—¡Miranda! —Jessica hubiera querido que sus palabras sonaran seguras y firmes, pero lo que salió de sus labios fue un grito ahogado.
A Miranda pareció hacerle gracia su estupefacción y una sonrisa enorme surcó su bonito rostro. Ni siquiera daba miedo, de alguna forma ella lograba tenerla atada a una silla en el sótano de una casa que estaba en medio de la nada y aun así lucir agradable. Dulce... de una forma muy siniestra.
—Hola, Jessica. ¿Te alegras de verme? —preguntó, con el mismo tono alegre de siempre.
La voz extraña y distorsionada que había escuchado durante todo el trayecto había desaparecido y ahora volvía a usar la misma entonación suave y gentil de siempre.
No se parecía en nada a la voz que minutos atrás la había amenazado, o a la persona que la había tomado del pelo y la había apuntado con una pistola y Jess se dio cuenta de que Miranda hubiera sido la última persona a la que habría imaginado llevando a cabo esas acciones.
Sus ojos se quedaron fijos en los de Miranda. La situación era tan absurda y sorprendente que ni siquiera sabía que rayos decir.
» ¿No tienes nada que decir, Jessica? —añadió haciendo un mohín—. Bueno, imaginé este momento de otra manera.
Miranda se puso de pie, echándose hacia atrás el pelo que le había caído en el rostro, luego se quitó el enorme suéter que le cubría.
Jess seguía sin tener idea de que decir. Las palabras habían abandonado sus cuerdas vocales y lo único en lo que podía pensar era en ¿Qué carajo estaba pasando?
—Estaba loca por deshacerme de esa cosa. En fin, ¿En que estábamos? —inquirió, parándose detrás de la silla que esta el momento había ocupado y apoyándose en el respaldo— ¡Ah! Ya lo recuerdo. Nos saludábamos. Llevaba mucho sin verte. ¿Fue desde que te encontré semidesnuda con mi novio en la que debía ser mi casa? No, ahora lo recuerdo, fue esa vez en la que me restregaste en la cara que Brett nunca quiso casarse conmigo y que yo solo era un medio para hacer feliz a su padre.
Jess hizo una mueca. Claro que recordaba la última vez que había visto a Miranda, y obviamente no le interesaba rememorar las cosas que le había dicho a la mujer que ahora las tenía, a ella y a su hija, a su merced.
Le resultaba difícil pensar en Miranda como la persona enferma que llevaba meses siguiéndola, espiándola y atemorizándola, pero le resultaba aún más difícil compararla a la mujer que había amenazado con lanzar a su bebé del auto, con la miranda dulce, aunque falsa, que un año atrás le había dicho lo bien que le quedaba el embarazo.
La miró a los ojos sin apartar la vista de ella por largo rato, intentando descifrar que pasaba por la cabeza de una niña linda como Miranda Graham para que un día despertara dispuesta a tomar un arma y secuestrar a dos personas en un aparcamiento público.
—¿Siempre fuiste tú? —cuestionó, aunque su voz resultó más bien como un susurro que el llanto incesante de Bree casi ocultó.
A Miranda pareció satisfacerla su pregunta. Volvió a esbozar esa sonrisa de princesa y se miró las uñas con manicure perfecta mientras fingía pensar en una respuesta, aunque Jessica estaba casi segura de que había ensayado esas respuestas un millón de veces.
—Desde antes de que lo notaras —presumió, orgullosa—. Eres demasiado despistada, Jessica. Nunca te habrías dado cuenta de que estaba mirándote si no hubiera querido que lo supieras.
"Claro. Tal vez porque mi mente no admite que haya alguien tan desquiciado" pensó Jess. Aunque no se le ocurriría decirlo en voz alta. Estar a solas e indefensa con una mujer armada no era el mejor momento para ponerse insolente.
—Necesito a mi hija —expresó, fingiendo que no había escuchado sus palabras. Bree no paraba de llorar y si no hacía algo pronto, alguna cosa explotaría en aquel lugar, no estaba segura de sí sería su cabeza o los pulmones de su bebé—. Está hambrienta, necesita que la alimente.
—¿Cómo crees? Lo que necesita es que alguien le muestre que no obtienes todo lo que quieres cuando lo quieres —replicó, volviendo a sentarse en la silla frente a Jessica —¿No tienes nada que preguntarme?
—¡Es un bebé! No entiende nada, solo quiere comer —exclamó, frustrada.
Claro que tenía un millón de cosas que preguntar, pero ninguna que en ese momento fueran más importante que Bree. Miranda la miró a los ojos enarcando una ceja y por unos instantes Jess sintió miedo. Fue una amenaza sin usas palabras, como si con esa mirada estuviera diciéndole que Gritarle no era una buena idea; aunque Jessica eso ya lo sabía.
Lanzó una mirada a Bree en un rincón alejado del oscuro sótano, ni siquiera podía verla, pero estaba segura de que presionar a Miranda no era una buena idea, porque si la loca violenta que la había sacado de su auto unas horas atrás regresaba, no estaba segura de poder vivir para alimentar a su hija.
—Miranda, por favor, voy a hacerte todas las preguntas que quieras que te haga; y responderé lo que quieras escuchar, pero ahora necesito alimentar a mi hija. ¿Puedes al menos acercarla?
Editado: 24.04.2018