Jess no tuvo que hacer mucho esfuerzo para ver a Penny ubicada en una de las mesas justo al centro del restaurante. Como ya era costumbre, la chica alzó una mano hacia ella, lo que hacía imposible no verla, porque era la única persona en el lugar que alzaba las manos como si intentara tocar el techo.
Caminó hacia ella con Dan pisándole los talones. El chico aún continuaba un poco incomodo; Jess imaginaba que era relativamente normal, tomando en cuenta que ella lo había llevado hasta allí después de olvidar que se había comprometido con él para ir por un trago a la salida del trabajo, además de el hecho de que Dan no conocía a Penny.
—¡Jessy, pensé que no vendrías! —la saludó Penny, en cuanto estuvo frente a ella.
—Te dije que vendría. Yo te ignoro a veces, pero nunca te miento —a Jess le desesperaba que Penny siempre estuviera esperando que ella la dejara plantada—. Mira, este es Dan, mi compañero. Espero que no te moleste que lo invitara.
Jessica dijo aquello solo por decirlo, porque en el fondo sabía que a Penny no le importaba que estuviera Dan, como si ella hubiera invitado a toda la oficina a almorzar con ellas.
—¡Por supuesto que no! —exclamó— Ven y siéntate aquí, Dan; un tercer par de ojos nos ayudará cuando el horrible sentido del gusto de Jess haga de las suyas.
El pobre Dan, asintió con timidez, sentándose justo donde Penny le indicó. Jessica entendía el rostro del pobre; fuera como fuera, Penny resultaba un poco intimidante cuando se acababa de conocerla, a ella sin duda la había intimidado.
Jess frunció el ceño, pero no hizo ningún comentario acerca de las palabras de Penny. Ella misma se había encargado de crearse esa fama. Cuando la insistencia de Penny porque la acompañara a mirar vajilla o a elegir servilletas se había vuelto insoportable, Jessica se había encargado de restregarle en el rostro muestras más que evidentes de su mal gusto, solo para que Penny dejara de pedirle opinión. Incluso había sugerido el negro cuando Elise le había preguntado por una paleta de colores para la decoración.
Evidentemente no había funcionado, porque allí estaba, con una cita para almorzar que incluía elegir invitaciones para su boda.
Tomó asiento junto a Penny respirando profundo y preparándose para, al menos, la próxima hora de tortura en que Penny la obligaba a decidirse por un tipo de invitaciones.
Efectivamente, tan pronto como Jess estuvo sentada, Penny le extendió una especie de catálogo. Ella intentó, en serio, concentrarse, pero al llegar a la décima página ya estaba cansada de mirar invitaciones. Con un enorme esfuerzo, disimuló el gesto de cansancio y dejó caer el dedo sobre la primera imagen que se le apareció.
—Esta —dijo, sin siquiera prestarle demasiada atención.
—¿Esa? ¿Estás segura? —cuestionó Penny —No creo que sea la mejor opción, Jessy.
Jess le lanzó una mirada asesina. Quiso preguntarle cuál de las dos era la que iba a casarse, pero se contuvo, porque eso sería muy grosero y Penny no tenía la culpa de todas las cosas que la estaban enloqueciendo en aquellos días. Penny se había comportado de maravilla con Jessica en aquellos meses, y se había hecho cargo de las cosas de las que ella había rehuido, que era prácticamente todo lo que tenía que ver con la boda.
—¿Y cuál crees que si lo sea?
—No lo sé. Pero sin duda debe ser una invitación que refleje el estilo de tu boda, no está cosa que parece que la vomitó un unicornio.
Jess sonrió y observó una vez más la imagen. Era cierto, estaba más que horrible. Una extraña mezcla de colores cada uno más feo que el anterior que pondría en duda, además de su buen gusto, su sentido de la visión. Cualquiera que la conociera bien y viera esa cosa no se cerería nunca que Jessica lo había elegido, sobre todo porque tenía demasiadas flores y Jess no se moría de amor por las flores.
Elise y Penny, en vista de su más que evidente desinterés por la gama de colores que usarían en la boda, se habían decidido por el lila como color principal, a Jess no le encantaba el lila, pero tampoco tenía preferencias por ningún color en particular, así que no le importó demasiado. Sin embargo, en ese momento se esforzó en mirar con detenimiento cada una de las muestras que tenía aquel catálogo condenadamente largo.
Incluso cuando el mesero se acercó hacia ellos con sus pedidos, e incluso con el delicioso olor de su plato que se metía en sus fosas nasales, Jess continuó observando con detenimiento los modelos para invitaciones. Cada uno era más pomposo que el anterior y eso comenzaba a hacerla perder la paciencia. Escuchaba a Dan y a Penny comer y conversar como si se conocieran de toda de vida mientras ella permanecía sumida en aquel mar de tarjetas de invitación saturadas de flores y color rosa que le provocaban fuertes mareos.
Por fortuna, después de 72 modelos de invitaciones, prácticamente se dio de bruces contra la primera que en realidad le gustó: esta era blanca y ¡sorpresa sorpresa! rosa, pero imaginaba que igual quedaría bien con el lila o con verde, amarillo, marrón... En fin, el color que fuera. Llevaba la sencilla imagen de dos novios tomados de las manos en la parte delantera y eso era todo, no había flores; Jess decidió que esa era la que quería. Penny pareció darse cuenta de que se había decidido, porque se inclinó hacia ella con una sonrisa.
Editado: 24.04.2018