Y ahora ¿qué más? #3

3*** La pequeña, hermosa y escandalosa Bree...

Había sido muy lindo que todos se tomaran el tiempo de contarle las cosas bonitas y divertidas de ser mama, en serio lo apreciaba, pero en ese momento debía admitir que se sentía ligeramente engañada, porque a nadie se le ocurrió contarle todo lo que no era lindo ni divertido. Era obvio que sabía que el parto no sería un lecho de flores, pero ni por asomo se había imaginado, ni siquiera se había acercado hasta qué punto iba a doler ¡Y joder! Sí que había dolido. 

Si antes no había estado muy segura, ahora podía aportar su vida a que nunca, jamás, volvería a embarazarse. 

Aun así, por muy ridículo que sonara, había sido una especie de dolor mágico, porque desde que había escuchado a su bebe, o, mejor dicho, desde que sus gritos habían destrozado sus oídos, todo el dolor había desaparecido mágicamente. Y cuando habían acercado a esa pequeña personita hacia ella para que pudiera verla, Jess había sentido como que su corazón se detenía. Las palabras ''perfecta'' y ''hermosa'' habían acudido a su mente antes de que cualquier otra cosa pudiera ocurrírsele. 

La pequeña, hermosa y escandalosa Bree, incluso con su delicado cuerpecito cubierto con lo que sea que fuera esa... cosa, era lo más maravilloso que Jessica alguna vez había visto. 

Así que cuando la enfermera salió de allí con su bebé en brazos, con la excusa de limpiarla y pesarla, Jess sintió unas fuertes ganas de irse tras ella. Aquellos escasos veinte segundos no eran suficientes, sentía unas inexplicables ganas de tomarla en sus brazos y solo mirarla hasta el cansancio. 

Por fortuna, la doctora Rhodes había comprendido su renuencia a que Brett estuviera presente durante el parto. A ella le hubiera gustado tener su compañía, pero no le gustaba ni un poco la idea de que él la viera chillar como puerco mientras expulsaba un bebé por la vagina. 

La doctora había aceptado esperar a que Jessica estuviera en una habitación y todo lo decente que se podía estar después de dar a luz, al menos cubierta y con el pelo recogido por la amable enfermera que en aquel momento intentaba que Bree tomara uno de sus pezones entre los labios, y aunque no lo pareciera era una ardua tarea cuando una bebé no parecía tener ninguna intención de abrir sus ojos o su boca. 

Tal vez la razón por la que la pequeña no estaba interesada en ella y sus escuálidos pechos era porque sabía que no encontraría mucho allí. Seguramente ya había hecho una comparación y había considerado los beneficios del biberón y había tomado la excelente idea de pasar olímpicamente de Jess. Lo que demostraba que también era una bebé sabia. 

Dos leves golpes en la puerta de la habitación le dijeron que la otra enfermera, la que se había marchado apenas dos minutos atrás, estaba de vuelta, y Jess sabía que venía con Brett porque antes de marcharse le había preguntado si ya estaba lista para recibirlo. Vale destacar que ese '' ¿Ya está lista para recibir al padre de su hija?'' había sido más en forma de reproche que cordial. La mujer había tomado la renuencia de Jessica a que Brett estuviera con ella en el parto como vanidad y, mientras la preparaban, le había contado como su esposo había estado presente en sus cinco partos y lo fortalecedor que había sido para la familia. Tal vez si era un poco de vanidad, porque ni siquiera esa emotiva historia logró convencerla, así que la mujer no había dejado de mirarla como si la estuviera culpando de algo grave. 

De todas formas, en ese momento más que lista, se sentía ansiosa. Había extrañado a Brett como si hubiera estado días lejos de él. Ya quería que viera a la bebé, sabía que caería tan cursi y profundamente enamorado como ella lo estaba ya. 

La puerta se abrió y la enfermera se hizo a un lado para que Brett pudiera pasar. Jess le sonrió al ver como sus ojos viajaban de ella a Bree entre sus brazos, que al fin había decidido comenzar a halar de sus pechos. 

—¡Hey, hola! —le dijo lentamente, mientras se acercaba a la cama. 

—Hola —contestó, con voz débil. 

—¿Te encuentras bien? —cuestionó, aunque sus ojos estaban en la pequeña, incluso lo estuvieron mientras le daba un casto beso en los labios. 

Tras haber logrado su cometido, la enfermera que aún quedaba allí se marchó y los dejó sumergidos en un silencio que no resultó incomodo en ningún momento. 

—Es... increíble —suspiró Brett al cabo de algunos minutos —. Es hermosa y... nuestra. 

—Si... —musitó Jess fijando igualmente su mirada en la pequeña Bree, tan delicada y vulnerable, con su pequeño puño apretado y sus labios fruncidos alrededor de su pecho. 

—¿Está alimentándose? Parece furiosa. 

—Creo que no encuentra más que frustración ahí, no entiendo porque no puedo simplemente darle un biberón hasta que mis pechos se sientan listos. 

Como si quisiera corroborar sus palabras, la pequeña soltó el pezón frustrada y lanzó un grito que luego fue seguido por unos cuantos más. Jess intentó hacer que volverá a tomar el pecho como lo había hecho la enfermera algunos minutos atrás, pero no lo logró. Al parecer Bree había heredado el buen humor de su padre. 



#1445 en Novela romántica
#498 en Chick lit
#548 en Otros
#193 en Humor

En el texto hay: peligro, bebe, madre

Editado: 24.04.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.