Y ahora ¿qué más? #3

40*** ¡Maldita perra loca!

Jess sintió algo frio en la nuca que la trajo de vuelta a la consciencia, pegó un grito y dio un salto, o al menos lo intentó, aunque lo único que logró con su abrupto movimiento fue que su cuerpo le recordara con dolor los sucesos recientes.

Por suerte, se dio cuenta casi de inmediato de que era agua. Agua helada. Giró la cabeza tanto como pudo y se encontró con Miranda y su estúpida sonrisa. Tan pronto como su cerebro procesó lo que eso significaba, se puso alerta. Busco en todo el lugar, esperando encontrar a Bree en su sillita, pero no había nada; solo ella, Miranda y el oscuro y asqueroso sótano a su alrededor.

—¿Dónde...? ¿Dónde está mi hija? —inquirió con un hilo de voz. Si antes hablar era doloroso, ahora resultaba toda una tortura.

—Veo que has estado tomando una siesta —comentó, ocupando su campo de visión e ignorando deliberadamente su pregunta.

—¿Dónde está mi hija? —volvió a cuestionar, esta vez con más decisión, remarcando cada palabra e intentando ignorar el dolor de su garganta.

Miranda sonrió mientras tomaba la misma silla en la que se había estado sentando y se acomodaba frente a ella. Debería agradecer que Jessica estuviera atada, dolorida y débil, porque las ganas de arrancarle los labios para no volver a ver esa puta sonrisa de psicópata comenzaban a superarla.

—Evidentemente no está aquí, si lo estuviera mis tímpanos estuvieran a punto de reventar —explicó con calma —¿Qué tal el descanso?

Jess se fijó en la botella con agua que Miranda sostenía en las manos y entonces cayó en cuenta de que llevaba más de un día sin tomar agua, ella también notó su mirada sobre la botella y sonrió. La muy sádica lo hacía a propósito.

Llevó la botella a sus labios lentamente y dio un largo trago bajo la atenta y torturada mirada de Jessica. El lugar estaba oscuro, la luz era pobre y a penas Jess podía ver el rostro de Miranda, pero en ese momento pudo jurar que veía pequeñas gotitas deslizarse por la botella de agua, incluso se encontró deseando que la hubiera despertado echándole agua en el rostro, así al menos hubiera logrado humedecer sus labios.

Pero ni siquiera el agua lograba distraerla de que era más importante allí.

—¡¿Dónde dejaste a mi hija...?! —Hubiera deseado enfatizar sus palabras con algo más, pero su voz se quebró.

—La dejé por ahí, ¡Dios, como grita esa cosa! —exclamó dejando caer la espalda contra el respaldo de la silla.

Jessica sintió como una rabia que nunca había experimentado se adueñaba de su cuerpo, ya ni siquiera le importaba el dolor de sus brazos o sus muñecas. No le importaba el saber que la maldita silla a la que estaba amarrada estaba, de alguna forma que no entendía, pegada al suelo y que no podría despegarla. Estaba furiosa como si la dominara algún ente demoniaco y lo único que quería era desmembrar a Miranda. Tenía que vivir para verla sufrir al menos una parte de lo que ella está causándole a propósito.

—¡No es una cosa, es mi hija! Y tu... maldita enferma estás mucho más que loca —gritó con el rostro caliente por la ira —Más te vale que estés bromeando y Bree esté a salvo o te juro que...

—Sí, sí, ya lo dijiste; me sacarás los ojos, me ahorcarás con mi propia lengua; bla, bla, bla... — indicó con los brazos cruzados sobre el pecho, como si aquello fuera un chiste que se había vuelto aburrido—. Jessica, tu hija está en algún lugar de una carretera muy intransitada, muy lejos de aquí; es bastante probable que la mate el sol, o la inanición, o que se la coma... no sé, una igual. O tal vez tenga suerte y la encuentre una de esas personas que les gusta hacerles cosas raras a los bebés —Hizo un gesto de asco—. El caso es que ya no es mi problema y por lo que veo, tampoco el tuyo.

» Ahora quiero ver como intentas soltarte y golpearme, será un espectáculo divertido.

—Te diré lo que es divertido, perra —bramó histérica, sacudiéndose violentamente contra la silla de hierro— Te voy a sacar las tripas, no creas que hacer algo tan ruin y enfermo te da alguna ventaja; voy a despellejarte viva porque eres la peor mierda que jamás he conocida y lo mejor es que nadie va a extrañarte, todo el mundo se sentirá aliviado de deshacerse de ti —gritó, perdiendo cada vez más el control.

» ¿Y sabes algo más? Ya que estamos sincerándonos, te mereces todo lo que te ha pasado porque estás loca y eres una zorra, por eso Dave te dejó y Brett te abandonó casi frente al altar...

Ni siquiera logró terminar de hablar cuando Miranda había dado un salto desde su silla hacia ella, Jess sintió el impacto de la mano de Miranda contra su rostro y el ardor posterior a este. Luego su mano viajó hasta su halándolo de una forma que a Jessica por poco le saca lágrimas, mientras la obligaba a mirarla a los ojos.

La sonrisa permanecía en sus labios, pero su mirada dejaba ver los furiosa que estaba y lo único que Jessica pudo sentir, más allá del dolor físico que estaba provocándole, fue la satisfacción de saber que ella le había hecho sentir al menos una parte de la rabia que estaba experimentando.



#3735 en Novela romántica
#1107 en Chick lit
#1348 en Otros
#399 en Humor

En el texto hay: peligro, bebe, madre

Editado: 24.04.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.