no tardará en exorcizarlo para que lo eliminemos.




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