Xonaca-125

El sonido de las cucarachas PT. III FINAL

Quisiera entrar más en detalles con esta historia, pero estoy haciendo un esfuerzo por poner en palabras todo lo que mi padre me contó.


Mi padre sospechaba que aquel orangután no era como los demás y, a medida que sus sospechas aumentaban, el animal actuaba de manera cada vez más extraña cuando comenzó con una obsesion por una caja de cartón.


Pensó que tal vez era paranoia o sugestión, pero estaba convencido de que, cada vez que recorría las jaulas de los mandriles, escuchaba golpes en el suelo o en la reja. Eran golpes similares a los que haría una persona tocando una puerta.


Los compañeros de mi padre nunca le creyeron, o quizás no querían involucrarse.


Seis meses después, cuando el zoológico enfrentaba problemas por las condiciones laborales y administrativas, todo el bosque fue absorbido por la fundación Xonaca-125, una farmacéutica mexicana en bancarrota que ahora velaría por los intereses del bosque de Chapultepec.


Con fondos privados, las nuevas condiciones laborales hicieron que mi padre olvidara todo acerca del orangután: mejores prestaciones, sueldos y 48 horas libres con goce de sueldo. 

Todo parecía mejorar... hasta que comenzaron a recibir órdenes inusuales. 

El personal fue despedido poco a poco bajo la excusa de mejorar el bienestar de los animales, que empezaron a "desaparecer". Esto era una mala señal.


Para fortuna de mi padre, él fue uno de los pocos veladores que conservaron su trabajo debido a su antigüedad. Sin embargo, pronto deseó haber sido despedido.


Mi padre sabía que los animales no habían desaparecido; estaban siendo sometidos a experimentos.

 A esas alturas, el zoológico ya no recibía visitantes durante el día.

A cambio de su silencio, mi padre presenció muchas cosas, pero una de ellas jamás la olvidará.


Hace una semana, en plena madrugada, me despertaron ruidos en la cocina. Al investigar, encontré a mi padre sentado en la sala, completamente a oscuras. Perdido en sus pensamientos.


Con miedo de que algo le ocurría me acerqué y me dijo: —"Él sabe lo que hace".—


Intenté tranquilizarlo y, entre lágrimas, me contó que mientras recorría una de las carpas montadas por la fundación, una luz parpadeante llamó su atención. Se acercó y escuchó a una joven doctora hablando y riendo sola. 

No fue hasta que entró en la habitación que vio al orangután sentado en una mesa de trabajo junto a la doctora.


Mi padre se congeló al ver a la criatura a solo un par de metros sin ninguna barrera. El miedo lo hizo sujetar su arma, pero el orangután no se movió. Simplemente sostenía la bata de la doctora mientras ella reía con cada gesto del animal.


Mi padre se acercó y preguntó si todo estaba bien. La doctora, con una sonrisa forzada, respondió que no había ningún problema. El orangután, ahora con el pie, cambió la forma en que sujetaba la bata y tomó su caja de cartón que tenía al lado.

 Hizo una seña a mi padre para que se acercara y le mostró el contenido: cucarachas de Madagascar.


Mi padre sintió un escalofrío. El orangután metió su mano en la caja y acarició a las cucarachas, produciendo un ruido repulsivo. Luego, extendió la caja hacia mi padre, como si ofreciera una despedida. Mi padre entendió que lo que el orangután quería era que se fuera.


A costa de sus "preciadas cucarachas"


Mientras mi padre se alejaba, notó que la sonrisa de la doctora se transformaba en una mirada de terror, pidiendo ayuda en silencio.

 Todo lo que podía escuchar era el sonido de las cucarachas y ver la sonrisa del orangután con cientos de cucarachas recorrer su cuerpo y todo al rededor.


Tiró la caja al suelo y salió corriendo del zoológico. Regresó a casa y me contó todo lo que les estoy diciendo. Nunca volvió a trabajar y nunca supe qué pasó con la doctora, el chófer, ni con el orangután.


Hace tres días, mi padre ya no despertó. Fue un velorio difícil. 


Para mí sorpresa un señor desconocido vino al velorio, era el chófer y después de platicarle toda la historia lo único que me dijo fue que seguramente ese maldito Orangután lo sabe.


Y las últimas dos noches he estado pensando que tiene razón.

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