La noche del jueves, luego de presentar su antepenúltimo examen, Allyson le envió a Dave un mensaje de texto en el que le informaba que pasaría por él el sábado a las diez de la mañana para su segunda cita.
Pensó que Dave le respondería de inmediato con una de esas llamadas donde habían más gruñidos que palabras o, en caso de tener suerte, con un mensaje donde se quejaría hasta la saciedad por cualquier cosa.
Pero eso no sucedió.
Allyson cenó, se dio una ducha, jugó una partida de ajedrez on-line y vio Mujer bonita, sin recibir respuesta de Dave.
Al final, cerca de las dos de la madrugada, Allyson se quedó dormida, no sin antes comprobar por última vez que no había recibido respuesta.
Cuando despertó el viernes al medio día, casi había olvidado a Dave y el mensaje que le había dejado y, dado que su celular debería estar sepultado en algún lugar entre sus sabanas, ni siquiera se molestó en buscarlo.
Salió a correr un rato y al volver estuvo hablando con su madre hasta que su padre apareció diciendo algo sobre una reunión y estar retrasados que Allyson no llegó a descifrar. Dejó un beso rápido sobre su mejilla y salió llevando a su esposa casi a rastas.
Solo entonces Allyson volvió a su hanitacion. La lucecilla de su teléfono parpadeando a través de sus sábanas azul cielo llamó su atención. Habían dos llamadas de Dave y un mensaje de texto.
El mensaje contenía una sola frase, muy a lo Dave; un simple y llano: "¿Qué pasa si no puedo?" Había llegado a las 3:05 A.M. y Allyson se preguntó qué clase de demente enviaba textos a esa hora.
Las llamadas eran de la mañana. Una de las 10:37 A.M., otra a las 12:53 P.M.. Allyson suponía que había intentado localizarla luego de cansarse de esperar por una respuesta. Pensó en llamarlo de vuelta, pero en el último minuto decidió contestarle con otro texto, así no tendría que escucharlo quejarse.
Le escribió rápidamente una respuesta medio en broma-medio en serio, consciente de lo bien que se le daba provocar su mal genio.
"Entonces dile a la chica que tendrás que proponerlo porque tienes una cita mucho más interesante."
Tal cual esperaba, unos pocos minutos más tarde, recibió la respuesta a su mensaje.
"No seas tonta, Allyson, yo no tengo citas a las diez de la mañana. Las mujeres con las que salgo están marchándose a esa hora 😏. De todos modos, supongo que no tengo opción, así que nos veremos a las diez."
Allyson sonrió al leerlo, ignorando el hecho de que le había proporcionado más información de la que necesitaba, al menos había intentado bromear. Un chiste muy malo, pero un Chiste al fin.
Le gustaba pensar que había avanzado en su trato con Dave, es decir, si eso no era avanzar, no sabía que era.
Le contestó con un simple "Ok" y comenzó a desvestirse para ducharse. Prefería estar haciendo cualquier cosa en una tarde de viernes, pero tenía sus últimos dos exámenes la próxima semana y debería dedicarle algo de atención a sus apuntes si ya pasaría todo el sábado fuera con Dave.
Dejó su teléfono y fue a darse un baño. Le gustaba correr siempre que disponía de tiempo libre y, sobre todo, cosas en la cabeza en las que no quería pensar, sin embargo, lo de estar empapada de sudor no era lo suyo.
Por fortuna, ese era un problema que podía solucionar con quince minutos bajo la ducha y una buena cantidad de su shampoo de melocotón.
Tras salir del cuarto de baño, la luz parpadeante de su teléfono, que anunciaba un nuevo mensaje, llamó su atención, pero la ignoró, porque estaba segura de que una vez más se trataba de Dave quejándose por algo.
Sus padres volvieron cuando comenzaba a aanochecer, mientras Allyson salía de la cocina con una taza de té en las manos. Recibió el asentimiento de cabeza de su padre y lo observó subir las escaleras con cara de agotamiento.
Su progenitor no era la persona más simpática, o parlanchina, o cariñosa que conociera. Por lo general parecía contar las palabras antes de decirlas y sus muestras de afecto eran casi nulas, sin embargo, Allyson era consciente de que los amaba. Su madre era harina de otro costal.
Ambos eran como estar observando un ying yang de carne y hueso frente a sus ojos que mágicamente había sobrevivido de maravilla por un cuarto de siglo. Tal vez por la habilidad para escuchar de su padre y la de su madre para llenar los silencios que este dejaba.
Allyson dejó que su madre la guiara de vuelta a la cocina y escuchó su monólogo mientras la veía endulzar demasiado su café. Ella siempre tenía algo que decir y a Allyson le gustaba escucharla. Sobre todo cuando hablaba de su trabajo y le brillaban los ojos.
Por eso escuchó atentamente mientras esta le hablaba de sus muchos servicios de voluntariado, de la cena de beneficencia a la que iría la semana próxima y la jornada navideña en la que participaría después.
Uno de los mayores problemas de sus padres radicaba en que eran tan buenas personas que a menudo se olvidaban de que tenían, o al menos habían tenido, dos hijos en casa. Habían asumido toda la vida que ella y Owen estaban bien, así que habían enfocado sus esfuerzos en "los que tenían menos".