Ximantsi I. Los secretos en la isla de la hechicera

La misión de Banxu

Era sorprendente la energía que se concentraba en esa isla, tenía apenas unos días de haberse creado, y ya estaba tan llena de vida como la isla de Uthe, pero nadie podía celebrar ese hecho, en la isla se sentía un ambiente de tristeza y dolor. Kuamba no podía evitar ir todas las tardes a la playa y mirar hacia el Made, esperando quizá que el barco emergiera como una especie de milagro.

Dos arquitectos pasaron quince días levantando nuevas construcciones para vivir, los biólogos lograron preparar tierras de sembradío y los geólogos creaban sistemas naturales de riego para alimentarlas y, mientras tanto, se alimentaban con peces y crustáceos que pescaban en el mar.

Kuamba estaba parada en un risco, observando al Made como lo hacía todas las tardes cuando Thendo se acercó a ella con una sonrisa en los labios.

―Tengo un nuevo mensaje de los espíritus, y temo que la misión esta vez es para Banxu.

―¿Para Banxu? ―preguntó Kuamba, preocupada.

―Ella debe ir al Hemi, debe encontrar a los tres arcos que faltan a este círculo.

―¿Se llevará a la bebé al Hemi? ― Kuamba se alarmó.

―No, nosotros tenemos la misión de cuidar a la elegida, Banxu deberá renunciar a ella para cumplir su destino.

―¿Ella sola? ¿No puedo…?

―Se encontrará con tres de los nuestros ―interrumpió Thendo―, pero no llegará sola hasta allá. Alguien más la acompañará, alguien, que vivirá lejos de ella para encontrar su destino.

―¿Quién?

―La misma persona que has esperado ver todas las tardes desde este lugar ―Thendo señaló al Made. A plena vista apenas se notaba algo que perturbaba la continuidad del mar. Enfocó la mirada y llevando su mano a su pecho, inhaló con esperanza.

―¡El barco! ―exclamó.

Todos los miembros del círculo corrieron hasta el improvisado muelle que habían construido cerca del acantilado. Banxu esperaba con sus ojos vidriosos puestos en la baranda que rodea la cubierta. Cuando el barco al fin atracó, un joven muy atractivo se asomó por la cubierta, Banxu simplemente soltó a llorar mientras el resto celebraban abrazándose entre ellos. Ndomi bajó del barco, recibido por el abrazo de su mejor amiga.

Sólo una hora después, Ndomi y los animales narraban su aventura mientras engullían la comida que entre todos les habían invitado.

Cuando el barco cayó en el agujero del Made, creyeron que sería el final, el movimiento de centrífuga dentro del remolino les mantuvo pegados a la cubierta, pero era tan vertiginoso que no tardaron en perder la consciencia. Al despertar, se vieron en aguas calmas, con el sol apuntando sobre sus cabezas y navegaron de regreso hasta la isla, pero, para su sorpresa, estaba vacía. Ndomi, preocupado por sus amigos ordenó iniciar la travesía a la isla de Uthe. Pero al llegar, de nuevo todo estaba vacío, no había un alma. De hecho, el castillo y las casas estaban completamente vacías, sin muebles, sin nada.

―Pero nosotros no nos hemos movido de aquí ―dijo Banxu frunciendo el entrecejo.

―Tardamos en entender lo que sucedía ―respondió Ndomi―. El capitán Nunane se dio cuenta luego de cinco días cuando analizó las estrellas.

―Estábamos al otro lado de la luna ―intervino el capitán―, en el Hemi.

―Aparentemente, la isla de Uthe y esta se replicaron en el Hemi. Idénticas. Lo que se construye aquí, aparece allá, exactamente en el mismo punto.

―Ahora entiendo lo que me dijeron los espíritus ―dijo Thendo con una sonrisa―. A mí llegaron visiones sobre ti, Banxu, tú y algunos miembros del círculo deben viajar al Hemi. ―Volteó a ver a Banxu―. Tú te quedarás en una aldea Tuki para encontrarte con los tres arcos faltantes del círculo ―Luego volteó a ver a Ndomi― y tú irás con el resto a habitar la isla que creaste sin construirla.

―¿Yo iré sola a la zona continental del Hemi? ¿Acaso los miembros faltantes son tukis? ―preguntó Banxu.

―No. Son tres mboho que se perdieron en el Hemi hace un par de años ―respondió Kuamba.

―¿Te refieres a…?

―El agrónomo Bosthi, la hechicera Xingu y el navegante Hojai. ―respondió Thendo―. Debes ayudarles a encontrar su lugar en este círculo, cumplir la misión que les fue asignada.

Terminaron de comer charlando de todo lo extraño que había sucedido desde que se enteraron de ser miembros del círculo secreto de protectores. Por la noche, Banxu salió de una pequeña casa de madera y fue a buscar a Ndomi, quien había salido a dar una caminata. El verano había llegado de lleno y el calor hacía la noche muy placentera. Él estaba sentado en el risco, observando las lunas vecinas.

―Aún recuerdo cuando te conocí ―dijo ella sentándose a su lado―, un chico inseguro, soñador y muy huraño. Jamás me imaginé en ese momento que ese chiquillo inseguro se convertiría en el héroe que es hoy.

―¿Y qué me dices de ti? Una niña llorona y tímida que permitía que todos los niños le hicieran daño.

―Bueno, me enseñaste a defenderme ―Banxu sonrió―, ¿o no? De hecho, desde que me defendiste la primera vez, supe que seríamos amigos por siempre.

―¿Por qué no podemos enamorarnos? ―Ndomi se sentó de tal forma que quedó frente a ella―. Sería agradable poder ser una pareja normal, quedarnos aquí con nuestra hija.




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