Alrededor de treinta minutos después llegaron a su casa. Los nervios de Penny no hacían más que aumentar según pasaban los minutos.
Ella entró al edificio seguida de Jason mientras saludaba al señor Woods, el portero. Intentaba que los nervios no fueran demasiado evidentes, se repetía que no tenía por qué sentirse así, ellos solo eran dos personas, dos chicos que intentaban hacerse amigos. Él la había acompañado al cine y a cambio ella lo había invitado a cenar en su departamento, todo muy normal.
Lo guio hacia el ascensor y presionó el botón de su piso mientras respiraba profundo para armarse de valor y poder soportar el tiempo que estaría a solas con Jason encerrada en un ascensor. ¿Acaso podía desarrollar claustrofobia de un momento a otro?
--¿Estás bromeando? --cuestionó él mirándola con los ojos muy abiertos.
--¿Qué sucede?
--¿Vamos al piso 39?
--Si, joven, ese es mi piso. ¿Tienes algún problema?
-No, ninguno --respondió él negando varias veces con la cabeza-- Solo que es algo alto. ¿No suele faltarte el aire ahí arriba?
Ella sonrió y lo miró con una ceja enarcada.
--¿Tus chistes acostumbran a ser tan malos?
--Sí, pero lo sexy que soy lo compensa --susurró como si en realidad fuera un secreto.
--¿Nunca vas a dejar que lo olvide? --chilló cubriéndose el rostro --Es obvio que hay que tener cuidado con lo que se le dice a un abogado.
--Definitivamente. Espero que la próxima vez calcules antes de hablar, o tal vez no.
Cuando las puertas del ascensor se abrieron Penny lo invitó a pasar dentro del departamento intentando ocultar los nervios que le atenazaban el estómago. Era la primera vez que un hombre que no fuera de su familia o el repartidor de pizzas entraba en su casa, aunque tenía la impresión de que nada tenía que ver con eso y que la verdadera razón de su nerviosismo era que aquel hombre era Jason Davis.
--¡Woah! Es un departamento muy bonito --comentó él tras entrar.
Por primera vez en el tiempo que llevaba viviendo allí, Penny miró su departamento de forma distinta a como lo había estado viendo últimamente, lo miró a través de los ojos de Jason y se sintió aliviada de que le gustara lo que vio.
El mobiliario de color chocolate y las paredes blancas junto a la moqueta del mismo color, los cuadros que ella había estado agregando de manera paulatina a la decoración, la lámpara que en aquel momento colgaba sobre su cabeza... Si, era un lugar bonito y le encantaba que tuviera cosas de ella y de su hermano a partes iguales.
Unos meses atrás, Brett le había entregado las llaves de un departamento de soltero en toda regla, con muebles escasos y una decoración bastante tétrica y ella se había tomado el tiempo de ir dándole su toque, así que el resultado había sido un bonito contraste. Era increíble lo que podía hacerse con cojines de colores y cuadros diferentes.
--Gracias –respondió—Ponte cómodo, prepararé algo de comer.
--¿Entonces, dices que eres una gran cocinera? –cuestionó Jason mirando de ella al plato con una sonrisa en los labios después de haber comido en silencio por algunos minutos.
--Si, ¿Algún problema? –Penny levantó los ojos hasta él.
--No, ninguno. Están muy ricos tus macarrones con queso –dijo llevándose un poco a la boca.
--¿Estás burlándote de mí? –preguntó.
--Para nada. En serio están deliciosos. Saben... diferente.
--Es como la sopa de piedra –estableció con una media sonrisa.
Él la miró achicando los ojos, como si no entendiera lo que decía y probablemente no lo hacía. La historia de la sopa de piedra era un cuento muy viejo que su madre le había contado alguna vez y que, por lo general, lo demás no conocían.
--¿Sopa de piedra? –cuestionó él, corroborando sus suposiciones.
--Es una vieja historia sobre un indigente que tenía hambre y nada para comer, tomó una piedra del bosque y fue a la casa de una señora pidiéndole que le prestara una olla y fuego para hacer una sopa con su piedra porque tenía mucha hambre. Naturalmente, la mujer se sorprendió y la curiosidad hizo que le dijera que sí, porque quería ver como el mendigo preparaba una sopa con una piedra.
>>El hombre lavó bien la piedra y luego la puso a hervir con un poco de sal bajo la atenta mirada de la señora de la casa que aún no podía creerse lo que el hombre estaba haciendo. Cinco minutos después el hombre probó la ''Sopa'' y dijo que sabía espectacular, pero que tendría un mejor sabor con un poco de orégano, la mujer le dio el orégano; luego dijo que solo le faltaban algunas especias y la mujer también se las buscó y así por largo rato pasando por una larga hilera de ingredientes. Al final, cuando la mujer probó la sopa quedó encantada con lo deliciosa que estaba; sin darse cuenta que nuca había sido una sopa de piedra, sino que ella había proporcionado al indigente todos los ingredientes para hacer una sopa majestuosa.
Editado: 23.04.2018