Y ahora ¿qué más? #3

42*** Lo hecho, hecgo está.

—¿Puedes ir un poco más lento? Yo no tengo de donde sostenerme.

Sus gritos no parecieron muy importantes para Miranda, porque su mirada permaneció en la carretera frente a ella.

Bien. No moriría por una bala en la cabeza; moriría al salir disparada por el cristal de un auto conducido por una demente. ¡Genial!

» Miranda, por favor, no creo que logremos llegar muy lejos. ¿Por qué no te detienes y lo haces más fácil?

La carcajada de Miranda arropó por un momento el rugido furioso del auto.

—Debes estar loca si crees que voy a entregarme —negó apretando el volante hasta que los nudillos se le volvieron blancos —. No voy a convertir esto en una historia que puedas contarles a tus nietos mientras yo me pudro en prisión.

—¿En serio crees que lograrás salir de esta? Estamos atrapadas —chilló, Jess cuando Miranda aceleró un poco más.

—¡Yo estoy atrapada! Cierra la boca de una vez por todas — rugió—. Si yo fuera tu estaría rogando para que logremos salir de esta, porque si me atrapan no vamos a salir con vida de este auto.

Estuvo a punto de preguntarle qué era lo que quería decir con esas palabras, pero hacerlo no era necesario. Jess sabía muy bien cuál era el mensaje contenido en esa corta frase y la sola idea de que Miranda fuera a salirse con la suya, de una manera o de otra, le causó escalofríos.

Se mordió el labio inferior para contener las profundas ganas que tenía de echarse a llorar. No se le ocurría dudar de ninguna de las palabras de Miranda, había tenido tiempo suficiente para comprobar que cada vez que la amenazaba estaba más que dispuesta a cumplir con su palabra.

Para reforzar lo que acababa de decir, la mano izquierda de Miranda volvió a ubicarse sobre la pistola y Jess se reprendió por no haberlo notado hasta el momento. Aunque, de todos modos ¿Qué hubiera hecho en caso de haberlo notado?

La cosa más inteligente que podía hacer en ese momento era resignarse a que tenía altas probabilidades de morir ese día.

Miranda continuó ignorándola. Cuando dobló sin previo aviso y sin delicadeza en una carretera segundaria de la que Jess ni siquiera se había percatado, lo violento del movimiento provocó que la cabeza le chocara contra el cristal y otro horrible dolor se sumó a la interminable lista.

Volvieron a internarse en un camino oscuro que al igual que la ruta que habían tomado para huir unos momentos atrás daba la impresión de llevar mucho tiempo sin que nadie lo recorriera. El sol ya había salido por completo, pero en aquel lugar parecía como si no hubiera salido nunca.

En lugar de aminorar la marcha, Miranda pisó el acelerador hasta el fondo, lo que causó que el auto traqueteara por el terreno e hizo a Jessica dar saltos y saltos en el asiento del copiloto. Miranda no la miró en ningún momento.

Jess comprendió que quejarse o rogarle que fuera despacio no funcionaría, así que se limitó a volverse un ovillo en su asiento tanto como le fue posible para minimizar el daño y dejó que las lágrimas corrieran por sus mejillas.

Hacerse la fuerte no serviría de nada ya. Estaba perdida, muerta. Debería admitir que Miranda había hecho un excelente trabajo perdiendo a la policía, porque llevaban al menos quince minutos desde que habían tomado esa ruta y desde entonces ya ninguno las seguía.

Cerró los ojos con fuerza, intentando pensar en algo más. Cualquier cosa fuera de aquel auto, cualquier cosa anterior a la noche en la que Miranda había irrumpido en su auto y había puesto su vida, y seguramente la de todos los que la rodeaban, patas arriba. Por desgracia eso no funcionó muy bien.

Lo único que llegó a su mente fue las imágenes de Brett y Bree y la forma en la que ella, sin ninguna excusa ni justificación había convertido todo en un caos.

Eso no ayudó mucho, solo logró que más lagrimas rodaran por sus mejillas y unas horribles nauseas se adueñaran de ella. Sus hombros comenzaron a sacudirse hasta el punto en el que llamó la atención de Miranda.

—No llores, Jessica—dijo, aunque no había consuelo en su voz, sino fastidio— perdimos a la policía y dentro de poco estaremos en otro lugar donde nadie nos encontrará—. Si intentaba calmarla con sus palabras, lo estaba haciendo fatal, porque lo único que Jessica quería hacer era abrir la puerta y lanzarse del auto en movimiento.

O al menos eso hubiera intentando si sus manos no estuvieran dolorosamente atadas a su espalda y las puertas del auto no estuvieran trabadas.

» Anímate, estaremos juntas unos cuantos días más, nos haremos más amigas—. Lo peor de esas palabras fue que no había sarcasmo en ellas. Miranda estaba en serio tan trastornada que no veía lo absurdo en las cosas que decía, sobre todo cuando su tono de voz expresaba un profundo resentimiento. Todo en ella era tan contradictorio—. Tu siempre me agradaste, ya sabes, antes de que arruinaras mi boda y eso; pero lo hecho, hecho está —dijo, encogiéndose de hombros —Tus decisiones te han traído hasta aquí, nada más.

Aquello fue suficiente para Jess, sintió las violentas sacudidas de su estómago y la boca hecha agua solo un segundo antes de que fuera enteramente consciente de que estaba vomitando. Una y otra y otra vez en el suelo del auto de Miranda mientras intentaba hacerse aún más un ovillo en el asiento del copiloto.



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En el texto hay: peligro, bebe, madre

Editado: 24.04.2018

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