Las cosas no estaban saliendo como Jess quería y eso la molestaba. La molestaba mucho.
Para empezar; hacía dos semanas que había comenzado el CrossFit con Allyson y Penny, pero sus jeans seguían sin quedarle. Elise le había enviado un correo electrónico en el que le decía que la iglesia que ella y Brett habían elegido estaba ocupada por todo octubre y noviembre así que no era una opción, le había dado tres opciones que a Jess no le gustaban ni un poco. Además de eso, no lograba escoger un solo vestido que le gustara, no porque le gustaran varios, sino porque no le gustaban ninguno. Era horrible y se habían convertido en un dolor de cabeza constante.
Según Elise, dentro de dos o tres meses debía hacerse la primera prueba del vestido y para eso el traje debía estar confeccionado.
Como si todo el drama de la boda que ni siquiera había comenzado a planear no fuera suficiente, también estaba el hecho de que en tan solo dos semanas debía volver a trabajo... Y no quería. Ya no se sentía tan fuerte como para soportar las críticas y las miradas raras.
Si había algo peor que ser despedida, era ser reasignada en un puesto inferior y que todos supieran que la única razón por la que no la habían puesto de patitas en la calle era porque se acostaba con el hijo del dueño. Eso era doblemente humillante.
Cada vez que pensaba en volver a estar de pie en la recepción fingiendo que no se daba cuenta de los cuchicheos, le entraban escalofríos.
Por otro lado, estaba Bree, que había dejado de ser la niña calmada y adorable que había sido hasta ese momento y ahora pasaba todo el día de mal humor, lloraba tanto tiempo como fuera necesario hasta que Jess cedía para tenerla en brazos todo el día.
Estaba agotada la mitad del tiempo, la otra mitad solo resignada. En ese momento acababa de caer en la cama, agradeciendo a todo lo sagrado que Bree se hubiera quedado dormida e intentaba hacer lo mismo. No era algo para lo que tuviera que esforzarse mucho, en realidad con tirarse a la cama fue suficiente para que su cuerpo decidiera que ahí era donde se quedaría hasta que Bree quisiera.
Jess despertó si entiendo unas suaves sacudidas, se aferró al sueño maravilloso que estaba teniendo, pero la mano que la zarandeaba no se lo permitió. Se giró sobre la cama y abrazó su almohada, buscando encontrar él sueño nueva vez, pero entonces escuchó a Bree. ¡Bree! Y debía de ser algún sueño extraño por qué no lloraba, estaba... Solo estaba siendo una bebé que hacía ruidos que Jess no podía comprender.
—Así es, tu mamá es una holgazana y se quedará sin pizza.
La voz de Brett fue suficiente para que Jessica abriera los ojos de golpe. ¿Por cuánto tiempo se había quedado dormida? No podían ser más de las cuatro. ¡Ay por Dios, que no fueran más de las cuatro!
—¿Qué haces aquí? —preguntó a Brett mientras saltaba de la cama e intentaba limpiar su cara con disimulo.
—Aquí vivo —respondió él.
—Pero... Es pronto ¿O no?
—No— informó, alargando la palabra—Son casi las siete.
—¡Oh cielos! Dejé a Bree sola por cuatro horas... Al menos estaba dormida—balbuceó.
Brett hizo un gesto, como si no estuviera en absoluto de acuerdo con ella. Miró a Bree y luego a Jessica, era evidente que intentaba contener la risa.
—¿Quieres la verdad? —preguntó. Jess asintió sin pensarlo dos veces— lloraba como si no hubiera mañana.
Jessica se fijó con detenimiento y entonces pudo notar la marca de las lágrimas en el rostro de la bebé, realmente parecía haber llorado mucho. ¡Qué horror!
—¡Oh, por todos los cielos! —exclamó —soy una madre horrible. —dijo mientras se acercaba a él para tomar a Bree en sus brazos. Él dio unos pasos atrás y le sonrió, extendiendo su mano libre para colocarle el pelo detrás de la oreja. Debía lucir como una cacatúa, pensó por un segundo.
—No, no es cierto. Solo estás cansada—Es totalmente comprensible.
—No lo es —replicó Jess angustiada—A mi madre le daría un infarto si se enterara.
—Bueno... Yo no le diré si tú no lo haces.
Jess le sonrió en agradecimiento. Ya era suficientemente malo haberse quedado dormida y olvidar a su hija de dos meses en la cuna, como para que su madre se enterara de su imprudencia y durara toda la vida reclamándole por ello, si además, Brett se hubiera molestado por aquel terrible descuido —y tendría todo el derecho del mundo a hacerlo— entonces sería demasiado.
—Solo... dame a Bree, le daré de comer y luego prepararé algo para cenar.
—Traje pizza —le informó, entregándole la pizza.
Jessica lo miro un momento. ¿Pizza? ¿Era una broma? Ella ya le había dicho un millón de veces aquella semana lo decidida que estaba a hacer dieta.
Editado: 24.04.2018