Agosto 2011
Allyson miró a su amiga dormida junto a ella y luego observó el reloj en la mesilla de noche. Eran las dos de la mañana y se suponía que debían despertar al amanecer. Penny se quedó dormida tan pronto como tocó el colchón, después de haber estado celebrando, pero ella simplemente no podía hacerlo. No podía dejar de pensar.
Hacía apenas dos días había sido su cumpleaños número dieciséis. Sus padres le habían regalado un viaje a Paris con su mejor amiga y partirían solo en algunas horas. Sería mes y medio para celebrar su recién adquirido estatus de adolescente responsable. Mes y medio para apartarse de todo y, en lugar de estar emocionada como Penny lo estaba, esa noche ella solo podía pensar en el chico que dormía a dos puertas de distancia.
Era como si el destino le arrojara la oportunidad a la cara. Como si le gritara: ''¡Hazlo ya, cobarde!''.
Dave no debería estar ahí, no tenía por qué, pero por alguna razón había elegido ese fin de semana para ir a visitar a sus padres. Allyson llevaba años observándolo, años fantaseando con él, aunque sabía que estaba mal. Era el hermano de su mejor amiga, era diez años mayor, era prohibido en todos los sentidos... Pero aun así él le gustaba mucho más de lo que le había gustado ningún otro chico, porque nunca le había gustado nadie más. Siempre había sido Dave.
Ella había intentado sacarse esa idea de la cabeza. Se repetía que aquel enamoramiento infantil no era más que eso: un simple capricho. Dave era gracioso y simpático, bromeaba con ella. Solía halarle el pelo o pellizcarle la nariz, pero no había nada sexual en ello, y Allyson lo sabía.
Para David Henderson, ella no era más que la pequeña amiguita de su hermana menor. Y aun así Allyson no podía sacarlo de su cabeza.
Dentro de siete horas estaría en un vuelo a Francia, y luego estaría allí por mes y medio. Allyson se consideraba lo bastante madura para confesarle a Dave que lo amaba. Llevaba más de tres años sintiéndose así, ya había confirmado que lo que sentía por él no iba a terminar.
Quería decírselo esa noche, porque podía ser que cuando volviera de París fuera demasiado tarde.
Se levantó de la cama sabiendo que, si no lo hacía en ese momento, jamás volvería a reunir el valor para hablarle. El seguro estaba dormido, seguro su puerta estaría trabada y, si era así Allyson solo volvería a la cama y se olvidaría de toda aquella locura.
Pero no era así. Cuando llegó hasta la puerta de la habitación de Dave y giró el picaporte, se encontró con que no estaba trabada. Lentamente empujó la puerta sintiendo como si su corazón latiera justo en su garganta. Estuvo a punto de marcharse, pero se dijo que no había llegado hasta allí para acobardarse en el último minuto, tomó una profunda bocanada de aire se adentró en la habitación antes de que el instinto la hiciera salir corriendo de vuelta por donde había venido.
Al principio le costó un poco acostumbrarse a la oscuridad de la habitación, pero algunos segundos después pudo ubicarse en el enorme lugar. Al fondo pudo distinguir la cama y un bulto sobre ella. Se acercó hasta allá con delicadeza, como si recorriera un campo minado.
Dave estaba tendido sobre la cama y Allyson tuvo que hacer un gran esfuerzo para no caerse muerta ahí mismo.
Aquella imagen parecía la portada de una revista erótica para señora. Dave en calzoncillos, boca arriba, uno de sus brazos estaba sobre sus ojos y el otro sobre las sabanas que evidentemente se había quitado mientras dormía.
Allyson se perdió mirando su cuerpo, detallando cada parte de él. ¡Oh, por todo lo sagrado! Estaba viendo a Dave semidesnudo. Se sintió terriblemente nerviosa y acalorada, pero al mismo tiempo demasiado excitada para apartarse.
Dave se movió unos centímetros y eso fue suficiente para que Allyson tomara la decisión de marcharse de allí.
Comenzó a dar pequeños pasos hacia atrás, con cautela, porque, aunque sabía que debía marcharse, una parte de ella quería continuar viéndolo, pero entonces Dave volvió a girar sobre su cuerpo y, en breves segundos sus ojos adormilados estuvieron sobre ella. Al principio parecía como si no lo creyera, se frotó los ojos al menos tres veces antes de incorporarse y hablarle.
-¿Allyson?
Ella se quedó de piedra. Toda ella, menos sus manos, que temblaban como gelatina y deberían estar dejando un gran charco de sudor en el suelo. ¡Caracoles!
-¿Qué haces aquí? -volvió a preguntar, levantándose de la cama.
Allyson era consciente de que tal vez estaba preocupándolo, pero de todas formas no podía hablar. Menos cuando sus ojos viajaron demasiado al sur. Él lo notó y tomó unos pantalones de algún sitio y se los puso.
-Allyson ¿Pasa algo?
-Eeeee... -ella se frisó. Ni siquiera tenía idea de que decirle- Yo... Eeh... -Dave hizo un ligero gesto de impaciencia y entonces Allyson respiró profundo, para tomar un poco de valor -. Necesito hablarte.
-¿A las 2:30 de la madrugada? -preguntó él, demasiado confundido como para hacer algo más que mirarla.
-Yo... -bajó la vista al suelo, nerviosa- Tal vez parezca loco, pero yo... -Sácalo ya. Para eso viniste- Estoy enamorada... de ti... Yo te amo, Dave -Si, ¿Y ahora que, idiota?
-¿Estás... estás bromeando?
-No -contestó. Ya no le quedaba más que hablar con la verdad-. Sé que es loco, pero es la verdad -dijo mientras daba unos pasos hacia él.
-Es mucho más que loco, Allyson -replicó él, tomándola por los hombros cuando intentó tocarlo, obligándola a mantenerse a distancia-. Es imposible, lo sabes ¿Verdad? -le preguntó con una ternura que solo logró molestarla.
Ella no quería ternura. Quería que él le dijera que también la amaba, que la besara apasionadamente como en aquellas películas que ella y Penny devoraban con avidez.
-¿Tu también me amas, Dave?
Él tardó unos segundos en responder, como si estuviera analizando cada una de sus palabras.
-Allyson, escúchame, eres una chica muy bella, te... quiero mucho, pero eres como una hermana. No hay forma posible en el mundo de que tu y yo estemos juntos alguna vez -dijo, acariciando su cabello, como si fuera una niña. Eso era para èl, una niña-. Solo estás un poco confundida.
-No lo estoy. He sentido esto por años...
-Chist... Allyson, no.
-¿No lo sientes, Dave? -preguntó, intentando acercarse un poco más a él, aunque continuaba impidiéndoselo -Déjame mostrarte que no estoy confundida en lo absoluto.
-¡Allyson, basta! -ordenó. Era la primera vez que ella lo escuchaba alzar la voz -Sácate esas ideas de la cabeza, no va a pasar ¡Tienes 16, por amor a Dios!
Allyson lo sintió caer sobre ella como un cubo de agua fría. Había estado negándose a escuchar lo que no quería escuchar, pero era claro que Dave estaba rechazándola. Dave no la amaba y según sus palabras, no la maría nunca.
Basta de hacer el ridículo, se dijo.
-Yo... lo siento. No quería molestarte -se excusó, con la vista fija en sus pies.
-Yo también lo siento.
Allyson no dijo nada más ni esperó otra palabra que le recordaran lo patética que había sido.
Cuando entró en la habitación, Penny estaba sentada sobre la cama, y había preocupación en su rostro.
-¿Dónde estabas, Ally? -cuestionó haciéndose a un lado en la cama.
-Fui por agua.
Su amiga la observó, escéptica. Observó su rostro con detenimiento, como si pudiera ver más allá de las lágrimas que amenazaban con brotar.
-¿Pasa algo?
Allyson negó con la cabeza, dejándose caer sobre la cama y enterrando la cara en la almohada. Penny era lo bastante inteligente y la conocía demasiado bien para saber que ese no era el momento de hacer preguntas. Su amiga solo acarició su cabello mientras repetía una y otra vez que todo estaría bien.
Y así, sin dar ninguna explicación de por qué lo hacía, Allyson lloró.
Ese mismo día, solo cinco horas después, Allyson y Penny abordaron un vuelo hacia París. Ella intentó lucir emocionada y alegre para que su amiga dejara de mirarla con la preocupación marcada en el rostro con luces de neón, pero en el fondo estaba deshecha, aunque jamás lo admitiría.
París fue fabuloso por muchas razones, la primera fue que ahí conoció a Jean.
Jean era un chico francés en toda regla. Tenía unos ojos verdes en los que Allyson podía perderse por horas y una abundante cabellera color ámbar. No era muy alto, pero era tan tierno que daban ganas de apretarle los cachetes. A Penny no le importó que ella pasara mucho de su tiempo con Jean, porque así ella podía visitar museos y restaurantes, ir de compras y hacer todas esas cosas con las que Allyson no se emocionaba.
Mientras tanto, Allyson se dedicó a dar largos paseos con Jean por las orillas del Sena y a desayunar croissants y cenar foi grass. A solo seis días de conocerlo, le entregó a Jean su primer beso, el beso que debió ser para Dave. No fue como Penny le había dicho que sería, pero fue bueno.
Dos semanas después, Jean le dijo que la amaba. Ella no le creyó, pero tampoco le importó, porque ella tampoco lo amaba, pero, de todas formas, después de unas estupendas vacaciones en la ciudad del amor, parecía lo correcto dar el siguiente paso. Así que una noche antes de marcharse, Allyson le entregó a Jean su virginidad.
Y entonces fue consciente de algo; ella podía no amarlo, pero de todas formas su corazón roto parecía doler menos cuando alguien más secaba a Dave Henderson de su cabeza, al menos por unos minutos.