Y ahora ¿qué más? #3

47*** Algo azul, algo nuevo y algo prestado.

Jessica se miró al espejo de cuerpo completo en su antigua habitación. Detrás de ella Penny y su madre, junto a la estilista corrían de un lado para otro gritando como locas, pero para ella era como tener tapones en las orejas. Hacía ya horas que se había vuelto inmune a al ruido y al incesante sonido de los teléfonos que no paraban de timbrar.

Era una especie de protección natural que su cuerpo había desarrollado en cuestión de minutos para librarla de enloquecer.

Solo faltaban dos horas. Dos horas para que pasara las puertas de una enorme iglesia repleta de personas –la mayoría desconocidas– y se convirtiera en la esposa de Brett Henderson.

Junto a ella, sobre su cama, descansaba su vestido y sobre la cómoda, a escasos metros de distancia, estaba su ramo. ¡En serio iba a casarse! El día había llegado y justo ahora parecía haberlo hecho muy pronto.

Sintió ganas de poder hablar con Brett unos minutos, pero a Penny se le había vuelto costumbre en aquellos días secuestrar su teléfono y solo lo había sacado en una ocasión, para hacerse una selfie mientras las maquillaban.

Jess siempre había pensado que lo de los nervios pre nupcias era solo un cliché más, pero ahora que veía sus manos temblar y sudar, y podía sentir su corazón pegar fuerte contra su caja torácica, sabía que aquella sensación era inevitable, por más segura que estuviera de lo que iba a hacer.

Observó a Penny caminar de un lado a otro con su teléfono al oído mientas hablaba con Elise, quien parecía haber sido atrapada por el tráfico luego de salir de casa de Erin y Philip y dejarlo todo listo para la recepción. Para Elise debería estar siendo una pesadilla eso de haber tenido que moverse en torno a tres lugares durante toda la mañana y, una vez más, Jessica se preguntó por qué se le había ocurrido tener una boda religiosa. Debió haberlo dejado estar cuando le habían hablado del curso prematrimonial.

Penny se veía fantástica con su vestido lila de dama de honor e incluso con el inevitable caos que implicaba aquella boda, parecía tenerlo todo bajo control. A Jess aún le faltaba vestirse y luego de que todo estuviera listo y ella estuviera preparada, saldría de allí rumbo a la iglesia de la que saldría convertida en la señora Henderson. ¡Por Dios!

Inspiró profundamente para calmar sus nervios y secó las palmas de sus manos del camisón que cubría su cuerpo.

—Muy bien, Jessy, hora de vestirte —dijo Penny, tomándola por los hombros—. Elise dice que llegará en 30 minutos y solo tenemos una hora para tus fotos de antes de la ceremonia.

Jess asintió, intentando infundirse fuerzas. Respiró profundo una vez más antes de girarse hacia Penny y lanzarle una sonrisa nerviosa. Sus manos no paraban de temblar, miró su vestido sobre la cama y luego nuevamente a su dama de honor.

—¿Me ayudas a vestirme? —solicitó, con voz temblorosa—. Creo que me voy a desmayar en cualquier momento.

—Respira profundo, Jessy. Solo necesitas relajarte un poco.

—¿Crees que no lo sé? —replicó Jess, sintiendo como su histeria iba gradualmente en aumento— Llevo todo el día respirando profundo, Penny. Tomar tanto aire debe ser perjudicial para la salud.

Penny le sonrió antes de volverse hacia el traje sobre la cama y tomarlo en sus manos.

—Muy bien, Jessy, terminemos con esto —le animó—. Es tu día, sonríe y vamos a ponerte tu vestido.

Jess intentó sonreír mientras se quitaba el camisón y dejaba que Penny la ayudara con su traje. Era en extremo enorme, con esa falda de corte princesa debajo de la cual podía meter a todo un equipo de voleibol si quisiera. Era una de las concesiones que había tenido que hacer para que Elise y la estilista no la obligaran a ponerse un velo -esa cosa suspendida con horquillas sobre su cabeza no era lo suyo- y para que el vestido de la recepción al menos le permitiera moverse con libertad.

Tardaron al menos diez minutos en lograr colocarle el vestido, tenía como mil botones que Penny tuvo que colocar uno a uno mientras Jess continuaba intentándolo con la técnica de respiración. Era absurdo intentar calmar sus nervios con inhalaciones profundas o con infusiones de injustificado color y desconocida procedencia, como ella lo veía, sus nauseas no pararían ni su corazón dejaría de latir como locomotora hasta que el día no hubiera terminado.

Curiosamente, no quería que el día terminara y ya. Quería vivir cada segundo y prestar especial atención a cada acontecimiento. Quería que el día de su boda fuera inolvidable, pero para que eso sucediera en el buen sentido de la palabra, primero debía lograr que sus manos dejaran de temblar y secar el rastro de sudor que de seguro iría dejando a su paso. 

Resultaba evidente que lograrlo era más difícil de lo que parecía.

—¡Listo! —exclamó Penny a sus espaldas.

Jess se permitió la última inhalación profunda del día antes de girarse para verse en el espejo. Y se alegró de haberlo hecho, porque por algunos segundos se quedó sin respiración. Estaba tan... diferente. Estaba...



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En el texto hay: peligro, bebe, madre

Editado: 24.04.2018

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