Y ahora ¿qué más? #3

1*** Una vaca bípeda

 

 

Sentada en el tercer peldaño de la escalera de su nueva casa, Jess miró con descaro el trasero de Brett mientras colocaba la octava caja en medio del salón. No podía parar de pensar en lo afortunada que era porque mientras Brett y su hermano cargaban cajas y cajas, ella estaba tomando jugo de naranja y disfrutando de la vista. 

Y solo por estar embarazada. 

No había hecho nada más que ver a Brett conducir y luego verlo hacer trabajo pesado, pero aun así se sentía cansada, imaginaba que la razón era que, incluso haciendo nada más que mirar una mudanza era estresante. Más si se estaba embarazada de ocho meses y medio. 

Dado el avanzado estado de su embarazo, Dave, quien últimamente se comportaba con más simpatía de la que parecía querer, le había permitido quedarse en casa, así que desde hacía más o menos dos semanas Jess había estado tomando unas vacaciones posparto que para su desgracia no estaban siendo ni un poco placenteras. 

Agradecía el no tener que despertarse temprano para ir a trabajar porque en las noches no lograba dormir, el sol salía mientras ella buscaba la posición más cómoda para ella y su abultado vientre y, de más estaba decir que no la encontraba nunca. Cuando el cansancio era demasiado como para que la comodidad importara entonces su bebé comenzaba con sus lecciones de soccer para niñas principiantes y todo se iba a la mierda. 

Sentir como pateaba ya no era tan divertido. 

Brett volvió a entrar con otra enorme caja en las manos que depositó en medio del salón y luego se giró hacia ella. 

—¿Estás cómoda ahí? —preguntó con ironía. 

—¿Qué es exactamente lo que preguntas, Brett Henderson? 

—¿Yo? no, nada. Solo que pareces estar muy cómoda mientras me miras el trasero sin pudor como si fuera un trozo de pastel... 

—¡Yo no estoy haciendo eso! —chilló con las mejillas encendidas, aunque una leve sonrisa escapó de sus labios. 

—Por fortuna, su hermano la salvó entrando en la casa con otra caja en las manos. Le lanzó una mirada de cansancio antes de dejarse caer en uno de los sofás. 

—Creo que éstas son las últimas. ¿Cargas rocas en esas cajas, Jessy? 

—Si, para hacértelas tragar cuando digas tonterías. 

—Deberías agradecer que he pasado dos horas de mi vida ayudándolos a cargar cajas. 

—Yo lo agradezco —informó Brett entregándole a Jason una botella de agua. 

—¿Ves? Ese es el tipo de cosas que debiste aprender de él —se quejó su hermano. 

Jessica sonrió. 

Jason y Brett no estaban ni cerca de convertirse en buenos amigos, como ella y Penny lo habían hecho, pero al menos lo intentaban y ese intento por sí solo ya era un logro. 

A Brett no terminaba de gustarle que Jason saliera con su hermana y a este no le gustaba que Brett hubiera embarazado a la suya, incluso aunque él le hubiera pedido matrimonio y Jess llevara en el dedo un enorme diamante que lo probara. 

—Bien, si no me necesitan más como burro de carga, entonces debo marcharme. Le prometí a Penny que iría por ella. 

Jess intentó disimular su risa en una tos cuando vio a Brett arrugar la cara, sabía que su hermano también lo había notado e intuía que lo hacía adrede. 

—De acuerdo, dile a Penny que me llame —pidió Jessica. 

Su hermano asintió antes de marcharse. Jess paseó la vista lentamente por su nuevo salón. Sintió una ola de emoción al pensar que por fin ella y Brett tenían un lugar que era solo de ellos. La casa anterior estaba destinada a ser el hogar de Brett y Miranda después de su boda y, por tonto que sonara eso la había atormentado un poco. 

Afortunadamente Brett y ella habían compartido la misma molestia y al final habían encontrado aquella magnífica casa que parecía haber sido construida para ellos. 

—¿Qué piensas? —cuestionó Brett sentándose junto a ella en el peldaño. 

—¿Ya te he dicho que te amo y que estoy muy, muy feliz? 

—¿Hoy? —él fingió pensarlo— Como algunas 17 veces. Lo dijiste cuando despertaste, mientras tomábamos el desayuno, lo dijiste como tres veces en el auto, también me lo dijiste cuanto te traje ese jugo... 

—Ya basta, entendí —le hizo callar. 

—Y luego dices que yo soy el meloso que se está excediendo. 

—De acuerdo, tienes razón, ambos somos dos melosos que se están excediendo —cedió— ¿Qué te parece la casa? 

—Que es maravillosa. Penny hizo un gran trabajo con la decoración. 

—Si, y tu hiciste un gran trabajo encontrándola. 

Él se quedó en silencio algunos minutos, como si estuviera pensando en algo muy profundo. Luego sin que Jess se lo esperara, habló: 

—Tienes razón. Me lucí —sonrió— ¿Tienes hambre? 



#4627 en Novela romántica
#1315 en Chick lit
#1754 en Otros
#471 en Humor

En el texto hay: peligro, bebe, madre

Editado: 24.04.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.