Jessica maldijo un millón de veces en su cabeza. ¿Por qué Brett estaba ahí? ¿Cómo la había encontrado? No había forma de que la hubiera seguido o de que lo adivinara. ¿Entonces, cómo?
Penny, evitando mirar a Brett, se giró hacia ella y musitó un "Lo siento, debo irme. Suerte" y caminó con prisa hasta su auto.
¡La muy traicionera la había dejado sola!
—¡Ya hablaremos tú y yo, pequeña mentirosa! —le dijo Brett, mientras ella casi corría hasta la seguridad de su coche. Luego fijó la vista en Jessica.
Ella no tuvo más remedio que enfrentarlo, no tenía razones para sentirse apenada o disculparse. No había hecho nada malo, tenía derecho a no querer hablarle y, desde luego, tenía derecho a desaparecer de la casa para evitarlo.
—¿Qué haces aquí? —preguntó cruzada de brazos.
—¿Qué crees que hago? Estoy buscándote —dijo con los dientes apretados—. Dame tus llaves.
Jess lo miró de arriba a abajo. ¿Qué se creía? ¿Qué podía llegar con su cara de rottweiler hambriento y que lograría amedrentarla? ¡Pues no! Había superado esa etapa y ni loca pesaba volver atrás.
—No.
—¿Cómo qué no? ¡Dame las llaves, Jessica!
—¿Cómo me encontraste? —inquirió, ignorando su petición.
—¿Tú cómo crees? —espetó— Ese auto que conduces tiene algo llamado Chip de rastreo. La próxima vez que quieras huir de mí, no lo hagas en mi auto —dijo furioso—. Ahora dame las llaves.
Jessica sintió la furia recorrer sus venas, como si se tratara de lava hirviendo. Maldito. Se suponía que allí la enojada era ella, Brett no tenía ningún derecho a estar de mal humor. Introdujo la mano en su bolsillo trasero, extrayendo las llaves del condenado auto traicionero y se las arrojó, esperando obtener un poco de tiempo mientras la levantaba, pero él las atrapo en el aire.
—¡Quédate con tus putas llaves y con tu estúpido auto! —exclamó— Yo me iré caminado.
—No me obligues a arrastrarte hasta el auto, Jessica. Justo ahora no lo pensaría dos veces.
—¡Vete a la mierda! —chilló sin detener su paso.
—Si no entras al auto yo voy a meterte— dijo Brett, con una voz tan calmada que la ira de Jess creció.
—Entonces hazlo.
—Jessica... Por favor entra al auto y hablemos de esto, aquella señora nos está mirando extraño. —pidió.
Jessica se detuvo, no se giró porque estaba tan enojada que no quería ni mirarlo. Aun así, sin saber exactamente por qué, se vio a sí misma caminando hasta el auto. Se detuvo frente a la puerta cerrada, esperando a que él la destrabara, pero en lugar de eso, él se acercó y abrió la puerta, invitándola a entrar.
"Mira el momento en el que has venido a querer ser un caballero" pensó con ironía. Como buen espécimen masculino, solo hace cosas lindas por una cuando sabe que está muy jodido; se dijo y apartó la voz interior que le decía que estaba siendo injusta con él.
Se quedo en el asiento del copiloto mientras lo veía rodear el auto y ocupar el lugar que ella debería estar ocupando.
En lugar de encender el auto y sacarla de allí, como Jess esperaba, se giró hacia ella. No podía negar que la mirada que le dedicó la hizo replantearse su enojo.
—¿Podemos hablarlo?
—Te escucho. —dijo, sin descruzar sus brazos.
Brett resopló, como si su respuesta no lo sorprendiera en absoluto.
—Lo siento. Lamento no habértelo dicho, no lo consideré necesario. —se excusó.
—¿Por qué creíste que no me importaría que ella —justamente ella— fuera tu ex? —cuestionó haciendo énfasis particular en cada palabra.
—Jessica —dijo, tomando una profunda bocanada de aire. Ella sabía que estaba intentando controlar su genio— cuando te conocí hacían casi diez años que lo de Paige había sucedido. Ella no me importa —enfatizó— la única razón por la que no te hablé sobre ella era porque no quería incomodarte. A leguas puedo ver que no te agrada, si te decía que habíamos salido en la universidad, entonces sería una locura y nunca estaría seguro de que no la tirarías por las escaleras.
Jess sabía que aquella última frase solo intentaba hacerla reír, pero de todas formas no pudo resistirse. Las comisuras de sus labios cedieron un poco, provocando una leve sonrisa.
—Sigo enojada contigo, Brett. No quieras pasarte de listo.
—No lo hago. ¿Volvemos a casa?
Jessica asintió y recostó la cabeza en el respaldo del asiento. Por fuera podía lucir relativamente calmada, pero en su interior, seguía pensando en cómo depilarle las pestañas a Paige.
Editado: 24.04.2018