Cuando al fin aparcó frente a su casa, Jess suspiró con alivio. El día había sido largo, tedioso y lento, pero al fin había terminado. Al menos ya estaba en casa.
En el resto del día no había logrado localizar a Brett ni una sola vez, pero por suerte Penny había ido a verlo y luego le había contado que todo estaba bien. Bree no lo estaba enloqueciendo, ninguno estaba desaparecido. Todo normal.
Eso había ayudado a Jessica a concentrarse un poco más en el trabajo, por el resto del día.
Justo cuando salía del auto la puerta de la casa se abrió y Brett apareció con Bree en brazos. Jess debía reconocer que él había tenido mucha razón con respecto a lo del descanso, porque ahora lucía mucho mejor que la noche anterior; ya no daba la impresión de haber sido atropellado por una nave espacial.
Jess les sonrió mientras se acercaba, pero no recibió una sonrisa de vuelta. Brett parecía no estar de buen humor, sin embargo, eso no era una novedad.
—Hola ustedes dos —saludó, antes de tomar a Bree en sus brazos— Hola prometido —bromeó.
—Hola —respondió él, dando la vuelta y volviendo a entrar en la casa.
Jessica se quedó de pie observándolo. ¿Qué carajos? Entendía que pasar todo el día con Bree debía ser agotador, pero no tanto como para que él no pudiera darle un saludo decente.
Caminó tras él hasta la cocina, donde Brett se sentó en uno de los taburetes de la isla y ella iba por una botella de agua al refrigerador. Cuando se giró, él estaba mirándola fijamente, pero Jess no podía definir la expresión en su rostro.
—¿Pasa algo? —cuestionó, preocupada.
—No.
Jess achicó los ojos, intentando entender qué carajo le pasaba por la cabeza, pero le fue imposible llegar a alguna conclusión que no implicara que Brett se estaba volviendo loco y quería arrastrarla en su espiral de problemas mentales junto a él.
—¿Estás seguro? —volvió a preguntar.
—¿Crees que no soy capaz de saber si estoy bien o no? —gruñó.
¡Oh! Definitivamente algo no estaba bien, solo que ya Jessica no estaba dispuesta a volver a preguntar y conseguir otro ladrido por parte de Brett, así que asintió y se dispuso a salir de allí con su hija en brazos. Necesitaba una ducha y descansar un poco; con algo de suerte el ciclo hormonal de Brett se habría regularizado para ese entonces y podrían mantener una conversación.
—Penny estuvo aquí hoy —dijo él junto cuando ella llegaba al pie de las escaleras.
—Lo sé.
—Y me contó que conoció a tu compañero Dan.
¡Ay por todo lo sagrado! ¿Era en serio? ¿Por qué no se le había ocurrido esa opción? Penny no tenía idea de los celos estúpidos de Brett con respecto a Dan y siendo como era, siempre estaba hablando, así que era de esperar que en algún momento comentara que Dan las había acompañado a almorzar, porque al fin y no había nada malo en ello. Solo que Brett parecía no comprender eso. Mejor se reservaría el dato de que la única razón por la que no estaba en un bar tomando un trago con Dan justo en esos momentos era porque él estaba en casa, combinando cuidar a Bree con fuertes calmantes para el dolor de cabeza.
—¿Y? —cuestionó, fingiéndose indiferente —¿Acaso hay algo malo con eso?
—¿Por qué va a almorzar contigo? —preguntó él, en cambio, cruzándose de brazos.
—Porque es mi compañero y a veces sucede que los compañeros almuerzan juntos —contestó con un deje de ironía en la voz.
—¡Si, claro! Porque tú eres la reina en el arte de socializar —rugió— Una cosa es que sea tu compañero y otra muy distinta que vaya a convertirse en tu mejor amigo. Le gustas.
Jess suspiró, llevando su mano libre hasta su cabeza en un teatral gesto de hastío.
Sinceramente, Jess no quería tener esa discusión, en cualquier otro momento no le habría importado, pero justo ese día se sentía demasiado cansada como para discutir con Brett por tonterías que no venían al caso. ¿Que importaba si Dan la acompañaba a almorzar? Solo era su compañero. Y la idea de que ella le gustara... ¡Si ni siquiera le hablaba más de lo estrictamente necesario! Dan era como un fantasma silencioso que se pasaba el día flotando de un lugar a otro y cuando solían coincidir en la oficina estaba tan ocupado que no levantaba la vista de la pantalla de su computador. Nadie, además de Brett con su naciente psicosis, podía pensar que ella le gustaba a Dan.
—Ni siquiera lo conoces —replicó.
—No necesito conocerlo, Jessica. Lo sé.
—¿Y qué me dices de Paige? Estoy segura de que yo nunca le gustaré a Dan más de lo que tú le gustas a ella.
—¿Qué...? ¿Dime, qué diablos tiene que ver ella con esto? —exclamó, alzando la voz, de repente.
Editado: 24.04.2018