Ximantsi I. Los secretos en la isla de la hechicera

El círculo de protectores

Ndomi se sentía realmente confundido, Kuamba siempre había sido muy cariñosa con él, pero desde ese día en la isla de Kutsi, ese cariño había crecido en forma desmedida, incluso era mucho más protectora con Banxu.

Pero eso no era lo más extraño, al siguiente día de regresar a la isla, Kuamba fue a primera hora a hablar con Noho. Tardaron horas en el despacho y cuando al fin le vieron salir, el arqueólogo se notaba realmente alterado. Se detuvo unos segundos frente a Ndomi observándolo detenidamente antes de hablar.

―¿Viste entonces que el amo del zuthu era el consejero Toke? ―preguntó.

―Yo… ―Ndomi volteó a ver a Kuamba. Ella le asintió con la cabeza―. Sí, de algún modo vi en el zuthu algo de su origen.

―Entiendo. ―El arqueólogo volteó a ver a Kuamba y después de fruncir los labios, volvió a mirar a Ndomi―. ¿Sabes, amigo?, realmente asustas cuando estás enojado.

―¿Ahora me crees? ―preguntó Kuamba―. Siempre te dije que Toke no era de fiar.

―Es difícil desconfiar de alguien a quien llamaste amigo por décadas ―dijo Noho con tristeza, pero en seguida recobró su semblante frío―. Llama a Xi y a Thendo, diles que avisen a los demás, expediré algunos documentos para que se les permita el acceso a la isla, y por favor, que todos vean lo que encontraste en el castillo de Kutsi, es hora de que comprendan su lugar en este círculo.

El arqueólogo se retiró a grandes trancos. Ndomi y Banxu interrogaron a Kuamba con la mirada.

―Noho al fin se ha convencido de que realmente puedes replicar esta isla. En unos días partirás junto con un grupo de personas que te ayudarán a experimentar en mar abierto.

―¿Cómo lo convenciste? ―preguntó Ndomi―, ¿y qué es lo que encontraste? Lo que Noho te pidió enseñar a esas personas.

―Te lo explicaré en su momento, por ahora, prepara todo, es imperativo que consigamos una nueva isla, una lo más cerca posible del Made, para evitar que alguien la encuentre.

Ndomi estaba más que entusiasmado, pasó tres días realizando todos los cálculos necesarios, creando los planos y listando los materiales que necesitaría para replicar una isla de tamaño menor.

Al cuarto día llegó un grupo de alrededor de treinta personas de diferentes edades. Todos comenzaron a tratar a Ndomi de una forma tan familiar que parecía que le conocían de años, pero de ellos él sólo conocía a cuatro: el matemático Mongui, ex compañero del colegio y su esposa. Otra era su vieja amiga Handi y el último era el vidente Thendo, un anciano de ojos rojos que era abuelo de Handi.

―¿Y qué hacen todos ellos aquí? ―preguntó Ndomi.

―Ellos serán quienes te acompañarán en mar abierto, los necesitarás para construir tu isla.

―¿Ellos? ―preguntó Ndomi con escepticismo.

―Necesitas de nosotros ―dijo Xi, una mujer de mediana edad―, geólogos, biólogos, matemáticos, sacerdotes, hechiceros… Esa isla necesitará de todos nosotros para poder sustentar vida.

Ndomi lo aceptó de inmediato, sintió que no podía confiar en ninguna ayuda como la que esa gente le ofrecía. Partieron esa misma tarde, pero Banxu estaba en días de dar a luz, por lo que se quedó en la isla de Uthe, acompañada de su abuela.

Ndomi se sentía confiado de hacer algo aún más atrevido. Pidió a tres mecánicos del grupo y a dos sacerdotes que le ayudaran a concentrar la energía del cementerio en el barco, a fin de que le diera la protección suficiente para acercarse todavía más al Made.

―¿Estás seguro, Ndomi? ―preguntó Handi―, mientras más cerca del Made, menos posibilidades tienes de sustentar una isla.

―Estuve revisando esto a detalle ―dijo él―, cuando la isla de Uthe fue construida no existían herramientas las mágicas con las que contamos hoy, ahora contamos con tecnología que intensificará la energía de las almas.

―Bueno, tú eres el arquitecto.

El barco navegó por un día entero, se acercaron tanto al Made que podían ver en lontananza el agujero oscuro que absorbía toda la energía de Hatso.

El grupo entero preparó todo en un banco de arena, tendieron una estructura de madera y metal, tal y como lo ordenó Ndomi. Así, después de dos días de trabajo, todo estaba listo.

Ndomi accionó un dispositivo que provocó una explosión en el centro de la estructura y poco a poco un enorme montículo de arena y piedra emergió del mar, formando una isla rocosa y estéril, de la mitad del tamaño de la isla de Uthe. Ndomi, quien había activado todo desde el centro de la isla quedó en lo alto de una montaña rocosa.

―¡Lo lograste! ―Handi y Thendo abrazaron a Ndomi.

―Será mejor comenzar a caminar hacia la costa ―dijo Ndomi―, nos llevará un rato, realmente no pensé que la isla crecería tanto.

―Y no hemos terminado ―dijo Xi―, aún tenemos que agregar las características geofísicas y los biólogos deberán sembrar la semilla de la vida.

Tardaron casi medio día en llegar a la costa donde se habían quedado los demás. Descansaron una noche y al siguiente día, geólogos y biólogos comenzaron el arduo trabajo de preparar la isla para sustentar vida. Era un trabajo que tardaría unos cuatro o cinco días más, sin embargo, un llamado obligó a interrumpir el trabajo. De la radio llegaba el mensaje de que Banxu estaba en labor de parto y el equipo entero estuvo de acuerdo en regresar para que Ndomi conociera a su primogénito, por lo que iniciaron el viaje de 6 horas, de regreso a la isla de Uthe.




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