Brett miró su brazo alrededor de la cintura de Jessica Davis y se preguntó ¿Qué carajos estaba haciendo? Se podía decir mil veces que la razón por la que estaba rodeando su cintura era para evitar que cayera al suelo, pero las mil veces seguiría siendo mentira. Estaba tocándola porque quería tocarla, lo que no sabía con exactitud era por qué quería hacerlo.
Okey, si, la chica era atractiva; si, también era graciosa de una forma que, extrañamente él no había descubierto hasta ese momento y si, tal vez estuviera un poco tomado, aunque lamentaba que no fuera lo suficiente como para poder culpar al alcohol de que, sin recordar habérselo propuesto, estuviera llevándola a su departamento, el cual quedaba convenientemente cerca.
¿Y después qué? ¿Qué era con exactitud lo que tenía en mente?
Giró el rostro unos segundos para echarle un vistazo. Los ojos de la chica estaban perdidos en algún punto en el suelo, pero pareció notar que la observaba y levantó la mirada hacia él, sonriendo. Sus mejillas estaban sonrosadas, tal vez por el exceso de tragos, pero igual la hacía ver hermosa.
Él no se había fijado mucho en su secretaría antes, tenía demasiadas cosas en las que preocuparse y la muchacha parecía ir todo el tiempo con la vista puesta en sus zapatos, parecía tenerle miedo y Brett había permitido que continuara siendo así porque le ahorraba algunos dolores de cabeza; solo que al parecer el alcohol la desinhibía tanto como a él.
—¿Ya piensas decirme a donde me llevas? —cuestionó la chica con una sonrisa que mostraba todos sus dientes, no lucía ni un poco preocupada por su destino, más bien parecía con ganas de fastidiar —No estoy tan ebria como para no recordar que no me lo has dicho.
—Estás demasiado ebria para recordar cualquier cosa, incluso lo que acabo de decir —se burló.
Apretó su brazo alrededor de la cintura de la chica, se dijo que solo estaba sosteniéndola, pero en su cabeza había una voz gritándole con fuerza cuan hipócrita era. De todas formas, no le importaba ser un hipócrita una vez cada tanto.
—¿Así que ese es tu plan? ¿Aprovecharte de esta pobre e indefensamente ebria damisela en peligro que no puede recordar lo que acabas de decir? —lo acusó, aun con esa sonrisa en los labios —Muy mal, Brett Henderson, muy mal...
Brett la observó. Era la primera vez que la escuchaba pronunciar su nombre y le gustó. No sabía por qué, quizá por el alcohol, pero la idea de que quería seguir escuchándolo de sus labios pasó fugaz por su cabeza.
Dobló una esquina y su edificio apareció ante ellos, no tenía idea de qué diablos estaba haciendo, pero no tenía intención de arrepentirse. Al menos no por el momento. Sus intenciones tampoco eran tan malas, no quería "Aprovecharse" de ella, estaba haciendo su buena acción del mes, porque dejarla tirada en un parqueo sola y ebria cuando su amiga no aparecía sí que había estado mal.
Pensaba llevarla a su departamento, esperar hasta que volviera a hacerse dueña de sus pensamientos y entonces, cuando al menos pudiera recordar su dirección la enviaría a su casa. Era la versión moderna del buen samaritano. Otro la dejaría tirada para que dos o tres autos la convirtieran en una pegatina.
"Si, repítelo otras quinientas veces a ver si logras creértelo al menos tú mismo" le gritó la voz en su cabeza.
¿Estaba más ebrio de lo que pensaba o comenzaba a mostrar signos de esquizofrenia?
—No has respondido a mis preguntas —insistió ella— ¿O ya lo hiciste y no lo recuerdo? —Le lanzó una mirada amenazante cuando Brett comenzó a reír. ¿Jessica Davis? ¿Lanzando miradas amenazantes? Vaya... —A veces olvido cosas, no es porque estoy ebria.
Brett decidió calmarla y responder sus preguntas. Hizo un poco de memoria para recordar cuales eran.
—¿Crees que quiero aprovecharme de ti? Eso depende. La verdad es que pensaba extraer al menos la mitad del vodka que llevas en la sangre y venderlo al mercado negro.
—¿Eres de esos que roban riñones y esas cosas? —De repente, la chica parecía genuinamente preocupada, se detuvo en medio de la calle e intentó erguirse y llevarse los puños a las caderas.
Brett no pudo evitar reír aun más de la absurda idea.
—¡¿Qué?! ¿Robar riñones? ¡No...! ¿De dónde sacaste...? —Las preguntas y la risa se agolpaban en su mente y le enredaban la lengua — Mejor olvídalo.
—He leído sobre eso. Hombres que van a bares y buscan chicas ebrias y luego le roban los riñones para vender en el mercado negro. Tu mencionaste el mercado negro, no yo.
—¡Pero si trabajamos juntos! —exclamó Brett. Quería, en serio quería, contener la risa, pero ella no se la ponía muy fácil diciendo esas cosas y mirándolo con esa expresión que pretendía amedrentar y solo causaba gracia—. Me conoces, no quiero robar tus riñones. Solo voy a llevarte a mi departamento hasta que te sientas mejor y puedas irte a casa. Es todo, vivo allá —dijo señalando al edificio que estaba cosa de quince metros de ellos.
Editado: 24.04.2018