Y ahora ¿qué más? #3

31*** Alguien tenía que pagar.

Jessica se miró en el enorme espejo que tenía en frente, mientras las manos de Mary Ann, o Mary Jane o como fuera que se llamara la asistente de la modista median aquí y allá. Penny y su madre permanecían en un mullido sillón en el que a Jess le gustaría estar sentada en ese momento, cada una con una copa de champan en las manos. Ella no creía que su madre hubiera tomado champan alguna vez en su vida, pero lo cierto era que le hacía bien porque había pasado toda la tarde diciéndole que parecía una princesa.

Jess habría esperado que a esas alturas de los preparativos de la boda el drama se hubiera acabado, pero en realidad no hacía más que aumentar. Solo faltaba un mes y le parecía como si el tiempo hubiera pasado en un abrir y cerrar de ojos; lo gracioso era que había deseado que el tiempo pasara rápido más veces de las que podía recordar, pero ahora que la fecha de la boda se acercaba y que sus nervios y su emoción curiosamente aumentaban, quisiera poder detener el tiempo y poder sentarse a respirar profundo por primera vez en el último mes.

La chica detrás de ella terminó de acomodar el último de los interminables y diminutos botones de su vestido y le sonrió a través del espejo. Jessica nunca había imaginado que podría verse así con solo ponerse un vestido bonito, y eso que solo era una prueba. Su madre si tenía razón, parecía una princesa.

—Ahora sería bueno que caminaras un poco por aquí, para ver que tal te mueves con el traje y los zapatos —aconsejó la chica mientras acomodaba algo en el bajo del vestido.

Jess no estaba segura de poder dar ni un paso con tanta tela encima y aquellos zapatos tan altos e incomodos, pero lo intentó. Bajó de la diminuta plataforma e intentó no mirar a Penny, porque siempre que lo hacía ella parecía recordar algo que Jessica aún no había hecho. Tal si la acosada fuera otra le parecería gracioso, pero como ella era la victima del grave complejo de pulpo de su cuñada, solo era estresante.

—Por cierto, Jessy, ¿Ya escribiste tus votos? —cuestionó Penny con esa enorme sonrisa, como si no le hubiera preguntado lo mismo al menos cien veces en la ultima semana.

Jessica contuvo las ganas de poner los ojos en blanco mientras respondió con un simple "no" entre dientes. Penny lanzó un suspiro.

—¿Cuándo piensas hacerlo, Jessy?

—No lo sé —confesó — ¿Por qué no podemos hacer lo de "la salud y la enfermedad", "la riqueza y la pobreza" y dejarlo estar? No soy buena con las palabras.

Y no mentía, al menos en tres ocasiones había intentado al menos plantearse que decir en sus votos, había buscado en infinidad de páginas de internet en busca de consejo, pero no había logrado nada de todas formas. Todos los votos matrimoniales eran excesivamente melosos y ella amaba a Brett, pero el romance tradicional no se le daba muy bien.

—Porque eso ya pasó de moda. ¿Por qué quieres decir en tu boda las mismas palabras que un millón de desconocidos han dicho anteriormente?

Esta vez Jess no pudo evitar poner los ojos en blanco, aunque debía admitir que Penny tenía un poco de razón al respecto y debía agradecer el esfuerzo que estaba haciendo para que su boda fuera perfecta.

—¿Brett ya escribió sus votos? — indagó mientras daba una y otra vuelta por el lugar intentando acostumbrarse a esos zapatos que solo tenían como virtud el ser bonitos.

—No puedo decirte eso.

—¡Ay Penny, por favor! No te hagas la difícil —insistió.

—Jessy, ya te dijo que no puede, no insistas —le reprendió su madre con una sonrisa.

Lo que le faltaba, que su madre se pusiera del lado de Penny y se aliaran para dejarla en ascuas.

Por suerte, unos treinta minutos después salieron del local. Al menos esa era una cosa menos que hacer, esa mañana habían ido a la prueba de peinado maquillaje mientras Penny pasaba todo el tiempo al teléfono con Elise hablando sobre unos cambios en el menú para la cena de ensayo. Por momentos a Jessica le volvían las ganas de salir corriendo a las vegas y dejar que la casara Elvis, pero luego, cuando se calmaba un poco, se daba cuenta de que con todo y estrés y locura, no cambiaría la oportunidad de tener la boda de sus sueños. Era afortunada, porque había tenido mucha más ayuda que la mayoría de las novias, aunque también había tenido una cuota de estrés superior.

Russell las esperaba justo en la puerta de la tienda de bodas. Jessica había tenido que acostumbrarse a él, en vista de que no había podido librarse de su presencia, e incluso se habían hecho algo como amigos, aunque el hombre no era amistoso. En algunas ocasiones le había prestado su periódico o conversaban sobre el tráfico; él había aceptado no decirle señora y ella había aceptado que él la llevara a todos lados, menos al trabajo. Tal vez aceptara que la llevara cuando comenzara a llamarla Jessica, pero sabía que eso tomaría mucho más tiempo.

—Fui a desayunar con David ayer — dijo Penny de repente, cuando estuvieron cómodamente sentadas en el asiento trasero.

Las palabras de Penny podían parecer repentinas, pero Jess sabía que era muy probable que llevara todo el día buscando el momento correcto para sacar el tema a colación y agradecía que ella hablara con Dave una o dos veces para indagar sobre el tema porque Brett nunca decía más de lo que quería decir, y eso nunca era mucho.



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En el texto hay: peligro, bebe, madre

Editado: 24.04.2018

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