Jessica terminó de colocarle a Bree su gorro de solecitos y le sonrió mientras tomaba la pañalera de la cama.
—Hoy sí que nos hemos esmerado ¿No crees, Bree? —dijo, tomándola en brazos —Luces radiante, como cinco años más joven.
La pequeña movió sus ojos, como si a sus escasas semanas de vida ya fuera consciente de que no le había tocado la más cuerda de las madres. Pobre...
—Jessy, si no te apuras llegaremos tarde —indicó Penny metiendo la cabeza por la puerta entre abierta, dejando que Jess notara que estaba impaciente.
—Ya estamos lista, mamá —respondió Jessica con sarcasmos —. Solo le decía a Bree lo bien que se ve hoy.
Penny rodó los ojos, como si ya estuviera acostumbrada a sus tonterías, pero le sonrió a la pequeña, tomándola de los brazos de su madre.
—No necesitas que te digan esas cosas ¿Verdad, muñeca? Sabes que eres tan bella como la tía Penny.
Bree esbozó una pequeña sonrisa.
—¡Oye! ¿Por qué no me sonríes a mí? Yo te alimento —se quejó Jess mientras la seguía fuera de la habitación y, posteriormente, de la casa.
—Porque no tienes me carisma, y si llegamos tarde a la cita con Elise Simons, tampoco tendrás dientes.
—No es necesario tanta violencia, Penélope. Llegaremos a tiempo, lo prometo.
Hacía dos días Penny la había llamado para decirle que, por fortuna, Elise Simons tenía un tiempo libre en su apretada agenda y que había accedido a verlas esa misma semana, lo cual era un logro. Aquel almuerzo había sido la única cosa en la que Jess había podido pensar mientras al mismo tiempo intentaba mantener su vida marchando sin la perpetua presencia de su madre.
Sin ella las cosas no habían resultado tan fácil como había imaginado en un principio, pero nunca lo diría en voz alta.
Aquel día precisamente, preparar a Bree había sido una odisea, tanto que solo había logrado terminar con su atuendo tras la llegada de su salvadora, Penny.
Jess no había salido mucho de casa tras el nacimiento de Bree y como pasaba todo el día en pijama o con enormes pantalones de chándal, y como todo su día y noche giraba en torno a Bree, no había notado que tan gorda estaba hasta que había intentado ponerse sus jeans favoritos y no le habían pasado de los muslos. Todo el helado y las pizzas que se había comido durante el embarazo le pasaban factura de una forma cruel y vergonzosa.
Había tenido que cambiar sus jeans por un vestido negro que no lograba ocultar bien sus llantas, y fingir que todo estaba bien, aunque en realidad lo que quería era hacer una hoguera con toda su ropa y luego tirarse sobre ella.
—Si, solo si tienes unos propulsores ocultos en ese enorme bolso que llevas ahí. —bromeó Penny, mientras colocaba a Bree en su silla para bebé y luego iba hasta el asiento del copiloto.
—Bree necesita muchas cosas—fue lo único que respondió.
Penny la miró como si esperara otras palabras, pero no dijo nada y Jess se lo agradeció. Se sentó tras el volante y sin decir nada más, encendió el auto y condujo hasta el restaurante.
Habían quedado con Elise Simons en uno de los restaurantes más prestigiosos y exclusivos de la cuidad, como era de esperarse, tenían reservación para dentro de 45 minutos y Jess intentaría llegar a tiempo, aunque el tráfico no la ayudara.
—¿Pasa algo? —cuestionó Penny diez minutos después, mientras esperaban que el semáforo cambiara a verde.
Jess meditó unos segundos si podía compartir con Penny lo que la mortificaba, pero s fin de cuentas, si no se lo decía a ella no tendría a nadie más a quien decírselo. Básicamente porque Penny y Sandra eran sus únicas amigas y Sandra no estaba allí en aquel momento para llenarla con su sabiduría.
—¿Cuantos Kilos crees que aumenté después de Bree? —cuestionó en un susurro.
—No lo sé...
—¿No lo sabes o no quieres decirme? —espetó con los brazos cruzados, como si fuera una niña enojada.
—En serio no lo sé, pero ¿Qué importa? Luces fantástica.
—Eso no es cierto, Penny, parezco una foca —musitó—. Mis jeans no me quedan.
Para calmarse un poco, giró y miró a Bree tan solo unos segundos antes de volver la vista al camino, justo cuando el semáforo volvía a cambiar.
—Si quieres puedo acompañarte al gimnasio o algo así— propuso Penny— Allyson hace CrossFit, podemos ir con ella si quieres.
Jess la miró de reojo. Ella ni siquiera tenía idea de que carajo era el CrossFit, pero si la ayudaría a poder ponerse sus jeans otra vez lo haría sin pensarlo dos veces.
—Hago lo que sea si me ayudará a adelgazar —dijo mientras aparcaba frente al restaurante y miraba su reloj —¡Tres minutos antes! Te dije que llegaríamos a tiempo.
Editado: 24.04.2018