—¿De qué estás hablando, Jessica? —cuestionó Brett con voz firme. El sonido de los papeles cesó, lo que le dio a entender que él había dejado de hacer lo que fuera que estuviera haciendo.
Bien. Que le prestara atención.
—Sabes de lo que estoy hablando, en la última caja encontré una fotografía de ti y Paige abrazados, nunca confundiría esa cara de idiota, pero si lo hiciera, su nombre está escrito detrás con tu letra. — Jess no tenía ninguna intención de fingir calma, no podría hacerlo por mucho que lo intentara así que no perdería su tiempo.
—Puedes comenzar por calmarte un poco —apuntó él.
—Te recomiendo, Brett Henderson, por la conservación de tu salud, que no me mandes a calmarme. Lo que quiero es que me expliques que es esto.
—No voy a tener esta conversación contigo por teléfono, Jessica.
—Vas a tener esta conversación como sea.
—Oye—dijo. Jess sabía que intentaba infundirle un poco de calma con su voz, pero era un caso perdido —Te aseguro que no es nada de lo que estás pensando. Es una tontería.
—¿Por qué no me dijiste que la conocías?
—Porque no era importante para mí, y tampoco debe serlo para ti.
—Explícame por qué no debería importarme...
Brett hizo una pausa por algunos en los que Jess casi perdió la poca compostura que le quedaba. En serio no podía créelo. No podía creer que le hubiera mentido.
—Pasó hace muchos años, Jessica. Demasiado para que fuera relevante —afirmó—. No quiero que se te ocurra pensar que este trabajo es una especia de reencuentro amoroso o algo parecido, porque no lo es.
—¡Ya déjalo! No quiero escucharte más.
Pensándolo bien, Jessica no quería escuchar los detalles de cualquier relación que Brett hubiera mantenido con la estúpida Paige. De repente la odiaba un poco más, si acaso era posible.
—¿Quieres que hablemos? Solo espérame. Estaré ahí en diez minutos.
Jess lo escucho moverse. Escucho la puerta de su oficina abrir y cerrarse y, de repente ella supo que no quería verlo, no quería hablar con él, no en ese momento. ¿Qué haría si Brett le decía algo que la lastimara? ¿Qué haría si le decía algo que no quería escuchar?
—Ya no quiero hablarlo y no quiero verte —replicó y sin ser concierte comenzó a subir las escaleras que la sacaban de aquel sótano que, de repente le parecía asfixiante, con la maldita fotografía que parecía haberse pegado a sus dedos—Has lo que quieras hacer —colgó rápidamente la llamada.
No quería escuchar ni una sola de sus palabras. Por lo menos no hasta que pudiera en orden sus pensamientos que se bifurcaban y tiraban de su cabeza en direcciones contrarias. Por un lado, algo le decía que tal vez debía calmarse un poco y al menos permitirle explicarse antes de intentar decapitarlo. Otra parte de ella, la que estaba furiosa, que para desgracia de Brett era la parte que la dominaba en ese momento, le gritaban que bajo las circunstancias que fuera, aún fuera por omisión, él le había mentido y se negaba a estar bien con eso. Ahora sabía, por las parvas que Brett había dicho y por las que no había querido escuchar, que en algún momento de su vida universitaria él había tenido algo con Paige.
¡Tenía que ser la maldita Paige!
Solo de pensarlo, Jessica sintió nauseas. Tenía que salir de allí antes de que Brett se le ocurriera llegar. A paso acelerado fue hasta su habitación y se quitó la ropa que llevaba sin siquiera detenerse. Fue hasta el baño y lavó el rostro y las manos a una velocidad que no sabía que podía alcanzar.
Al salir, tomo una camiseta y unos jeans de su armario, aquellos no eran sus jeans favoritos y eso sólo logró ponerla de peor humor. Ella le había regalado a Brett su capacidad de ponerse sus mejores jeans en forma de hija y él no podía contarle que había salido con la fulana que ahora ocupaba su lugar en la empresa.
Mientras de calzaba unos zapatos planos, recordó el primer día de Paige en la empresa. Le había preguntado a Brett si había conocido a la secretaria nueva, su respuesta fue "la conocí". Podía recordarlo porque él parecía disgustado al respecto y solo en ese momento Jess podía notar que "la conocí" era una respuesta bastante ambigua.
¡Estúpida y mil veces estúpida!
Con las llaves del auto en las manos y la jodida fotografía, que parecía haber sido cosida a sus dedos, salió de la casa, sin tener idea de hacia dónde se dirigía.
Apretó el volante como si fuera el cuello del mismísimo Brett, mientras conducía sin rumbo. Necesitaba hablar con alguien, un concejo antes de que su cerebro explotase, pero ¿Quién? Ella no había sido una niña amistosa y, por consiguiente, ahora era una mujer algo solitaria. No tenía muchas amigas de dónde escoger para contarle sus problemas.
Editado: 24.04.2018