Penny entró en la casa y sonrió al encontrarse con su padre a mitad del pasillo. Llevaba mucho sin verlo, más aun sin mantener alguna conversación que sobrepasara los cinco minutos, pero así eran las cosas; lamentablemente no tenían muchas oportunidades de verse, pero cuando coincidían a ella le gustaba mantener largas conversaciones con él.
Su relación con su madre y su padre era muy diferente. Ninguna era mala, su madre era como una amiga; era dulce y cariñosa y Penny sabía que, siempre, no importaba cual fuera el problema, podía contar con ella. Philip, su padre, era un líder. De esas personas que parecían estar hechas para guiar a las demás. No había forma de pasar cinco minutos hablando con él y no terminar aprendiendo algo.
-Hola, pequeña Penélope. Tu madre y tu abuela están esperando por ti en la terraza -la saludó cubriéndola con un abrazo y dándole un beso en la frente que le recordaba cuando era una niña.
Penny no dijo nada acerca de que le dijera ''Penélope'' o ''pequeña''. Su padre no parecía dispuesto a comprender que ella odiaba el nombre Penélope y que había crecido. Suponía que para él siempre sería una pequeña.
-Hola, papá. Tiempo sin verte.
-Yo no fui quien se mudó -señaló.
Ella sonrió. Aquel era un tema que casi nunca se quedaba en las conversaciones con su padre. Siempre se encargaba de poner un tono de reproche a aquellas palabras, como si èl hubiera esperado que se quedara a vivir allí toda la vida.
-¿Cómo van las clases? -agregó.
-Bien...
-¿Y la vida de chica libre, como la llevas? -bromeo, apretándole los cachetes, Penny apartó sus manos de su rostro.
-También bien.
-¿Y has sabido algo de tu hermano? ¿Continua con esa idea de salir con una adolescente?
Le lanzó a su padre una mirada de desaprobación. Una parte de ella quería comprenderlo; como padre debía ser difícil ver a tu hijo haciendo algo que, a la luz de toda lógica era una locura. Como cabeza de familia debía ser aun más difícil todo el desastre que Brett había dejado tras su rompimiento con Miranda.
Pero aun así consideraba que las decisiones de su hermano, por locas o perjudiciales a los negocios que hubieran sido, necesitaban ser respetadas. Tal vez Dave y su padre se negara a entender eso, pero ella no tenía problema en hacérselo ver cada que tuviera la oportunidad.
-Se llama Jessica, papá y van a tener un hijo que será tu primer nieto, así que, yo que tú, me acostumbraría a la idea.
Su padre suspiró, como si no fuera la primera vez que escuchaba aquellas palabras, y probablemente así fuera. Seguro la abuela Emma le había dado más de un sermón de los que solo ella podía dar.
-Parece que soy el único en esta familia que no está exultante de felicidad por esta locura -alegó- Y por eso, al parecer soy despreciable.
-No eres despreciable, solo un poco tontito -bromeó -. Además Dave tampoco parece muy feliz. Escuché que mandó a la pobre chica a recepción.
Hacía aproximadamente dos semanas, Brett le había contado furioso que Dave había reemplazado a Jessica y la había enviado a recepción valiéndose de unas normas que ya nadie en la empresa podía recordar. A Penny le había molestado enterarse, pero dado que ella nada sabía ni tenía que ver con las cuestiones de la empresa, David se había negado a discutir el tema con ella.
Ella no era una idiota y aunque quisiera con locura a sus hermanos, también sabía reconocer que últimamente sus hermanos iban cometiendo estupidez tras estupidez contra ellos mismo. Si Brett se negaba a ser quien se lo hiciera saber a su padre, ella no tenía ningún problema en soltar el chisme.
-Dave está... algo perturbado. Tal vez deba hablar seriamente con él, enviarlo de vacaciones a algún lugar lejano donde deje de pensar en Miranda Graham, a ver si así calma las estupideces de tamaño industrial que está cometiendo últimamente.
-Si, tal vez... Mándalo a la luna a ver qué tal...
Su padre sonrió y miró su reloj.
-Ya debo marcharme. Pero tú, pasa más a menudo a ver a tu viejo padre. Hay días en los que casi no peleo.
Penny se despidió de él y continuó el camino hacia la terraza, donde encontró a la abuela y a su madre sentadas con sus respectivas tazas de té en la mano.
-¡Penny! -Penny la saludó su madre al verla entra. Se acercó a ella y besó su mejilla, luego hizo lo mismo con la abuela.
-Hola mamá. Hola abuela -saludó, sentándose junto a la anciana.
-No sé por qué siento que cada vez que te veo estás más radiante, cielo -comentó la abuela, mirándola de reojo.
El rubor cubrió el rosto de Penny por alguna razón que ella no supo comprender. Fijó la vista en sus manos sobre su regazo y no pudo contener una risa nerviosa.
-¿Eso crees? Es bueno saber que algunos productos de belleza si funcionan.
-Sabes a lo que me refiero, niña, no intentes engañar a una anciana, sé cosas que tu ni te imaginas -le reprendió la abuela.
Editado: 23.04.2018