Y ahora ¿qué más? #3

46*** Good girls go bad.

Jess escuchó la risa de Bree, a un volumen demasiado alto, antes de sentirla caer sobre ella. Se quejó e intentó darse la vuelta, pero la pequeña volvió a reír y rodó sobre su madre hasta caer al otro lado de la cama. Hizo amago de abrir los ojos, pero tuvo que volver a cerrar casi de inmediato. Parecía como si el sol hubiera salido dentro de la habitación.

—Mierda... —balbuceó, estirando uno de sus brazos, buscando algo con lo que cubrirse el rostro, pero chocó contra el rostro de Brett.

Él tomó su mano y puso un cojín en ella, luego la guió hasta su rosto. Bree volvió a saltar en la cama y soltó un grito que casi hace explotar la cabeza de Jess.

—Buena fiesta, la de anoche. ¿Eh?

Jess apretó el rostro contra el cojín. Buenísima fiesta, y esperaba que el sarcasmo fuera más que evidente. No quería volver a ver una copa o algún liquido rosa o unas medias de seda, reales o no, en toda su vida y en cuanto pudiera levantarse de esa cama, mataría a Penny y a Allyson.

El horrible dolor de cabeza que taladraba su sien era el resultado de la noche que se suponía no sería demasiado alocada y de todas las copas de esa horrible pero sabrosa cosa que había tomado hasta casi perder la conciencia. La expresión del rostro de Brett, que no había visto esa mañana pero que sabía que poseía, también era un resultado directo de eso.

Ella había sido demasiado inocente para pensar que Penny tendría el sentido común de llevarla a casa a una hora prudente, el problema había sido que su dama de honor se había embriagado tanto o más que ella y lo último que Jess podía recordar era a Penny devolviéndole su teléfono en la puerta de su casa a las 3:27 de la madrugada mientras Brett les lanzaba miradas asesinas. Para ese momento él ya había desistido de hacerles comprender cuan irresponsables eran y las había hecho callar cuando comenzaron a cantar, ellas junto a Allyson, Good girls go bad a todo pulmón.

Jess gruñó al recordarlo. Ni siquiera podía pensar en abrir los ojos y ya experimentaba la sensación de que la cabeza iba a estallarle.

Se quedaría en la cama todo el día si no fuera por el hecho de que Bree estaba saltando sobre ella  y no parecía dispuesta a dejar de hacerlo en las próximas dos horas, Brett no parecía estar interesado en impedírselo y Jess podía jurar que estaba mirándola con mala cara. Todo eso sin mencionar que ese día tenía el ensayo de su boda y...

¡Oh, por todo lo sagrado! ¡El ensayo! Jess dio un salto en la cama provocando que el dolor en su cabeza se incrementara.

—Oh carajo —musitó, llevándose las manos al rostro para intentar impedir que la luz la cegara.

A Bree pareció resultarle gracioso y volvió a reir a carcajadas. Cualquier otro día, Jess la hubiera considerado una risa hermosa, pero en ese momento solo le parecía un instrumento de tortura muy bien empleado.

Jessica quiso poder sonreírle de vuelta, pero tener los ojos abiertos un segundo y ver la mirada que Brett le lanzaba fue suficiente para que incluso las ganas de existir se evaporaran.

Se dejó caer de nuevo sobre la cama y se cubrió el rostro. Aquella era la habitación más irritantemente luminosa que había visto Jamás. Lo hilarante era que, hasta ese día, aquella era una de las cosas que le habían encantado del lugar. A Brett le había costado mucho menos de lo que Jess había supuesto encontrar un nuevo lugar para vivir, y aunque él parecía encantado con la casa, a Jessica le había parecido excesivo desde el momento en el que vio la fachada con sus paredes cubiertas de piedra y madera. A simple vista era demasiado grande para ellos, sin mencionar el hecho de que Jess no imagina a Bree corriendo por ahí en una casa que parecía sacada de una revista.

Demasiadas cosas que ellos nunca usarían. ¿Un gimnasio? ¿Área de recreación familiar? Ella ni siquiera sabía que carajos era eso. ¿Una habitación para una niñera que no tendrían?

Sin embargo, como siempre, Brett ya había previsto su reacción a aquel lugar al que pretendía hacerla llamarle hogar. Y cuando le mostró la habitación principal, con esos enormes ventanales que iban del suelo al techo, con la mejor vista que Jessica había visto jamás y un cuarto de baño en el que podría quedarse a vivir si quisiera, Jess no lo había pensado dos veces para aceptar.

El lugar aún le parecía excesivo, pero al mismo tiempo le encantaba. Y sobre todo le encantaba despertar en esa habitación de revista, abrir las cortinas y sentarse en el balcón a tomar té. Al menos hasta ese momento, en el que Brett parecía haberse propuesto que en la habitación entrara tanta claridad como fuera posible, solo por fastidiarla.

Se descubrió la mitad del rostro y lo miró solo un segundo. No parecía muy contento.

—No me mires así... todo me duele horrible, cierra las cortinas —susurró. Si su cabeza continuaba martillándole de esa manera, se volvería loca.

—No estoy mirándote de ninguna forma, solo analizo la evolución de tu resaca.

Jess se quedó en silencio y aguzó el odio. Eso que había escuchado en su voz era... Volvió a retirar el cojín de su rostro y lo miró, sin importarle la tortura que significaba la luz del sol en sus ojos.



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En el texto hay: peligro, bebe, madre

Editado: 24.04.2018

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