Y ahora ¿qué más? #3

34*** Me alegra darme cuenta de que lo reconoces...

Jess aprovechó el semáforo en rojo para leer el mensaje de Dan en su teléfono y maldijo. Odiaba olvidar cosas y más en esa situación, cuando estaba desesperada por volver a casa. Tal vez esa era la razón por la que había abandonado los documentos; tenía tantas ganas de encerrarse en su casa que se había marchado de la oficina dejándolos sobre su escritorio.

Agradecía que Dan le hubiera enviado aquel texto, porque de otra forma tendría una grande al otro día, también debía agradecerle que le prometiera no decirle a nadie que se llevaría aquellos condenados papeles para terminarlos e la casa. La empresa tenía políticas muy estrictas que prohibían sacar documentos de la oficina, a menos que fueras el señor Thomas, o Dan, que parecía sabérselas todas.

A Jess le habría gustado quedarse con su amigo y terminar el trabajo en la oficina, pero en los últimos días había desarrollado un terror irracional a la noche, y que Dan lo entendiera y la cubriera sin pedir muchas explicaciones era algo más que debía añadir a su larga lista de cosas para agradecerle.

Lanzó una mirada a Bree en asiento trasero, valiéndose del extraño espejo que Brett le había obligado a comprar, la pequeña estaba jugando en su silla con una escandalosa sonajero rosa que Jason le había regalado. Jessica imaginaba que, para intentar comprar su amor, aunque nunca funcionaba.

Volvió a llevar la vista al camino cuando la luz cambio a verde y se concentró en encontrar un espacio donde aparcar para poder llamar a Dan. Halló en lugar adecuado a unos treinta metros de distancia.

Apagó el auto y tomó su teléfono, en el asiento de atrás Bree se quejó, como si la idea de dejar de moverse no le agradara ni un poco. Jess le sonrió y le acarició un pie mientras aguardaba a que Dan contestara.

—Sí, así es. Dan otra vez salvándote el trasero —contestó él al tercer timbrazo.

Jessica rio.

—Sí, ya te dije que ere mi héroe —replicó, con ironía— ¿Aun estás en la empresa?

—No. Decidí seguir tu ejemplo y terminar en casa viendo el programa de las Kardashians.

Ella ahogó una exclamación. ¿Era en serio? En las últimas horas había comenzado a resultarle difícil saber cuándo Dan bromeaba y cuando no lo hacía. Evidentemente se le daba muy bien hacer bromas con su preferencia sexual.

» Estoy bromeando —agregó cuando ella se quedó en silencio —Veo programación para machos y ya estoy rumbo a mi casa.

Un suspiro escapó de los labios. Eso solo quería decir que después de estar tan solo a 20 minutos de su hogar, tendría que darse la vuelta hacia la empresa a buscar los documentos.

—¿No puedo terminarlo mañana? No quiero volver —rogó como si fuera una niña pidiendo una hora más en el parque.

—Sabes que no podemos. Tenemos que entregarlo a primera hora y tú no has terminado ni la mitad de lo que te toca. ¡Y eso, que te he ayudado con tu parte!

Bueno, sí, era cierto. El pobre Dan trabajaba mucho más de lo que ella lo hacía y no sería justo que quedara mal por su culpa.

—De acuerdo, de acuerdo —cedió— Ahora mismo me devuelvo a por esos malditos papeles de mierda.

—Muy bien, te veré mañana, entonces —se despidió Dan y finalizó la llamada.

Jess se preparó mentalmente para tener que volver a la empresa a por los documentos que había olvidado, cuando una sombra en su ventanilla le hizo dar un salto. Por suerte pudo ver que se trataba de Russell antes de que le diera un ataque al corazón.

Bajó el cristal y le lanzó una mirada asesina.

—¿Quieres matarme de un susto? Esas cosas no se hacen, Russell.

—Lo siento. ¿Pasa algo? ¿Por qué paramos? —cuestionó él, mirando en todas direcciones, como si estuviera buscando una bomba a punto de estallar.

—Relájate, hombre —replicó Jess —No es nada, pero me temo que tendremos devolverlos a la empresa. Olvidé unos documentos importantes que debo entregar mañana a primera hora.

Russell asintió sin rechistar, como siempre. No había cosa que pareciera molestarle a ese hombre, o nada en lo que pareciera estar de acuerdo o inconforme, siempre parecía indiferente a todo, menos a su seguridad. Ahí si se parecía a Terminator.

—De acuerdo, iré detrás todo el tiempo.

Jess asintió antes de ver como se dirigía hacia su auto y se metía en él. Solo entonces subió la ventanilla y encendió el vehículo. Dio la vuelta y se enfiló hacia la oficina. Tal como había prometido, Russell iba tras ella en todo momento, aunque ella lo perdiera de vista algunos segundos, sabía que él siempre estaba ahí. Era un tipo agradable cuando te dabas la oportunidad de conocerlo y en aquellos meses, mientras él hacía el papel de chofer y la llevaba de un lado a otro Jessica había tenido la ocasión de hacerlo. Había descubierto que estaba casado, pero que su esposa vivía en otro país y que no tenían hijos, por el momento sus planes eran llevarla con él.



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En el texto hay: peligro, bebe, madre

Editado: 24.04.2018

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