—¿Y entonces? —cuestionó mientras salía del ascensor. Había querido ser educada y hacer de cuenta que no había visto nada, pero no pudo contener su curiosidad—. Eso fue descortés.
—¿Qué cosa? —preguntó Dave mientras le lanzaba una mirada de inocencia, como si realmente no supiera de que estaba hablando.
Penny hizo una mueca, era tan común en Dave fingir demencia cuando no quería contestar a algo.
—Sabes a lo que me refiero. No me presentaste y tampoco te despediste. Eres más educado que eso.
—Ya me había despedido en la habitación. Ademas a Stasia no le importan mucho los modales. —contestó con una sonrisa torcida.
—¡Eso es asqueroso, David! —le reprendió golpeándolo en el brazo— ¿Tienes una idea de como sonó lo que acabas de decir?
—No es lo que diga, es como lo interpretas y ahí no tengo control. —replicó.
Cuando llegaron hasta donde había aparcado, Penny le entregó a Dave las llaves de su auto. Ya estaba acostumbrada a que su hermano se negara a abordar un vehículo que ella condujera. Al principio eso había significado un perpetuo tira y afloja cada vez que debía ir juntos a algún sitio, pero al final ella había decido dejarlo ganar, aunque no entendía cual era la obsesión de su hermano si, al menos bajo sus criterios, ella se consideraba una excelente conductora.
Penny se sentó en el asiento del copiloto mientras Dave lo hacía del lado contrario. Ella sabía hacia donde estaban conduciéndose, su hermano era una persona de hábitos, extrañamente, así que por lo general, desayunaba, comía y cenaba en los mismos sitios, se iba a la cama a la misma hora y hacía las mismas cosas. Era fácil predecir donde estarla un... sábado por la tarde, por ejemplo. Con pocas excepciones como la de esa mañana y la noche que seguramente la había precedido.
Igual como había predicho, Dave aparcó frente al lugar donde siempre solía desayunar. Era una bonita cafetería, bastante acogedora. Con una amplia terraza donde podía sentarse, disfrutar del sol, de la brisa, leer el periódico mientras tomaba café... Habían al menos una docena de mesas de hierro con sillas verde musgo y graciosas sombrillas del mismo color sobre sus cabezas.
La mañana veraniega de domingo era perfecta para sentarse en aquel lugar y mirar a las personas pasar.
—¿Hay algo mal contigo? —preguntó Dave sentándose frente a ella—Llevas callada mas de quince minutos, eso no es normal.
Penny aguardó a que la camarera se acercara a ella con los diminutos menús en las manos, Dave le indicó con rapidez que quería para desayunar y ella le hizo un gesto indicándole que comería lo mismo, cuando la chica se marchó, Penny respondió.
—Solo estaba pensado un poco, a veces lo hago.
—¡Ay por Dios, Penny. Solo olvida lo que acabas de ver...
—Es difícil olvidar que tropecé con unas bragas en medio de tu salón. También lo es mirarte y no verte en calzones —exhaló, fingiendo un estremecimiento de asco.
—¡Eso es perverso, Penny! —exclamó su hermano, de forma teatral— Creí que te habían criado mejor.
—No seas idiota —reprochó—¿Vas a hablarme de ella?
—¿De quien?
—De la chica que estaba en tu departamento ¿Quien es? —inquirió. Para ese momento había echado a un lado la decencia y la cortesía, tenía ganas de saber y eso era lo único que le importaba en ese momento.
—¿Stasia? Solo es alguien a quien conocí —dijo, quitándole importancia.
—Tiene un bonito acento —comentó intentando sacarle un poco más de información—¿De donde es? —preguntó lentamente.
—No lo sé. Creo que de Rusia, o de Ucrania. No es importante, Penny, no te hagas ilusiones. —puntualizó.
Penny debía admitir que, tras el rompimiento de Dave y Miranda, ella mantenía la esperanza de que su hermano encontrara alguna chica que le sacara a la bruja de la cabeza, a ver si así dejaba de ser una alma en pena. Pero con cada mujer que lo veía salir, o cada vez que encontraba alguna en su departamento, solo para que se acabara una semana después, sus esperanzas iban disminuyendo.
Tal vez miranda había arruinado a su hermano hasta el punto de quitarle la capacidad de experimentar sentimientos por alguien más, y eso si era triste.
*
**
***
Después de desayunar con su hermano Penny fue de compras, era una actividad que no desarrollaba a menudo pero que, cuando lo hacía, solía disfrutar, sobre todo si estaba sola. Ir de compras para ella era más que gastar dinero en ropa y zapatos, también hacía la labor de distracción. Era más relajante que toda una semana de masajes.
Al final de la tarde Penny llegó a casa con más bolsas de las que podía cargar. Sonrió al pensar que su tarde de relajación le iba a salir un poco caro a su padre, pero en fin, para eso eran los padres ¿O no?
Escuchó el sonido de su celular en algún lugar del mundo, pero no tenía ni idea de donde estaba. La ultima vez que lo había visto había sido dos horas atrás mientras intentaba decidirse entre unos zapatos azules de plataforma o unos dorado de tacón de aguja, solo para al final comprarlos a ambos. Si no estuviera escuchando el inconfundible sonido de ''A girl like you'' juraría que lo había perdido.
Editado: 23.04.2018